MADRID. Citroën, dentro de su ofensiva SUV, ha decidido con el C4 Cactus, que nació más crossover que turismo, hacer una transformación a la inversa y dotarle de una imagen más de berlina que de todocamino.
A pesar de que lo que actualmente más demanda la gente es un SUV, la marca gala del doble chrevon ha procedido a una actualización del C4 Cactus en la que no ha apostado por esa apariencia.
Al contrario, podemos decir que ha dulcificado su diseño y le ha modificado los rasgos que le emparentaban con los todocaminos, como una carrocería más alta o unos pasos de rueda más marcados.
El resultado es que no ha recibido el “apellido Aircross”, que sí lleva la versión campera del C3 y el nuevo C5.
Habrá a quien le guste esta decisión y a quien no, pero para gustos… colores.
Y ya que hablamos de ellos, lo primero que llama la atención es que los Airbump (los remates de plástico situados a mitad de puerta en el modelo de 2014 para salvar la pintura de golpes y arañazos) se han reducido a una línea en la parte baja del vehículo, lo que casi hace que se les confunda con una talonera.
Lo bueno es que además de en negro o gris puede tener remates en color (rojos o blancos) que también se repiten en los marcos de los antinieblas, lo que le da un toque informal y juvenil al coche que le sienta muy bien.
Otro cambio apreciable en el exterior del C4 Cactus, al que Citroën define como berlina, es el referido a los faros delanteros. Ahora son mucho más estrechos y alargados, y quedan camuflados con la rejilla en la que va montada el logotipo de la marca.
Con esta modificación, el C4 Cactus gana más en seriedad comparado con el modelo al que sustituye, que parecía más ancho al situar la doble mirada lumínica en los extremos del frontal.