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18 mujeres se juntan para hablar de superación y micromachismos

'Voces que cuentan': sororidad en clave gráfica

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CASTELLÓ. Nos cuenta Patricia Campos que todavía hoy muchas niñas le preguntan si las mujeres pueden ser pilotas. Ella lo es. "No soy una mujer disfrazada de piloto", aclara. La castellonense siempre sintió gran pasión por los aviones y el fútbol, aunque le dijeran que éstas no eran aficiones para chicas. Sin embargo, poco le importó y en 2005 se convirtió en la primera mujer piloto de reactor de la Armada. Y no solo esto, ocho años después consiguió su otro objetivo, ser entrenadora de fútbol en Estados Unidos. La suya no es una historia habitual. No todas las mujeres han podido ni pueden dedicarse a lo que querrían, por eso hablar de las que lo consiguen es un imperativo. Con su experiencia, Campos quiere inspirar a otras niñas: "Hay que luchar como sea para conseguir lo que una quiera en esta vida".

También lo quieren hacer, con sus respectivos relatos cotidianos, Julia Otero, Lola García, Diana López Varela, Estefanía Molina, Eva Amaral, Leticia Dolero, Sandra Sabatés o Almudena Grandes. Todas estas mujeres han compartido pluma en Voces que cuentan, una novela gráfica que te revuelve por dentro cada vez que empiezas y terminas cada una de sus historias. No hay mucho misterio. Hay que nacer mujer para entender cada una de las vivencias que cuentan. Profesionales super capacitadas que encuentran pocas oportunidades y cobran menos que un hombre por su trabajo. Madres que deben arreglárselas como sea para compaginar sus ambiciones con sus obligaciones como amas de casa. Mujeres que se autosilencian por creer que sus opiniones carecen de interés y fundamento. De hecho, no importan los estudios o el posicionamiento que se tenga de cara a la sociedad, este es un problema que arrastran la mayoría de ellas.  

Cuenta David Hernando, director editorial de Planeta Cómic, que cuando empezó a preparar esta antología, la respuesta que más encontraba era un "No tengo nada interesante qué contar". ¿Cómo? Escritoras, periodistas, cineastas, politólogas, cantantes.... Como dice el mismo Hernando, solo viendo sus nombres y lo que hacen, una sabe que eso es imposible. "Ya sea en el terreno personal o profesional, todas ellas tienen cientos de historias interesantes, relatos que ayudarían a otras personas a verse reflejadas o representadas". Pero estas mujeres, de primeras, creyeron que no era así, que sus íntimas historias no debían copar las hojas de ningún libro. 

"No me hubiera encontrado la misma respuesta si hubiera sido una antología de perfiles masculinos. Habrían faltado páginas para narrar todo lo que ellos habrían creído relevante contar. Por eso, las voces reunidas en esta antología no solo cuentan, sino que importan. Son un ejemplo de historias personales, de superación, de darse cuenta en momentos puntuales de sus vidas de a qué querían dedicarse o por qué son cómo son hoy. Historias costumbristas muchas de ellas que seguramente han ocurrido en multitud de vidas a diario y que en otras circunstancias quedan silenciadas. Desde el primer 'no tengo nada interesante que contar' quedó claro que era todo lo contrario y que esta obra coral tenía que ver la luz", recalca Hernando. 

"Nos salimos del relato individualizado" 

Sumergirse en Voces que cuentan es una expedición sencilla, fácil de seguir. No ocupan muchas hojas las experiencias que cada una de ellas relata. Les basta con unas pocas hojas para inspirar y empoderar. Además, si algo engancha de esta novela es el impacto visual que provoca. Cada historia va acompañada del trabajo de una ilustradora. Es decir, cada una de sus reflexiones ha tomado forma gracias a los dibujos que otras mujeres artistas han hecho para ellas. Es pues a través del imaginario de Ada Diez, Agustina Guerrero, Akira Pantsu, Ana Oncina, María Hesse, Raquel Riba Rossy, Sandra Cardona, Sara Herranz y Sara Soler que podemos comprender mejor por lo que cada una ha pasado. 

Y hacerlo posible se ha convertido, además, en todo un reto para unas y otras, ya que hablamos de un proyecto que, desde el primer momento, dejó de ser propio para volverse colectivo. Y lo hizo, se volvió colectivo, cuando la mayoría no se conocían entre ellas. 

En su caso, a la valenciana Ada Diez la 'fichó' la misma Júlia Otero, quien llevaba tiempo observando su trabajo. "Me quedé impactada cuando me pidieron ilustrar a Júlia Otero. Es una gran responsabilidad hacer tuyos relatos tan cotidianos e íntimos. Además, había hecho mis pinitos en el cómic, pero no es lo que se ve habitualmente en mi trabajo. Aun así, era algo que pensaba hacer algún día y me animé", cuenta la ilustradora.

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