El esperpento de la aprobación de la reforma laboral gracias al error de voto del diputado del PP Alberto Casero ha provocado un lío nacional de dimensiones épicas y ha puesto en evidencia la política de mercadillo barato por la que transitamos (transitan) en España. Nadie, absolutamente nadie, puede estar satisfecho de esta bufonada que tiene una trastienda fundamental: el empecinamiento de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz en recabar los apoyos de los partidos secesionistas, ER y Bildu, para una causa en la que quería sacar tajada política con el fin de coronarse como reina de las izquierdas ibéricas y consolidar su proto-idea de suplir a Podemos por una nueva plataforma política: así lo esbozó el pasado mes de noviembre en el teatro Olympia de Valencia en compañía de Mónica Oltra, Mónica García (Más Madrid), Ada Colau y una señora con pañuelo islámico que ya no ha vuelto a salir en la foto.
Le faltaba a Díaz el apoyo de los de Gabriel Rufián y de los de Arnaldo Otegui, entre otros, para esa ceremonia de coronación, la archiduquesa de las izquierdas, salpicada de un absoluto desprecio hacia los necesarios votos de Cs (nadie atisbaba el cambio de paso de los dos diputados navarros de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero). Votos sucios los de Inés Arrimadas al entender de la señora Yolanda: poscomunista de tronío que se pasa por el arco de triunfo la vocación internacionalista de su partido, el PCE, y la profunda renovación que iniciaron los eurocomunistas de Berlinguer, también Carrillo, para acoplarse a las democracias liberales. No sé yo en que comunismos transita doña Díaz. Si que sé, como se ha destacado en la práctica totalidad del análisis político, que la vicepresidenta ha enseñado la patita de una hiperbolizada ambición y de una empanada mental de aquí no te menees. Si el apoyo de la patronal CEOE a la reforma laboral es lícito, ¿por qué deslegitimar los votos de un partido democrático como es Cs? La CEOE: el Ibex 35 y el capitalismo depredador.
Cs: la derecha del no pasarán. Ya ven. ¿Sabrá Díaz que en Alemania cohabitan en el Gobierno liberales y verdes? A estas alturas del partido yo ya no sé ni si lee la prensa.
La bajada de pantalones, o de faldas, ante Rufián ha sido tan desmedida, tan patética, que pone en evidencia el espasmo que en estos momentos pueden sentir miles de españoles, incluidos votantes de Podemos, ante una estrategia que se mire por donde se mire no tiene ni pies ni cabeza, más aún cuando ER ya había dejado claro, aunque fuera con la boca pequeña, que el desencuentro de la reforma laboral no iba a ser motivo para romper el pacto de investidura. La vicepresidenta del Gobierno está a punto de caramelo de “morir de éxito”, como rezaba el otro día el titular de una crónica de El País, en ese intento casi desesperado de ser la diva archifotogénica de todo lo que se mueva a la izquierda del PSOE, o incluso en aguas del PSOE, invocando no se que sentimiento o sentido de la transversalidad. Ella sabrá.