VALÈNCIA.- El catalán Marcos Prior (Barcelona, 1975) es uno de ese creadores difíciles de definir. Entre otras cosas, por su doble condición de guionista y de dibujante, que unas veces sí y otras no cabalgan juntos. Luego, por su capacidad camaleónica de cambiar de estilo tanto gráfico como narrativo con una soltura poco habitual. De todo eso da fe su último trabajo, La noche Polar (Astiberri), en el que es responsable tanto del texto y el dibujo como ya ocurrió con Necrópolis (Astiberri) hace ahora cuatro años. Entre ambos trabajos hay, lógicamente, muchos puntos de contacto aunque en esta ocasión Prior parece haberse lanzado a la piscina para hacer un relato no apto para todos los públicos, y que solo se pueden permitir aquellos autores que ya tienen una sólida trayectoria con la que avalar ante sus lectores aventuras narrativas como esta.
La noche Polar, hay que decirlo, no es una obra fácil ni parece pensada para gustar a todo el mundo. Tiene mucho de juego y de rompecabezas, como demuestra tanto una portada que imita los dibujos de 'conecta los puntos' para niños como la presencia de una rayuela para numerar los capítulos, ese juego con mil nombres en el que hay que ir saltando de una casilla a otra siguiendo la numeración y que Julio Cortazar utilizó para bautizar su famosa 'antinovela'. Un juego, además, con una construcción caleidoscópica que se traduce, por si fuera poco, en una variedad de estilos que va mutando en cada capítulo y en el que lo mismo el lector puede adivinar algo del clásico Harold Gray y su Little Orphan Annie que de Bill Sienkiewicz.
El propio título ya anuncia por dónde van los derroteros. Alude a esa noche eterna que se produce en los círculos polares y que se prolonga durante las 24 horas del día (y a lo largo varios meses). A largo plazo, puede tener efecto en los humanos como causarle depresión o (dicen) síndrome de solipsismo, es decir imposibilidad de distinguir la realidad de lo que no lo es. Ese es el efecto del cómic en el lector que se verá obligado (quiera o no) a recurrir una y otra vez a internet para intentar descubrir las claves que se ocultan (o no) tras el relato. Y ese es el juego: buscar el límite entre la realidad y la imaginación y cómo se relacionan, saber qué parte del relato está basado en hecho reales y cuáles son nacen de la imaginación de Prior.