CASTELLÓ. María de la Flor se presenta. Ella es violinista, compositora y cantante. Una de esas artistas que llevan ligadas a la música desde pequeña. Lo suyo no fue -como se suele decir- el destino, ha sido la constancia de muchos años formándose la que le ha llevado a estar donde está ahora, con el arte tan ligada a su persona. Una dedicación y, como la misma dice, un enamoramiento por la música que por fin ha podido encapsular en su primer disco. Temple, que se publicará a lo largo de este año, está repleto de sonoridades populares. Cuatro composiciones en las que se detectan influencias del folclore y la canción de raíz. Un trabajo de corta duración pero de mucho recorrido que la artista presentará este sábado a las 19:30 en el Auditori de Castelló. Antes, habla con Castellón Plaza para contar más detalles sobre su proyecto, del que hasta la fecha se han publicado dos temas: 'Vidrieritas' y 'Silla Vacía', con un videoclip ilustrado por Andreína Valles.
-Como artista emergente que eres, ¿Cómo te gustaría que te presenten a partir de ahora los medios?
-Soy una chica de 27 años, del barrio de Carabanchel con orígenes maños. Siempre unida a la música y muy ligada a su lenguaje. Hace unos años empecé a cantar y a componer y hasta aquí estoy llegando. Me gustaría que las personas que referencien mi trabajo sea porque les ha enganchado o les ha hecho pensar. Que despierte ilusión.
-Aunque llevas ligada a la música desde los tres años como violinista, en alguna ocasión has confesado que no fue fácil decidirte a trabajar también como cantante. ¿Qué es lo que te da más miedo de la profesión?
-Nunca he pensado en eso, en decir, "ahora voy a ser cantante". Es algo que fue apareciendo en mi vida y cada vez se fue volviendo más profesional. Pero tenía claro que si empezaba a sacar mi música iba a hacerlo en serio, con todo. Y eso, claro, asusta un poco.
-¿Sería tu música la misma si no hubieras empezado a formarte desde tan pequeña? ¿Tiene la técnica mucho que ver en lo que haces?
-Más que la técnica, lo que a mi me ha aportado estudiar música desde pequeña es el estar tan enamorada de ella. No tiene que ver tanto con mis conocimientos, sino con mi convivencia con ella. Es como una compañera más del camino que estoy tomando en la vida.
-Hablemos de tu debut. En 2019 publicaste dos singles que se acompañaban de un cuarteto de cuerdas ('Dice la abuela' y 'Desierto), pero ahora presentas un EP que trata de conseguir una canción más sencilla y cantada. ¿Por qué este cambio?
-Contemplo reflejar esa manera más primigenia de hacer música. Esos momentos de pijama componiendo, donde nacen muchas canciones. En su origen estas son algo pequeño y delicado, pero después pueden crecer en muchas direcciones. A mi me apetece plasmarlas tal cual, con la forma que tienen cuando surgen. Aun así, volveré a hacer formato cuarteto. La música de cámara siempre me ha encantado. Es rica en matices, en fuerza, en sensibilidad...
-'Temple' es un recopilatorio de los primeros temas que compusiste, ¿pero hay alguna idea que los una?
-Hace poco reflexionaba justamente sobre eso, sobre qué tienen en común mis canciones. A mi siempre me ha atraído mucho el contraste y las incoherencias de la vida. Como destruir a veces se convierte en crear, como una imagen a veces es casi paralela a su reflejo, como las sombras y las luces se confunden. Este concepto siempre me ha atrapado mucho y de alguna forma esta presente en las canciones. Son como unos acercamientos incoherentes hacia mi propio discurso, al pensar en qué tengo que decir o qué plasmar.
-Y en tu caso, durante la composición, ¿qué llega más rápido, la inspiración en la parte instrumental o en la letra?
-Siempre me viene primero la música. Y normalmente lo que me ocurre es que esta música me evoca imágenes, a veces un mensaje, y en otras la historia está tan presente dentro de mí que la música es solo un canal para dejarla correr.