ALICANTE. El segundo de los axiomas euclidianos reza "si se añaden cosas iguales a cosas iguales, los totales son iguales". La novela criminal, en sus diferentes variantes, desde la rama detectivesca o policial, heredera de la novela de intriga y enigmas, cuyos representantes clásicos son el Arsenio Lupin de Maurice Leblanc, el Sherlock Holmes de Conan Doyle o el Hércules Poirot de Agatha Christie, al noir, hard-boiled o polar francés, donde Hammet, Chandler, Himes, Highsmith o Simenon han gobernado con mano firme, goza de una salud de platino, con nombres que se suman cada año, cada semestre, cada semana, a la nómina de escritores que deciden basar sus argumentos en la cura de la recomposición del orden social que los crímenes rompen con su irrupción. Mediante la creación de figuras detectivescas que asumen la representación de esa sociedad agredida y que representan sus intereses, desordenados por el criminal o el crimen en sí mismo. La figura detectivesca es sanadora, tanto si recompone el orden social establecido, como si lo pone en duda. La novela criminal sólo puede ser novela social, según algunos.
Ante el maremagnum de nombres, antiguos, nuevos y futuros, vamos a recuperar cinco propuestas de literatura criminal marcadas por el sello de la conciencia, esa cosa tan difícil de definir, como fácil de identificar. Desde Estocolmo a Los Ángeles, pasando por Marsella, Jerusalem y París. Para esta primera entrega, dos ciudades separadas por apenas 1900 kilómetros, la capital sueca y la Ciudad de la Luz.
Per Wahlöo y Maj Sjöwall. Suecia, subcampeona del mundo de balonmano en 1964
Beck, Kollberg, Larsson, Skake, Melander, podría ser la primera línea de la selección sueca de balonmano, subcampeona del mundial de 1964 en Checoslovacia, pero en realidad se trata del grupo de trabajo del comisario de la brigada criminal de homicidios de Estocolmo, aunque esto será a partir de 1968.
El boom de la literatura negra escandinava ha llegado hasta el último de los mortales, incluso en los melodramas humorísticos televisivos encontramos el tocho de Stieg Larsson en manos de un personaje que "quiere leer". Referentes de la escena británica como Kenneth Brannagh se ha metido en la piel del depresivo Kurt Wallander, el policia scaniano, como los trailers que surcan nuestras autovías, hijo de la imaginación del yerno de Ingmar Bergman, el hace apenas un par de años desaparecido Henning Mankell. Assa Larson, Jo Nesbo, la nómina empieza a ser inabarcable, incluso ha dado para propuestas audiovisuales con personajes y guiones originales de la calidad indiscutible de Bron/Broen o Forbrydelsen. Pero ninguno de ellos existiría sin esta pareja de comunistas que se dedicaban al periodismo en los años en que surgió la conciencia. Per Wahlöo nació en Goteborg en 1926, Maj Sjöwall nació en Estocolmo en 1935, se conocieron, se fueron a vivir juntos en 1962, crearon una revista literaria llamada Peripeo, tuvieron hijos y, cuando estos caían rendidos por las noches en sus camas, envueltos en edredones de plumón de pato, ellos se pusieron frente a frente, en la mesa de la cocina, y pergeñaron los personajes y las tramas de la serie fundacional de la novela negra escandinava.
Escribieron diez obras, a cuatro manos y dos cerebros, hasta la muerte de Per, en 1975. Maj sigue dando conferencias, recientemente ha estado por alguno de los festivales que celebran la vigencia de la novela negra, aquí cerca. En palabras del propio Wahlöo, su intención fue la de utilizar la novela negra como "un bisturí que cortara el vientre de la moral y del discutiblemente llamado Estado del Bienestar, la pobreza ideológica del estado burgués". La sencillez, que no simpleza, de su planteamiento narrativo, la claridad de sus diálogos y la diáfana caracterización de sus personajes, con esteretotipos claros, pero no manidos, la agudeza de sus reflexiones y la profunda actualidad de su crítica, los sitúan en el panteón de los más grandes autores de la novela social, o criminal, si gustan, de todos los tiempos.
La editorial RBA, en su colección Serie Negra, ha recuperado los diez títulos de esta serie, encabezada con el nombre del inspector Martin Beck, personaje central, pero no principal de sus tramas: Roseanna (1965), El hombre que se esfumó (1966), El hombre del balcón (1967), El policía que ríe (1968), El coche de bomberos que desapareció (1969), Asesinato en el Savoy (1970), El abominable hombre de Säffle (1971), La habitación cerrada (1972), El asesino de policías (1974) y Los terroristas (1975). Una disección de las entrañas del Estado del Bienestar.