La primavera la sangre altera, dice un refrán popular. Uno de esos de los que abundan en el refranero español. Ya sabe. Estos tienen su origen en un consejo sencillo y directo sobre la experiencia vivida por el “maestro” que los predica. Hay uno para cada ocasión. ¿Sabe cuáles son los refranes más populares? Ahora se los menciono. A quien madruga, Dios le ayuda. No hay mal que por bien no venga. De tal palo, tal astilla. En casa de herrero, cuchara de palo. El que no corre, vuela. A lo hecho, pecho. Ojo por ojo, diente por diente. Coja el que más le guste o el más apropiado para la ocasión.
Y vaya si la primavera la sangre altera. No sólo a la gente joven, como la que muestra el cuadro de Lorenzo Pericás que tiene por título “Alegoría a la Primavera”. Con una estética modernista, pintó figuras femeninas similares a ninfas de gran escala, recostadas entre nubes, junto con aves y flores. Vea. Una mujer joven, semidesnuda, casi de espaldas, recostada entre telas y cojines, con tonalidades color pastel. La muchacha juega con unos pájaros, quizá palomas. Está rodeada de flores de diversos colores.
Imagine a esta muchacha, póngase en su piel. Contenta, quizá enamorada, pasando un rato divertido y despreocupado, ajena a las inoportunas circunstancias mundanas que todo lo complican, con la inocencia de la edad y la pasión de la juventud, ese periodo especial que nos regala la vida.
En la pintura española hay cuadros afamados y parecidos a este de Pericás como “La venus del espejo” de Velázquez o “La maja desnuda” de Goya, aunque este es mucho más atrevido, no deja nada a la imaginación. Y si lo dejara, también la pintó vestida. Me dirá que es mucho comparar, y seguro que tiene razón, pero la idea es la misma. Como el de Joaquín Sorolla cuando pintó a su mujer – Clotilde – desnuda, de espaldas, entre sábanas color salmón.