ALICANTE. María Teresa Miñana es una artesana del esparto, una planta tradicionalmente utilitaria que ha estado siempre presente en su vida, desde pequeña, y a la que sigue recurriendo a menudo en la actualidad, pero ahora por afición. “Yo siempre he tenido mucha relación con el esparto porque me he criado en una sociedad rural donde lo habitual era trabajar con este material para elaborar cestos, cuerdas, etcétera”, explica. Una parte importante de la cultura de este territorio que está cayendo en desuso. Por eso, su interés desde hace unos años ha sido evitar que se extinga convirtiéndolo en una disciplina artística contemporánea con piezas que ahonden en su belleza intrínseca y no el utilitarismo que antaño le dieron protagonismo.
Miñana nació en Oliva (Valencia), pero lleva más de tres décadas residiendo en la provincia de Alicante. En la actualidad vive en Aigües de Busot, donde este elemento es parte importante de la vegetación del paisaje. Imparte clases de cestería de reciclaje y tratamiento del esparto con el Ayuntamiento de Alicante en el Aula Municipal de Cultura ubicada en chalé del ingeniero de tranvías. El nuevo curso comenzó el pasado 1 de marzo. En esta ocasión están trabajando una técnica que requiere de un bastidor de madera. Una metodología con la que se hacen alfombras. Su primer objetivo es familiarizar a los alumnos con esta disciplina para después despertar las cualidades artísticas.
En su caso, la curiosidad le llevó hace años a investigar profundamente cómo se trabajaba este material, la caña, la anea y otras fibras vegetales, pero el estudio de técnicas clásicas le despertó un deseo de contrastar lo tradicional y lo contemporáneo a través de piezas escultóricas. “Al principio me pareció muy importante aprender el procedimiento clásico, porque está en peligro, aunque desde el principio mi intención fue separarme de las formas tradicionales”, recuerda. Y es que el concepto de cestería abarca más que el cesto o el cuenco donde recoger cosas. Se puede hablar de zapatos, alfombras, redes de pesca, etcétera.
Es muy amplio. Sin embargo, esta parte etnológica prefirió dejarla al margen. “Si queremos que el esparto esté presente en la vida de la gente, hay que cambiar la forma de verlo y de introducirlo en las casas”, afirma. Entiende que lo etnológico tiene un enorme valor y es importante aprender las técnicas, pero pretende llevar la disciplina a la actualidad. Para ello, apunta a los movimientos que surgieron en los años setenta sobre cestería contemporánea, preguntándose si esta artesanía debía ser lo mismo que había sido hasta entonces, un recipiente, o si debía ser bella por sí misma para evolucionar hacia otras cosas. “Yo siempre he estado en ese lado, porque hay propuestas muy interesantes”, admite.