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el muro

Un teatro no es política

  • Foto: EVA MÁÑEZ

Cada hora mantengo menos esperanzas de que alguien sea capaz de solucionar esa nebulosa de gestión que existe en torno al Palau de les Arts. Vamos para más de trece años -casi cuatro de nueva legislatura -, y todo parece estar donde se quedó: en el limbo del quiero y no puedo, o del no quiero y menos puedo, que es la conclusión que muchos/as están sacando de su continuo traspiés.

Tocar poder y notoriedad no significa ser institución, o que la institución sea propia. Todos pasaremos a la historia, pero las instituciones quedarán. Es lo importante. Los daños, sin embargo, pueden ser irreparables cuando debería de primar la estabilidad. El desconocimiento es un riesgo cuando se asumen responsabilidades sugeridas, aunque de consecuencias imprevisibles si no se conoce bien el tapete de juego.

Y es que, ya me dirán si es muy normal que dos directores generales a cargo de la gestión interna del coliseo, nombrados por el actual tripartito en el poder, hayan salido a la carrera en solo veinte días. Algo grave pasa allí dentro y parece que nadie sabe solucionarlo por mucho cargo que se reparta. De otra forma no se entenderían cuatro dimisiones -Intendente y Director Musical añadidos- en apenas nueve meses. Es un hecho sin precedentes, una caricatura de nuestra realidad cultural. 

Cuentan unos que el Patronato de los “independientes” quiere mando en plaza sin haber estado en la trinchera.  Otros relatan que la Conselleria de Cultura no se aclara, ni tiene  ganas, salvo para quedar bien con unos e invitar a otros. Su desconocimiento es absoluto y peor su desconfianza e intromisión. Presidencia no se atreve. Está “ocupada” en otros asuntos y éste no es el suyo. Grave error. No quiere más líos. No desea asomarse al abismo.

En todo este tiempo no han existido noticias sobre nuevos patrocinadores, pese a lo que cuesta de mantener el coliseo. Sólo sabemos de sus decisiones por fotografías promocionales, con lo que cuesta encender la luz para los retratos.

Internamente cada unidad negocia lo que mejor le conviene: coro, orquesta, personal, técnicos... Ya no hay pactos. Se han acabado. Son versos libres. No importan las traiciones y menos la unidad. No existe discurso. Algunos aún creen que con una imagen promocional se salva todo, o con una nota de prensa amable, incluso a través de simples promesas. Tampoco sé sabe dónde está el Consell de Cultura, o qué opina al respecto. Los que deberían mantenerse como voz libre e independiente para actuar como conciencia cívica, esto es, todas esas asociaciones de melómanos y amigos del bel canto, están pillados de pies y manos. 

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