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SOCIALMENTE INQUIETO

De la Fuensanta a la Aguadora

  • Detalle de un grabado de la fuente de la villa vieja.

Durante siglos Alicante fue una ciudad sedienta, no había cerca ni ríos, ni lagos, ni la lluvia hacia presencia tanto como quisieran. Ya podían mirar al cielo e interpretar lo que se avecinaba analizando las nubes y los escasos chubascos, que la borrasca no llegaba salvo en contadas ocasiones. 

Siglos después los agricultores del valle del Vinalopó predecían el tiempo con las cabañuelas. Supongo que sabe a qué me refiero, ese método no científico por medio del cual se observan los primeros 24 días del mes de agosto de cada año para pronosticar qué tiempo atmosférico hará en los próximos 12 meses. En las cabañuelas de ida corresponde el día 1 de agosto al mes de agosto, el día 2 de agosto a septiembre y así sucesivamente hasta el día 12 de agosto que corresponde a julio. En las cabañuelas de vuelta el 13 de agosto corresponde a julio, el 14 de agosto a junio, el 15 de agosto a mayo, y así hasta que el 24 de agosto corresponde a agosto. Gracias a esa predicción algunos hombres del campo que plantaban o plantan uva vendieron y venden su cosecha con mucha antelación previendo que ese año evitarían - o no - una gota fría, o una dana como se llama ahora. Pasara lo que pasara, si prevén tiempo inestable en la fecha de la vendimia, su cosecha ya estaba vendida previamente.

Desde antaño los Monarcas de cada momento tuvieron que ingeniárselas para dar de beber a sus sedientos súbditos y a sus tropas. No iban a abandonarlos a su suerte, ya tenían bastante con defender el castillo y la plaza de incursiones violentas enemigas y ambiciones de todo tipo, para encima no tener ese preciado líquido imprescindible para vivir.

Permita que en esta crónica mencione un suceso de suma importancia ocurrido allá por el siglo XII, nada menos. La leyenda cuenta que en 1124 el Rey Alfonso I de Aragón El Batallador pasó por estas tierras camino de la actual Andalucía para combatir contra el infiel. Acamparon en los llanos del Tossal. Las tropas estaban sedientas. Al buen Rey se le ocurrió clavar su lanza contra el suelo con tanta fuerza, quizá por rabia, quizá por desesperación, que brotó un manantial de agua fresca y limpia. A esta fuente de agua se le llamó de la Fuensanta. Una vez se hubieran marchado, los pobladores de la Medina llevaron esa agua lo más cerca posible de sus viviendas por medio de canales en superficie o subterráneos. 

Siendo ya Alicante cristiana (1260), el Rey Alfonso X el sabio puso los medios necesarios para repoblar la villa. Entre ellos, invirtió 500 maravedíes “en axuda por aduzir el agua de la Fuente Santa a vuestra villa”, aprovechado la instalación hecha con anterioridad por los árabes. 

El agua de esta Fuente estaba en el lado oeste del Tossal, recorría la Partida de San Blas y llegaba hasta el mar en donde estuvo el Baluarte de San Carlos (al final de la actual avenida del Doctor Gadea).  A la Fuensanta se le cambió el nombre por Fuente del Través. Más tarde se le llamó de la Casa Blanca. Por medio de una canalización hecha por el hombre el agua bajaba a lo que hoy es el Paseo de Campoamor hacia el arrabal de San Antón, Díaz Moreu, Labradores (ya en la ciudad amurallada) hasta la plaza de la Mar en la actual plaza del Ayuntamiento.

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