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desde zonas sectorizadas a recintos con mesas

Prueba y error: así son los festivales de la nueva normalidad

  • Feslloc 2021. Foto: CARME RIPOLLÉS
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CASTELLÓ. Son las siete de la tarde pero el sol cae fuerte sobre Benlloc. Los más puntuales, los que no quieren perderse ni un minuto del festival, ya aguardan sentados a que empiece el concierto de BlackFang. Es la vuelta del Feslloc, porque aunque el año pasado se celebró, fue en pequeño comité. Solo 160 personas pudieron disfrutar de los directos que se dieron a 13 kilómetros del recinto habitual. En sillas separadas, reagrupadas de dos en dos y con un público mucho más descolocado que ahora por eso de bailar sentado, la edición se esforzó con todo por ofrecer doce horas ininterrumpidas de canción. Pero aun así, aunque el Feslloc sirvió como empujón, hacía falta algo más para volver a sentir ese hormigueo que produce ir de festival. El pasado mes de julio, la cita de música valenciana lo volvió a intentar. Con más público, con otra distribución y de vuelta al recinto que lo vio nacer. ¿Pero fue suficiente?

Junto al Feslloc, otros ciclos han querido hacer menos raro y frío aquello de cantar, y compartir recinto, con el rostro tapado. El calendario de este verano está lleno de propuestas nuevas que han aparecido de la nada para mantener, mínimamente, encendida la llama del directo. Ni el FIB y el Low Festival en julio, ni el Arenal Sound y el Rototom en agosto. Todos, o prácticamente todos, los macrofestivales han preferido esperar hasta 2022 para llevar a cabo sus conciertos en el formato habitual. En su lugar, otras citas, con conciertos y entradas individualizadas han tomado el control. 

Propuestas que están saliendo adelante, aunque lidiando con problemas de última hora. La cancelación de alguno de los conciertos por tema de covid no ha dejado de estar y lamentablemente son muchos los factores que hacen imposible que estas citas nos ayuden a recordar lo que era disfrutar de una experiencia igual. Eso sí, si hay algo que ninguna medida sanitaria puede impedir, es que la música nos agite y nos consiga emocionar. 

Foto: CARME RIPOLLÉS

Cada festival tiene su 'librillo'

Hasta ahora las diferencias entre los festivales se limitaban básicamente a su cartel. Aunque no siempre. Cada vez se repetían más los nombres, es verdad. Pero, generalmente, era lo que les hacía diferentes, o así se intentaba. En cuanto a sus infraestructuras, sí eran más parecidas. Recintos que abarcaban entre uno y tres escenarios, con puestos de comida y bebida, y con una zona de descanso (o vip) a su alrededor. Sin olvidar, además, la zona de acampada. El símbolo casi por excelencia para identificar un festival frente a cualquier otra propuesta musical.

No obstante, Sanidad dejó claro que este año tampoco habría acampadas. Motivo por el cual festivales como el Rototom Sunsplash decidieron cancelar y esperar. "No podemos invitar a nuestro público a un concierto de una o dos noches y ¿después qué hacen? ¿Dónde se van? Falta el alma del festival. Nosotros no somos un festival de conciertos. Para muchos son sus vacaciones", explicaba el director de Comunicación, Claudio Giust a Castellón Plaza, quien no veía en el ciclo de conciertos una solución. 

En su lugar, promotoras como The Music Republic, encargada de la organización del FIB, sí optaron por reinventarse. Con el Luce Benicàssim o Les Arts Lite en València, se han planteado conciertos de más de mil personas, con entradas individualizadas un tanto elevadas -especialmente si quieres encadenar más de una cita- y con carteles, generalmente, poco arriesgados.

Pero más allá de esto, si algo resulta curioso de los ciclos de conciertos es cómo está planteando cada uno su celebración. La única pauta que daba Sanidad es que no se superase un aforo de 3.000 personas, que se guardara la distancia de seguridad entre el público y que este permaneciera sentado durante los conciertos, alejándolo así de la barra y limitando su movilidad por el recinto. A partir de aquí, cada uno ha optado por un modelo. 

La periodista que escribe este artículo ha podido ir a tres: el Feslloc, els Concerts al Pinar y el Peñíscola From Stage. Cada uno con un estilo particular. 

Peñíscola From Stage

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