ALICANTE. Costó que Alicante le cogiera el aire a la modernidad. Probablemente no supimos lo hambrientos que estábamos hasta 1991, cuando abrió la sala Clan Cabaret en una zona, la de detrás del Mercado, por la que entonces los jóvenes solo volábamos de paso hacia el Barrio, hacia la plaza de Balmis, cuyo nombre nadie conocía, hacia el entorno, ahora improbable, de la antigua Estación de Autobuses.
El 19 de septiembre, esa fecha como cualquier otra en la que de repente estalla una guerra después de hacer ejercicio o cambia la cultura de una ciudad. La recuerda Mamen Serrano, propietaria, ideóloga, mecenas y timonel del Clan, en Alicante casi siempre era el Clan, con la voz y el aliento fatigados de toda una semana destinada a cerrar un ciclo. Del estallido de una supernova. “Estoy entre triste y aliviada”, confiesa, tras aparecer la noticia, y su enorme repercusión, en las redes sociales. Este sábado, 1 de abril, baja la cancela definitivamente. Por jubilación. Y hasta desde el otro lado del teléfono se respira la densa humareda de quien no está para más historias. Cierra el Clan. Punto final.
Casi todo lo que sucedía fuera de Alicante tuvimos que aprenderlo en este local con escenario, cabina de DJ, paredes disponibles, una oficina en lo alto que parecía la sala de monitoreo de un TAC y el suelo ajedrezado. Por allí se colaron el tardeo, los afterhours, los monólogos y las performances. Casi nada se llamaba así, pero es que estaba todo por estrenar. Eran los 90, andábamos aún lejos de tener que preocuparnos. Mamen siempre contaba la anécdota de que, al principio, durante la reforma del inmueble o ante la llegada de diferentes proveedores, siempre le preguntaban por un hombre. “¿Nena, está tu padre?”.