VALÈNCIA. Decían de Joaquín Sorolla que logró pintar la luz como nadie, unas pinceladas que parten de lo físico para evocar una atmósfera que supera el lienzo. Sus visiones de la playa, esas escenas veraniegas convertidas a la postre en iconos del mediterráneo de principios del siglo XX, nos permiten abrir una ventana a esas estampas veraniegas que han servido de inspiración para no pocos artistas a lo largo de la historia. Y es que hay tantos veranos como artistas. De hecho, incluso hay más de un verano por cada creador, miradas múltiples a la época más calurosa del año que hoy se nos presentan en los muros de los principales museos de València a través de pinturas y fotografías convertidas en una suerte de espejo frente a aquellos veranos del presente que se siguen sucediendo a algunos metros de la sala de exposición.
En el Museu de Belles Arts de València encontramos no pocas de esas postales de verano, pasando por Sorolla, cómo no, pero no solo. Entre ellas, algunas tan sugerentes como Paisaje de Alicante. Playa de San Gabriel, de Francisco Lozano, que nos permite bucear en una costa en la que el ladrillo y la España de las piscinas todavía era un futuro difícil de imaginar para muchos. Lozano, considerado el gran paisajista valenciano del siglo XX y uno de los renovadores del género, pintó varias marinas tanto de València como de Alicante, entre las que destaca este paisaje realizado hacia 1960, una postal protagonizada por las típicas casetas de playa de la zona, en algunas de las cuales el pintor incorpora referencias personales al añadir el nombre de sus tres hijas y de uno de sus sobrinos.
Otro apellido que no podía faltar en este paseo por los veranos del arte es Pinazo. El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) expone, entre otras, la obra Anochecer en la escollera III, una pieza marcada por la pincelada rápida y suelta que remite a lo fugaz y lo aproxima a la pintura impresionista que entonces triunfaba en Europa. Instalado en Godella desde 1895, la ejecución de este cuadro se ha puesto en relación con su cuaderno 76, que lleva por título Esperando repatriados, dibujos en los que Pinazo desarrolla la mirada de cronista y artista, movido por los acontecimientos contemporáneos y su incidencia social.