Me permito proponer en estas líneas una ruta cultural por Alicante complementaria a las ya existentes. Se trata de un recorrido que nos descubre los monumentos y lugares conmemorativos que los alicantinos dedicaron en su día a las figuras foráneas que, a lo largo de la historia, nos visitaron y dejaron su impronta.
El punto de partida podría ser el Parque del Panteón de Quijano, que linda con la plaza de España, cuyo origen conviene recordar. El 9 de agosto de 1854 se dieron en la provincia de Alicante los primeros casos de cólera que se propagaba por medio de los puertos, donde desembarcaban pasajeros y animales contagiados. Una semana después, el vasco de Guetaria Trinitario González de Quijano es nombrado gobernador civil, y nada más llegar estableció unas disposiciones que involucraron a médicos, practicantes, farmacéuticos, políticos y sacerdotes, así como a tiendas de alimentación, posadas, fondas y hoteles.

- Trinitario González de Quijano. Grabado, 1854 -
- AMA
Ordenó ayudar económicamente a los más necesitados para que adquiriesen medicamentos y alimentos sin contaminar. Recorrió la provincia para supervisar el operativo sanitario, así como para visitar a los enfermos, e incluso llegó a donar su propio dinero a algunas familias pobres. Cuentan las crónicas que algunos agonizantes fallecieron en sus brazos. Su labor fue reconocida por la reina Isabel II que le concedió a primeros de septiembre la Gran Cruz de Isabel La Católica. Por desgracia, una semana después se contagió y falleció a los pocos días, justo cuando la epidemia empezaba a remitir. Su muerte impactó tanto a los alicantinos que decidieron levantar un monumento en su memoria que fue costeado por suscripción popular.
Luego nos dirigiremos ciudad abajo en busca del Monumento a Canalejas, sito entre el parque que lleva su nombre y La Explanada. José Canalejas, nacido en El Ferrol en 1854, está considerado como uno de los políticos de mayor relieve de finales del siglo XIX y principios del XX. Fue diputado por Alicante, periodo en el que impulsó numerosas obras para mejorar la ciudad, como el saneamiento urbano y la ampliación del puerto, por lo que fue nombrado Hijo Adoptivo. Su brillante carrera culminó al alcanzar en 1910 la presidencia del Consejo de Ministros, pero fue asesinado dos años después. Tras su muerte, Alicante le dedicó un parque e erigió un monumento.

- Monumento a Canalejas -
- PLAZA
La siguiente parada se encuentra bien cerca. Nos encaminaremos hacia el paseo que bordea la dársena hasta alcanzar el muelle de levante, donde encontraremos el Monumento a Archibald Dickson que rinde homenaje a la proeza humanitaria que el capitán del Stanbrook realizó al final de la Guerra Civil. Según relató en una carta que envió en abril de 1939 al diario británico Sunday Dispatch, atracó en Alicante a mediados de marzo a la espera de recibir un cargamento. Una semana después llegó una pequeña partida, al mismo tiempo que un millar de combatientes y políticos republicanos, acompañados en muchos casos de sus familias, empezaron a concentrarse en los alrededores del Edificio de Aduanas a la espera de barcos para exiliarse.

- Monumento al capitán Dickson -
- Fotos: Elías Alonso
Entonces, las autoridades del puerto le pidieron a Dickson que los acogiera, pero él se negó porque tenía órdenes de sus armadores de no aceptar a nadie, salvo que fuera estrictamente necesario. Los republicanos siguieron llegando procedentes de toda España, y por razones humanitarias decidió permitirles subir a bordo a pesar de tratarse de un viejo carguero de tan solo setenta metros de eslora. Alrededor de unos tres mil refugiados (la cifra exacta se desconoce) embarcaron precipitadamente y abarrotaron todo su interior, incluso las bodegas y la sentina. Dickson, tras comprobar que el muelle quedaba totalmente desierto, mandó zarpar en la noche del día 28 con rumbo a Orán y, según narró en dicha carta, al poco de partir se produjo un terrible bombardeo de la ciudad y del puerto. Finalmente, tras una travesía envuelta en la incertidumbre por si eran hundidos por barcos nacionales, el Stanbrook fondeó al día siguiente en Orán.

- Inicio de la carta del capitán Dickson al Sunday Dispatch -
- PLAZA
El cuarto lugar del itinerario se encuentra en el Yacimiento Arqueológico de Lucentum, cerca de la playa de la Albufereta. En su recinto se halla el Parque de la arqueóloga Solveig Norsdtröm. Nordström nació en Estocolmo en 1923 y tras cursar estudios de arqueología vino a Alicante en la década de los cincuenta del pasado siglo porque estaba interesada en nuestro rico patrimonio arqueológico. Al poco de llegar, supo del riesgo que corría Lucentum, pues querían demolerlo para levantar edificaciones. Un día que se encontraba en el yacimiento, vio un buldócer y salió disparada hacia el conductor mientras le hacía gestos para que parara.

- Solveig Nordström. Benidorm, 1979 -
- Foto: Rosa Antón
Una vez se detuvo, le preguntó qué iban a hacer y él le contestó: “Vamos a tirar toda esa basura porque aquí vamos a construir hoteles y viviendas de lujo”. En ese instante, Nordström se lanzó al suelo delante de la excavadora y a los pocos minutos se vio rodeada de gente, periodistas y de la policía que la amenazó con llevarla al calabozo. Su hazaña tuvo repercusión y fue recogida por la prensa internacional. Finalmente, no se construyó y al año siguiente Lucentum fue declarado Monumento Histórico-Artístico. Nordström falleció hace cuatro años en Benidorm, ciudad donde vivió la mayor parte de su vida.
Para llegar al siguiente alto de nuestro camino, nos dirigiremos a la Universidad donde enfrente de la Biblioteca General veremos el Busto de Amado Granell. Nació en Burriana a finales del siglo XIX en el seno de una familia acomodada que se trasladó a Valencia y, posteriormente, a Orihuela donde les sorprendió la Guerra Civil. Granell se alistó en el bando republicano, y derrotada la República marchó a Alicante en marzo de 1939 y se exilió en el Stanbrook. Al estallar la Segunda Guerra Mundial se incorporó a la Legión Francesa que luchó con los aliados. Lideró su compañía —La Nueve— que fue de las primeras unidades que ocuparon el Nido del Águila, el refugio de Hitler en Baviera, y la primera que entró en París para su liberación.

- Busto de Amado Granell. Universidad de Alicante -
- Foto: Elías Alonso
Poco después, el general De Gaulle le concedió la Legión de Honor. Permaneció en París hasta que volvió a España, bajo el amparo de don Juan de Borbón y con el acuerdo de los gobiernos de Francia y España. Puede extrañar que el régimen franquista mostrara su disposición a su regreso, pero esto se explica porque entonces se encontraba en un proceso de apertura al exterior y no podía negarse a la vuelta de un personaje reconocido a nivel internacional. Granell residió en varias poblaciones españolas y, finalmente, en 1963 recaló en Alicante donde abrió una tienda de electrodomésticos en la calle Poeta Zorrilla. Residió en nuestra ciudad en la más absoluta discreción hasta su fallecimiento en 1972.
Y para concluir nuestra ruta nos encaminaremos hacia el Monasterio de la Santa Faz donde nos sorprenderá ver en un lateral de la nave principal un Mural de azulejos con varias inscripciones en memoria de Juan Sebastián Elcano, curiosamente, también nacido en Guetaria como Quijano. Su vinculación con Alicante fue abordado por Pascual Rosser Limiñana en un magnífico artículo titulado “El legado de Elcano” que fue publicado en Alicante Plaza hace tres años, por lo que me limitaré a recordar sucintamente el hecho histórico.

- Instalación en conmemoración de Elcano. Monasterio de la Santa Faz -
- Foto: Fede Cano
Corría el verano de 1526 y Elcano, encontrándose en su segunda expedición a las islas Molucas, enfermó gravemente por lo que decidió hacer testamento. Indicó en el documento que había prometido ir en romería a la Santa Faz de Alicante, pero como vislumbraba su muerte cercana resolvió donar al monasterio 24 ducados de oro. Falleció a los pocos días, pero su deseo no se vio cumplido hasta 1944 en que una delegación de la Armada, autoridades civiles y numerosos alicantinos marcharon en peregrinación a la Santa Faz para entregar a las monjas el donativo que correspondía entonces a unas 15.000 pesetas. Elcano no pudo venir a Alicante, pero como estuvo en su espíritu visitarnos, se le puede considerar, al igual que a las figuras anteriormente mencionadas, un visitante de nuestra tierra.

- Azulejos con el testamento de Elcano. Monasterio de la Santa Faz -
- Foto: Fede Cano