El tren que se escapó de la vía. Y digo bien porque no le bastó con descarrilar, sino que tuvo que escaparse de la vía y siguió su recorrido fuera de los railes hasta encaminarse por la puerta de acceso - salida de transeúntes y bajar por las escaleras. Como si se tratara de un peatón, pero no lo era.

Este hecho fue causado por una imprudencia y por la velocidad. Iba con retraso, el tren llegaba tarde a la estación término de Alicante. ¿Algo más? Luego se lo digo. Apunte la fecha, el 4 de octubre de 1912. Ahora se lo cuento. Es el Alicante del alcalde Federico Soto. Corrían tiempos de transformación de la ciudad.

No fue la única vez que en Alicante el tren fue protagonista por un accidente ferroviario. Ha habido otros casos, desgraciadamente.

Antes de contarle qué pasó con ese tren que se escapó de la vía, permita que le diga cómo era la portada de la estación que ese choque destruyó parcialmente. No era la que conocemos hoy, sino mucho mejor. Entonces era una fachada neoclásica porticada con columnas dóricas y tejado a dos aguas. Bien parecida, para fardar. Por esas columnas fue por donde salió el tren, abriéndose paso a lo bruto, sin pedir permiso, arrollando a todo y a todos los que se encontró a su paso.

El tren del siniestro era el "correo andaluz". Ya le he dicho que iba muy deprisa. Entró en la estación a excesiva velocidad. El maquinista sabía que iba con retraso y cuando quiso darse cuenta de que corría muy deprisa, era demasiado tarde. Frenó, pero no paró el tren. Chocó y rompió los topes del final de la vía y el muro de contención, siguiendo su trayectoria y derribando columnas del propileo, parando después de su arrastre y de salir a la avenida Salamanca, casi nada, quedando la locomotora parcialmente enterrada entre los escombros, encima de los escalones de las escaleras, aplastando a aquellos que se habían convertido en sus víctimas. Hubo 4 fallecidos y más de 30 heridos.