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El fin de una etapa (en el PP y Fundesem)

  • Císcar, Bonig y César Sánchez. Foto PEPE OLIVARES

El Partido Popular de Alicante inicia una nueva etapa: la marcha de José Císcar marcará un antes y después. No lo tuvo fácil, como Isabel Bonig, porque tuvo que hacer frente a la herencia de los casos de corrupción del PP a nivel provincial  y regional, y además, a la irrupción de dos nuevos agentes políticos, por el centro, Ciudadanos, y por la derecha, Vox. Lo que fue una posibilidad para recuperar las instituciones con una alianza a la andaluza se ha convertido en un borrón y cuenta nueva, al parecer, con Carlos Mazón, en las tareas de reconstrucción del partido.

Esto se puede ver como una botella medio vacía, o medio llena. Sí, el PP ha logrado resistir, una vez más, y mantendrán los gobiernos de la Diputación de Alicante, el ayuntamiento de la capital, y las ciudades Benidorm, Torrevieja y Orihuela. Pero ha dejado de ser la fuerza más votada en la circunscripción de Alicante, en favor del PSOE, algo que no ocurría desde 1991. ¿Es recuperable? En principio, sí porque todas las tendencias dicen que volvemos hacia un sistema político basado en el bipartidismo, en el que cohabitarán dos grandes, PP y PSOE, y dos pequeños a su lado, Ciudadanos y Unidas/Podemos (o Compromís en la versión valenciana).

A Císcar, a diferencia de Bonig, le ha salvado el poder local. De lo contrario, se podría hablar de una despedida como auténtico desastre para el PP. Y le ha hundido, como a todo el PP, la fragmentación del voto del centro-derecha, y en parte, la derechización del PP de Pablo Casado, un mensaje en el que Bonig y Císcar mordieron a la vez a mitad de mandato pasado -fruto de las políticas del Consell, entonces bipartito-, y que después, con el nuevo escenario político, con la irrupción de Vox, tuvieron que recentrarse, aunque fuera tarde ante el empuje de Ciudadanos.

Pero más allá de los resultados, y de las consecuencias de la fragmentación política del centro derecha, Císcar se va sin haber podido, o no haber sabido, colocar a ningún delfín al frente del PP, también porque nadie quiso ni tuvo la valentía de exponerse, como si ha tenido Carlos Mazón, avalado por Génova, aupado por Luis Barcala y ayudado por los antiguos ripollistas (guste más o menos la etiqueta). A Císcar, como dije el pasado miércoles, le fallaron sus jinetes: primero César Sánchez porque todavía no sabemos si se ha ido porque no quería seguir o ni querían que siguiera; Pablo Ruz prefirió la comodidad del escaño del Senado a tener que bajar a la arena y pelear por las comarcas, y los otros, son barones en Torrevieja y Benidorm. No hay más. Por el camino, se fueron o dejaron el partido alguno de los validos: y en este desierto de aspirantes -porque todo lo otro que rodeaba a Císcar era un coro de palmeros-, sólo ha aparecido el gerente de la Cámara de Comercio de Alicante, que sigue teniendo sus fieles, y ha contado con la fundamental colaboración de Toni Cantó para que la operación acabe (eso parece) con éxito.  

Lo de Císcar fue ingrato porque sólo recogió al principio cadáveres y disgustos, pero al menos se va sin ser presidente de la Diputación -porque Cs se lo impidió-, pero con la coherencia de predicar con el ejemplo, aunque en la recta final haya cambiado el escenario y los actores del partido, y haya descubierto que no tenía, o le fallaron, los sucesores de garantías. Esté dentro o fuera, cerca o lejos de la futura dirección, su experiencia no debe despreciarse para que el PP recupere el equilibrio, y el PP entienda el equilibrio de la provincia de Alicante, y eso significa mirar el futuro con otra visión.

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