VALÈNCIA. Spotify, líder mundial en el mercado del streaming musical, atraviesa el peor momento reputacional de su historia. La empresa sueca lleva mucho tiempo reuniendo papeletas para ganarse el boicot que sufre actualmente por parte de artistas y usuarios a nivel global. En 2025 las redes sociales se han plagado de mensajes que animan a cambiarse a plataformas como Tidal, Qobuz, Deezer o Bandcamp, pero la realidad es que en España todavía son minoritarias.
La animadversión hacia el modelo de negocio de Spotify no tiene una, sino varias ramificaciones. La primera es vieja y muy conocida: la mísera remuneración por reproducción que llega a los artistas. Aunque el 70% de la facturación de las empresas de streaming se reparte en concepto de derechos de autor, el sistema está montado de modo que este dinero acaba principalmente en manos de los tres grandes conglomerados que se reparten el negocio musical mundial: Universal, Sony y Warner. El modelo de negocio pro rata implica que cada artista recibe una parte en función del porcentaje de escuchas que representa sobre el total global; es decir, el sistema redistribuye el dinero de todos los usuarios hacia los artistas más masivos, aunque esos usuarios no los escuchen.
Como explica muy bien la periodista e investigadora Liz Perry, autora del libro Mood Machine: The Rise of Spotify and the Costs of the Perfect Playlist (Simon & Schuster), la idea utópica de que el streaming iba a salvar a los artistas de la piratería es muy relativa; salvar a la industria musical no es lo mismo que salvar a los artistas.
Alianzas injustificables
Sin embargo, el sarpullido de polémicas que ha afectado a Spotify en los últimos meses está relacionado en gran parte con cuestiones que trascienden el hecho musical y que dejan claro que la plataforma sueca no solo es un intermediario tecnológico neutral, sino un agente con oscuros intereses políticos y económicos. La inversión millonaria del CEO Daniel Ek en el desarrollo de softwares de IA para la industria militar o la emisión de publicidad vinculada al reclutamiento del ICE (el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) ha impulsado boicots por parte de artistas y usuarios. Algunos casos han sido muy sonados, como el de Massive Attack o King Gizzard & The Lizard Wizard, y otros son de carácter más simbólico pero muy meritorio, porque viene de artistas de pequeño y medio alcance.

Es el caso de los 162 grupos musicales de Euskal Herria, agrupados en la plataforma de apoyo a Palestina Musikariak Palestinarekin, que el mes pasado decidieron retirar su música de Spotify cuando se supo que Daniel Ek -que por cierto el 1 de enero dejará de ser CEO de la empresa que cofundó en 2006- había financiado el desarrollo de drones equipados con inteligencia artificial. Un gesto que no es tan fácil de implementar para muchos artistas que dependen actualmente del streaming para sostener o ampliar su base de fans. Aunque existen muchas plataformas alternativas, Spotify sigue siendo de largo el principal operador del mercado, con una cuota del 35% en España.
Nega: “Todo esto apesta y es insostenible”
Preguntamos sobre esta cuestión a Nega, cofundador junto a Toni Mejías de la veterana banda de rap valenciana Los Chikos del Maíz, que cuenta con casi 93.000 oyentes mensuales en Spotify. “Cuando estallaron todas las miserias del dueño de Spotify (su vinculación con la industria armamentística y el Estado genocida de Israel) nos pilló ya con el grupo parado y a Toni en plena paternidad. Es una cuestión que deberemos abordar tarde o temprano. No es algo que haya estudiado en profundidad y no sé cuales son las alternativas, porque Amazon Music o Apple Music no es que suenen muy a socialismo precisamente. Lo único que sé es que todo apesta y es del todo insostenible. Confío en el ingenio colectivo y en que tarde o temprano se vayan generando alternativas. Una opción es salir sin más, somos un grupo que vende muchas entradas para las pocas escuchas digitales que tiene. Y para la mierda que pagan… Todo se verá”.
“A nosotros estas polémicas no nos están afectando de manera nueva, en el sentido de que hace mucho tiempo que sabemos que, como decía Tricky a finales de los 90, “Al final todo acaba en las armas” -comenta, Pau Roca, guitarrista de La Habitación Roja, una de las bandas valencianas de mayor popularidad en Spotify (casi 253.000 oyentes mensuales)-. Estamos acostumbrados a vivir rodeados del mal. En nuestro pequeño campo de acción hemos mantenido una estructura lo más sostenible (sellos pequeños y un proceder muy cercano al DIY) y respetuosa con nuestras ideas, pero somos conscientes de que es muy difícil controlar todo el flujo del dinero, que siempre acaba en las mismas manos, que son oscuras. Las multinacionales no están compuestas por gente especialmente inteligente, pero sí tienen mucho poder y son hábiles a la hora de adaptar sus negocios”.

- La Habitación Roja celebró sus 25 años de trayectoria en el Principal. -
- Foto: KIKE TABERNER
“Rozan el monopolio. O estás aquí o no estás en absoluto”
A pesar de todo ello, Roca responde directamente a nuestra pregunta con resignación: “No creo que nos podamos permitir no estar en las plataformas de streaming (no olvidemos que las otras importantes son Apple o Amazon, que no serían ONGs precisamente) al igual que no nos podemos permitir no estar en Instagram o X. Su poder roza el monopolio y con eso juegan, o estás aquí o no estás en absoluto. Tidal ofrece mejores repartos de derechos y su estructura, a pesar de, cómo no, tener un fondo detrás, parece que es un fondo no tan brutal como Blackrock Inc (que está detrás de Spotify y es satanás en la Tierra). Es una de las mejores opciones que existen hoy en día. De todas formas, como decía antes, los fondos están detrás de todo y creo que es el consumidor el que tiene que tomar sus propias decisiones. Netflix ha retirado hace unos meses todo rastro de cine palestino, Apple ha apoyado a Trump, por no hablar de Meta etc. La única opción sería que existieran estructuras dependientes del estado o organizaciones sin ánimo de lucro que proporcionaran un servicio a quien deseara compartir su música con unas reglas y normas claras y auditables. No sería muy complicado de hacer, si le interesara a alguien”.
El gran robo
Durante la gestación de este artículo, Spotify ha vuelto a saltar a la primera plana, pero en este caso en calidad de damnificado. Un grupo vinculado al buscador de código abierto Anna’s Archive ha asegurado que ha extraído metadatos de unos 86 millones de archivos de audio (unos 300TB); entre ellos los temas que acumulan más escuchas. El grupo afirma que es parte de su misión de crear un “archivo de preservación” de música, aunque muchos expertos opinan que estos datos podrían ser utilizados para entrenar modelos de generación de música con IA. Curioso este último punto, si tenemos en cuenta que otra de las polémicas a las que se enfrenta Spotify actualmente tiene que ver precisamente con la promoción de canciones de IA en sus playlists como medio para ahorrarse derechos de autor y obtener ingresos complementarios. Podríamos calificarlo irónicamente de “acto de justicia poética” si no fuera porque, de nuevo, los artistas de música original son los más perjudicados.
“Justo ahora leía que han hackeado la plataforma y robado casi el 100% de todo el catálogo de Spotify. Y yo que me alegro, la verdad -comenta Nega-. Estamos en un mundo en el que es imposible alcanzar un puesto de ese nivel o repercusión sin ser un auténtico miserable sin escrúpulos. Meta, Google, Amazon, Tesla, Spotify… No hay un CEO que no merezca tres cadenas perpetuas”.