VALÈNCIA. El 18 de julio de 1936, el día de la sublevación militar, una compañía de teatro universitario de repertorio clásico llamada El Búho fue detenida y atrapada en Montjuic. Tras su liberación iniciaron un cambio en su repertorio para empezar a hacer “teatro revolucionario y experimental” de la mano del dramaturgo Max Aub y junto a un equipo excelente de titiriteros que no dudaron en oponerse al régimen fascista. Al igual que pasó con La Barraca de Federico García Lorca y El teatro del pueblo de Alejandro Casona, El Búho fue uno de los grupos de teatro clave de la Segunda República española y de posicionamiento antifascista.
Ahora, desde el presente, el dramaturgo alcoyano Rafa Segura -también trabajador del Betlem de Tirisiti- escribe la historia de esta compañía teatral entre las páginas de El Búho. La memoria de las marionetas, una pieza que se publica dentro de la colección de libros teatrales Quaderns de Bitàcola de Carme Teatre y que ha contado con la tutorización de Jaume Policarpo, uno de los mayores expertos de marionetas en València. En esta pieza combina ficción e historia para hablar de la compañía teatral El Búho, basándose en un evento que marcó su historia: una misión clandestina durante la Guerra Civil para conseguir infiltrar a los titiriteros en un concurso de marionetas organizado por un bando sublevado.

- Concha Cervera, actriz de El Búho -
- Foto: VICENTE VIDAL CORELLA
Para emprender este viaje teatral, Segura se centra en la historia de la compañía tras la marcha de Max Aub a París, en el momento en el que un nuevo integrante llega a la compañía: un titiritero llamado Álvaro Ponsá, un pintor y maestro fallero valenciano. A través de Ponsá, uno de los pilares de la compañía, pero un gran desconocido, hace homenaje a su historia contando las hazañas de la compañía a través de sus ojos. Jugando a hacer otro tipo de teatro Segura mezcla ficción y realidad para imaginar el momento en el que la compañía inicia una misión casi suicida por parte del gobierno de La República: infiltrarse en un concurso de guiñol falangista en el bando de los sublevados y lanzar un mensaje de esperanza y cordura a los niños del otro bando.
Entre bambalinas Segura ahonda en el teatro de títeres en la Guerra Civil para darles una nueva vida desde el presente: “El títere es como la memoria, para que funcione se le tiene que dar vida porque si no se queda inerte como una estatua. En El Búho. La memoria de las marionetas, recojo estos hechos históricos para poner cara y nombre a una parte crucial de la Historia de España”.

- Intérpretes del guiñol de Álvaro Ponsá -
- Foto: VICENTE VIDAL CORELLA
Para superar este reto, Policarpo trabaja en un prólogo en el que explica las “funciones y formas de ver el mundo” de algunos de los protagonistas de esta historia: desde cronistas hasta titiriteros pasando por los actores, en un texto que, tal y como lo ve Segura, sirve para explicar y acompañar una parte clave de la historia que juega entre la realidad y la ficción: “Aunque en el arte en general las cosas se explican por sí mismas, en este ejercicio de memoria histórica nos parece importante separar ficción de realidad”.
“Cuando Jaume Policarpo explica cómo ven el mundo los dramaturgos, titiriteros y cronistas lo hace para reflexionar sobre la importancia de ser cuidadosos con los materiales con los que trabajamos, que son materiales históricos y que cuentan el pasado de personas reales”, explica el creador de esta pieza. Dotando a estos personajes reales de sensibilidad y diálogo, Segura consigue a través de esta obra contar la historia de la compañía, poniendo a Álvaro Ponsá en el centro para contar cómo fue la labor de la compañía en un momento de “efervescencia cultural en València”, arrancando desde la puesta en marcha de El Búho con el trabajo de dirección de Max Aub en los meses más activos de la guerra.

- Protagonistas del guiñol de Álvaro Ponsá. -
- Foto: VICENTE VIDAL CORELLA
“Es interesante emprender este viaje a través de Álvaro Ponsá porque es una figura extraña. Él hacía títeres y entró a la compañía cuando Max Aub se marchaba, le hizo relevo”, explica Segura, quien presenta a Ponsá en el libro como "titiritero casi sin experiencia”. Entre el elenco de la obra también se encuentran otros personajes reales como Concha Cervera, la primera actriz de la compañía, Ángel Echenique, presentador de radio “en prácticas” y personajes secundarios que pasan a ser principales como José Ricardo Morales, el “dramaturgo sin obra”. “Morales es el dramaturgo que estuvo en El Búho desde el principio, fue una figura importantísima tanto en València como en Chile, donde se exilió y acercó el repertorio de El Búho, generando allí el primer grupo de teatro experimental”.
“La obra es muy coral, bastante novelera y un poco larga para ser una obra. Hablando en términos dramatúrgicos, para llevar la pieza al escenario, habría que recortar algunas partes del relato, pero perdurarían las ideas que sobreviven al tiempo”. Y lo hacen entre personajes ficticios como Fascistilla, Fascistote y Fascistuto -bautizados como los tres fascistas- y otros que existieron, pero que parecen inventados como el Primo de Primo de Rivera. Todos ellos componen un universo en el que Álvaro Ponsá, junto a sus títeres, se embarca en su propio viaje del héroe en el que los títeres le alumbran el camino. “Con esta investigación pretendo mostrar el poder evocador que tiene un títere. Los niños y los mayores los miran con fascinación. Aunque el teatro de humanos también puede conseguir esto, los títeres tienen una personalidad mucho más fabular e inocente”.

- Público del guiñol de Álvaro Ponsá -
- Foto: VICENTE VIDAL CORELLA
Esta investigación, y por ende esta pieza teatral, llega tras centrarse también en la figura de otros titiriteros como Miguel Prieto con su compañía La Tarumba, también activa durante la guerra civil española. Al igual que en el texto que genera sobre Prieto en El Búho. La memoria de las marionetas, Segura encuentra un lugar para hablar del teatro de marionetas creado en “turbulentas circunstancias”. Lo hace con cariño, humor, siguiendo los pasos de los titiriteros que cambiaron la historia de España y generando un texto que genera la misma fascinación que un buen espectáculo.
Al final del libro, antes de ver las imágenes que constatan la existencia real de la compañía, una advertencia para los creadores que le lean: “Soy consciente de que la obra como texto teatral desborda sus posibilidades de representación. No es mi intención seguir la idea romántica de escribir obras de teatro irrepresentables, aunque a veces fantasee con ser Valle-Inclán”, y una celebración sobre una historia que es imposible de acortar, que tiene los hilos muy largos y miles de caras: “¡Larga vida al guiñol de El Búho y de la Alianza!, ¡y que vivan los títeres!”. Y con este final, Segura se cerciora de que la compañía El Búho, los títeres y su memoria, vuelvan a volar.