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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Revistas de música que vienen del pasado

VALÈNCIA. Las revistas musicales en España fueron al principio una cosa extraña. Hoy en día, solo con mirar la cantidad de festivales de música que se organizan aquí, cuesta trabajo pensar que en una época no demasiado lejana había que apañárselas para poder leer sobre Roxy Music, Ramones o The Who.

El otro día hablaba con Juan Puchades sobre las viejas revistas musicales. No sobre las nuevas, ni sobre las revistas musicales en general, solo las viejas. Las que leíamos él y yo siendo jovencitos ávidos de información acerca de cosas que, a veces, nos quedaban muy lejos. Juan lleva casi 20 años al frente de Efe Eme. Primero fue una publicación mensual, después se transformó en web, para terminar renaciendo posteriormente en papel, con otro formato y otra periodicidad, y conviviendo con su hermana digital. Así que Juan sabe lo que dice cuando se trata de revistas musicales en España. Y eso, al margen de la experiencia, el instinto y la tenacidad, se debe a lo mucho que disfrutó leyendo esas viejas publicaciones que hoy son historia y puede que hasta pasto del olvido.

Leer para luego escribir

Las revistas de las que hablo son cabeceras antiguas. Existieron antes de que ninguno de sus lectores pudiera soñar siquiera que algún día, en un teléfono diminuto y sin cables, podríamos ver y escuchar a nuestros músicos favoritos. Más allá de las colecciones privadas y de los pedeefes suspendidos en el ciberespacio, todo ese papel, toda esa información ahora mismo depende de la memoria más que de la historia. Incluso para las supervivientes de aquella era, como Popular 1, o para Ruta 66 y Rockdelux, que fueron la continuación de otras más antiguas. Las recuerdo porque con ellas me formé como periodista musical. Hojas y hojas que leí y releí tantas veces que, cuando me puse a escribir sobre música creo que lo hice porque todas esas lecturas tenían que manifestarse de alguna manera.

Masters and commanders

Comentábamos Juan y yo, en una terraza de Patraix, el recuerdo de algunas de aquellas portadas, el sabor de ciertos artículos escritos por firmas que, no importa el tiempo que pase ni lo que lleguemos a escribir nosotros, siempre serán nuestros maestros. Maestro es una palabra un tanto gastada que muchas veces ya no significa nada más que el intento de halagar. Un término que, como grande o mítico, vale para casi todo el mundo aunque no sea maestro de nada, ni grande y mucho menos legendario. Pero si he de hablar de aquellas firmas, solo puedo referirme a ellos como maestros. Quien quiera investigar un poco más sobre este tipo de nostalgias y herencias debería leer Juegos reunidos, de Marcos Ordóñez, otro maestro. En la época en la que yo y los de mi quinta solo podíamos leer, ya plasmaba en negro sobre blanco su atracción por todo aquello que nos ayuda a escapar. Desde que descubrí su último libro, me siento mucho menos solo al escribir estos artículos. Como apuntaba Antonio Muñoz Molina en un artículo sobre libros de memorias firmados por hombres, los varones somos siempre más remisos a parecer vulnerables.

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