En el calendario futbolístico, denomino a mayo y junio como la época de las lágrimas. La etapa en la que las competiciones se definen. Con sus ascensos, salvaciones y descensos. Llantos de alegría o tristeza en las gradas. Todo de cúmulo de sensaciones durante la temporada sale a relucir, en una explosión de emociones. Si ves este deporte desde el punto de vista sentimental, posiblemente te quite años de vida. Pero también te regala momentos impagables y únicos. Momentos para rememorar con amigos. Para relatar a hijos y nietos.
Todos los clubes tienen sus historias. Situaciones que encogen el alma, pero que reafirman la fidelidad a unos colores. Y otras de una felicidad indescriptible. Nada más que el fútbol une a tanta gente en una vorágine de júbilo, orgullo y amor. Miles de personas sonriendo, cantando y botando al unísono. Todos bajo el escudo y la camiseta del equipo de la tierra. Con sólo imaginarlo, ya se me ponen los pelos de punta, se me humedecen los ojos y mis labios esbozan una mueca ‘tontorrona’.
Si tú, aficionado del Elche, te sientes identificado con estas palabras, te doy un consejo en mayúsculas: DISFRUTA. Saborea cada instante. Abraza, besa, llora si te lo pide el cuerpo. Graba y guarda vídeos que te sacarán una sonrisa cuando los veas tiempo después. Porque un ascenso no se vive todos los años. En algunos casos, ni siquiera en todas las décadas. Franjiverde, gózalo, porque el Elche vuelve a Primera División.