VALÈNCIA. En Alboraya ha aparecido una puerta misteriosa que, desde hace meses, cobija el proyecto de arte contemporáneo más joven de la escena valenciana. El espacio, sin embargo, prefiere camuflarse entre la fauna urbana. El portón amarillento no cuenta con ningún indicativo que desvele o, al menos, dé una pista sobre lo que allí dentro atesora. En el local contiguo, un horno que despierta el hambre de cualquiera. Frente a él, un centro de formación en odontología. Ambos locales llaman más la atención que ese bajo perdido en la calle Diví Mestre. Y es que aquello de mimetizarse con el entorno, de levantar un proyecto cultural sin confeti ni photocall, no es casualidad. Es un espacio hecho desde el barrio, desde Alboraya. Sin complejos y sin ganas de aparentar lo que no es. Se trata de Zape, la nueva aventura expositiva impulsada por el artista (aunque más tarde hablaremos sobre esta palabra) Guillermo Ros (Vilanesa, 1988), un espacio que inicia su andadura este mismo fin de semana con el objetivo de servir como revulsivo a la escena cultural actual. Pero antes de irnos de inauguración, vamos al origen.
El espacio, un antiguo almacén comercial, se convirtió durante meses en la segunda casa de Ros, un taller desde el que dio forma a Un ejercicio de violencia, su aplaudida exposición en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM). Allí levantó los pilares que todavía ocupan la galería 6 del museo y modeló las ratas mutantes que campan a sus anchas por el piso superior de la sala. Pero esa tarea no la llevó a cabo solo, aunque sea su nombre el que corone carteles, catálogos o charlas. Porque, ¿a quién se le ocurre preguntar en una exposición quién ha producido el diente metálico que asoma por la boca de la rata? Por si se lo preguntan, su nombre es David García, es herrero y el material con el que creó la pieza es Acero de Damasco. Él, como tantos otros creadores, fueron una parte clave para levantar el sueño de Ros, un sueño compartido que tiene mucho que ver con cómo entiende el trabajo creativo, un proceso en el que cada pieza es clave, cada obrero. Y obreros allí son todos.