LA VALL DE GALLINERA. El municipio de La Vall de Gallinera se sitúa en el interior de la Marina Alta y se abre hacia el norte en dirección a la provincia de Valencia. El valle linda con L’Orxa, su vecino inmediato por ese extremo, y mantiene continuidad natural con enclaves cercanos como la Vall d’Alcalà, con la que comparte paisaje y estructura de pueblos compactos. Su posición, en la frontera histórica entre comarcas, explica la mezcla de caminos, tradiciones y vestigios que han modelado el territorio.
El acceso más habitual llega desde Pego. La carretera avanza por l’Atzúbia antes de entrar en el valle y enlazar los ocho núcleos que lo definen. El trayecto es breve y, nada más llegar, el visitante se encuentra con un paisaje ordenado por bancales y paredes de piedra, con montañas que cierran el horizonte. En diciembre, la luz es más nítida y las temperaturas acompañan, lo que convierte la Vall de Gallinera en un destino atractivo para una jornada tranquila.

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Ocho pueblos en cadena
El valle está formado por Benirrama, Benialí, Benissivà, Benitaia, La Carroja, Alpatró, Llombai y Benissili, una secuencia lineal que se recorre con facilidad.
Cada núcleo mantiene su carácter, pero todos comparten escala, ritmo y entorno. Esa continuidad permite entrar y salir de cada pueblo sin esfuerzo y favorece recorridos flexibles, adaptados al tiempo de visita.

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Rutas y miradores para un paseo sencillo
La caminata que une Benirrama con Benissivà es una de las más accesibles del valle y funciona bien en cualquier época del año. El sendero avanza entre terrazas agrícolas, almendros, olivos y acequias que acompañan el recorrido. Suele completarse en torno a hora y media o dos, según el ritmo, y ofrece vistas abiertas hacia el Miserat y las lomas que cierran el valle. En diciembre, la claridad del cielo y la ausencia de calor hacen que este paseo resulte especialmente agradable.
La Vall de Gallinera también ofrece miradores fáciles de alcanzar. El Miserat, conocido como la montaña de los moriscos, queda reservado para senderistas habituados a desniveles mayores, pero su presencia ordena visualmente el territorio. A pocos minutos del inicio del valle, en l’Atzúbia, el Castell de Forna permite obtener una de las panorámicas más completas de la zona. La parte alta de Alpatró abre una vista nítida hacia el este, mientras que Benissili marca la salida natural hacia la montaña. No es necesario adentrarse en rutas exigentes para disfrutar del paisaje: basta con apartarse unos metros de la carretera en muchos accesos para encontrar puntos elevados que completan la visita.

- La Foradá, en el momento de la alineación solar
- SERGIO PARIS
La Foradà como símbolo del valle
El arco natural de la Foradà es uno de los elementos más reconocibles de la Vall de Gallinera. Aunque la conocida alineación solar solo se produce en marzo y octubre, su presencia estructura el paisaje durante todo el año.
Desde lugares próximos a La Carroja o Alpatró es fácil entender por qué este arco ha generado relatos, rutas y una identidad visual propia. Incluso fuera de fechas señaladas, la Foradà actúa como referencia geográfica y cultural.

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La huella de Al-Azraq
La historia del valle está marcada por Al-Azraq, el caudillo andalusí que encabezó varias revueltas contra la Corona de Aragón en el siglo XIII. Su vínculo con este territorio sigue siendo visible en topónimos, caminos y estructuras urbanas que han llegado hasta hoy.
En Benialí se conserva la Font d’Al-Azraq, una fuente que recuerda esa presencia histórica y constituye un vestigio tangible de la huella morisca. El trazado compacto de los pueblos, la continuidad de las acequias y la forma en que la Vall de Gallinera funciona como corredor natural refuerzan ese carácter.

Gastronomía de interior
La cocina local adquiere protagonismo en invierno. Los restaurantes del valle mantienen platos tradicionales como la olleta de blat y el arroz al horno, junto a guisos de jabalí, muy habituales en esta zona de interior. Son recetas concebidas para los meses fríos, contundentes y sabrosas, que encajan bien tras una caminata o un recorrido pausado entre pueblos. Alpatró y Benialí reúnen buena parte de la oferta gastronómica, centrada en el producto de temporada.
La Vall de Gallinera se adapta tanto a medio día como a una jornada completa. La proximidad entre pueblos permite combinar paseo, miradores y una comida tranquila sin necesidad de planificaciones complejas. Su escala humana y la tranquilidad del entorno facilitan una visita natural y equilibrada.

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Un valle para diciembre
En conjunto, la Vall de Gallinera ofrece un equilibrio singular entre paisaje, historia y gastronomía. En diciembre, cuando la luz es más limpia y el ritmo se suaviza, el valle mantiene su carácter y permite una experiencia completa sin alejarse demasiado del litoral.
Su identidad y coherencia lo convierten en uno de los destinos interiores más recomendables de la Marina Alta en esta época del año.

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