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HILANDO FINO

Que el diluvio universal nos pille en el cine

“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”

VALÈNCIA. En estos días de gota fría y ambiente apocalíptico, cuando el cielo gris se rompe sobre nosotros en forma de diluvio universal, dan ganas de emular a Ingrid Bergman en Casablanca. Mirando cada cual a su Bogart particular, no hay mejor momento que ahora ni lugar más propicio que esta València catastrófica, para decir aquello de: “el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”. Aunque mejor sería adaptarlo a: “el mundo se inunda y nosotros nos enamoramos”

Quizás suene algo exagerado pero esta semana tenemos excusa para sentirnos muy cinematográficos. ¿El motivo? La inauguración este pasado jueves de la 33 edición de la Mostra de València de Cinema del Mediterrani que tras seis años de ausencia vuelve para celebrar nuestro cine y también dar cabida al que se produce en las dos orillas del Mediterráneo. 

Pero antes de celebrar el retorno de la Mostra y de que saltaran las alertas por tormentas, el pasado martes cuando todavía llevábamos sandalias y manga corta nos acercamos, una noche más, a la barra de Maipi. En realidad, la barra de Maipi siempre está cerca porque es de esos lugares a los que una, aunque pase el tiempo -poco- y se deje deslumbrar por el espejismo del diseño y la cocina fusión, siempre vuelve y tiene la sensación de no haberse ido nunca. De sentarse en un taburete en la barra y sentirse como en casa, con la certeza de que ahí las cosas son tal y como las ves. Sin artificio ni purpurina. Solo producto de la mejor calidad y una plancha siempre en marcha y que nunca engaña. El pasado martes, la excusa -como si le hiciera falta alguna- para volver a Maipi fue que sus dueños Gabi y Pilar celebraban 35 años desde que abrieron las puertas de este pequeño local donde entre plato y plato de sepia, chuletitas, ensaladilla rusa o croquetas, más de una generación colecciona confidencias, celebraciones, noches memorables, conversaciones... y alguna promesa de la que sólo su barra es testigo. 

La bajada de temperatura nos ha sorprendido a traición sin haber hecho todavía el cambio de armario y tenemos una extraña mezcla donde conviven vestidos de tirantes, botas de agua, pantalones cortos y chubasqueros. No hay quien se aclare con este tiempo donde las cuatro estaciones se alternan en un solo día. Hasta hace nada hacía un calor sofocante y de pronto te encuentras comiendo un cocido. En el restaurante Los Madriles han abierto la veda con la Fiesta del Cocido que celebraron el pasado miércoles preparando el primer cocido de la temporada. A partir de entonces ya se puede disfrutar a diario en su restaurante del cocido más tradicional aunque algo adaptado al Mediterráneo, por eso de los tirantes y las botas de agua, digo yo.

 

En realidad, no paramos de encontrar facilidades para ayudarnos a superar la llegada del otoño, ya sea de forma gastronómica o en clave de moda con las nuevas propuestas de la temporada. Los escaparates están tan llenos de animal print que ni en el Bioparc, hay más cuadros que en una concentración de clanes escoceses o de alumnas del Guadalaviar y abrigos de pelo sintético de colores que son tan ecológicos como antiestéticos. Por suerte, siempre nos quedará un oasis de paz en forma de básicos, ya saben, un jersey negro, unos jeans o una camisa blanca.

Justamente del amor por las camisas surge la firma SAI (Shirts And Icons) y que acaba de presentar Estudio Savage. SAI recoge detalles de grandes iconos del arte en sus formas, texturas y colores. Su primera colección se inspira en las obras de Sorolla con camisas confeccionadas en voile de algodón y popelín plisado que juegan con distintos patronajes y detalles.

Si tiene que llegar el diluvio universal que nos encuentre en el cine, no se me ocurre plan mejor para los días de lluvia. Y así fue, mientras nos caía la gota fría muchos imitamos a Gene Kelly en Cantando bajo la lluvía saliendo a la calle riéndonos de las nubes bajo el paraguas para asistir a la gala inaugural de la Mostra de València-Cinema del Mediterrani celebrada el jueves en el Palau de la Música de València.

Desde 2011 no teníamos la oportunidad de asistir ya que la Mostra fue cancelada debido a los recortes de presupuesto. Seis años después “resucita” en su edición número 33, todo encaja. Así que a pesar de la gota fría y aunque muchos de los asistentes que se esperaban no pudieron llegar debido al colapso de la ciudad, la Mostra volvió a encender el proyector.

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