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El coronavirus en Elche

¿Quién no se ha emocionado durante estos días al ver el sentido homenaje de una enfermera despidiéndose de un contagiado de coronavirus que había llegado al hospital valiéndose por sí mismo y en buenas condiciones de ánimo?; ¿al ver esas caras de los sanitarios marcadas por la fatiga tras muchas horas de trabajo?; ¿al ver a esos profesionales de la salud ofrecer sus teléfonos móviles y tabletas a los enfermos para que contacten con sus familiares? o ¿a esos otros cantando feliz cumpleaños o aplaudiendo y haciendo el pasillo (como a los campeones de Liga) a los que marchaban a casa tras recuperarse de la enfermedad?

¿Quién no se ha sentido orgulloso de ver a  esos voluntarios llegar a los domicilios de las personas mayores  para realizar sus compras de alimentos o medicamentos e incluso pasearles sus mascotas, con el objetivo de que estos grupos sociales vulnerables no salieran a la calle?; o ¿al ver al Ejército y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado llegando a esos territorios de España en los que no son bien recibidos?; o ¿a esos empleados y empleadas de residencias de mayores acariciar a nuestros mayores?

¿Quién no se ha enojado al ver a personas saltándose el confinamiento y colas de vehículos de familias saliendo de su domicilio para pasar este fin de semana en la playa? o, lo que es peor, ¿comprobar que determinados individuos aprovechaban la soledad de los comercios para efectuar robos y pillaje para revender y obtener beneficios?

Sin duda todo esto no es nuevo, en estas circunstancias se revive lo de siempre y emerge "lo mejor y lo peor de la humanidad".

Hoy quiero dedicar estas líneas para galardonar a los sanitarios, centros de salud, residencias de mayores y hospitales de la ciudad de Elche y para honrar a todos los ilicitanos fallecidos por esta epidemia.

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