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La ciudad y sus vicios 

Lebrel, así es la simbiosis con los materiales del hombre que construyó el estudio debajo del puente

Fontanero, carpintero, diseñador, inventor… Nadie sabe cómo definir a Lebrel pero él redefine la relación de los humanos con la ciudad

VALÈNCIA. Lebrel es Fernando Abellanas. Lebrel tiene un gusto acusado por los perros homónimos, finos, ligeros y resistentes, tal que los mejores materiales. Lebrel, a veces, provoca que se mire el dedo cuando él dedica mirada fija a la luna. Lebrel tiene difícil poner en una tarjeta de papel el nombre de su oficio. Lebrel tiene una simbiosis intensa con objetos agrestes a priori desapercibidos. Lebrel tiene unas manos conectadas con su cerebro por conductos rapidísimos que provocan que sus ideas palpiten de inmediato hasta la dimensión corpórea. Lebrel ha tenido un verano agitado.

Hace unas cuantas semanas desde The Guardian en su espacio para la reflexión urbana hasta El País o el New York Post daban cuenta de una intervención con aura de enigma: un valenciano, quiénes si no, había diseñado y levantado su estudio de trabajo debajo de un puente secreto de València. Era Lebrel, quién si no. Un pequeño hit de urbanismo subversivo. Una rebeldía para representar cómo entre las rendijas de la ciudad se pueden colar otras realidades. Su estudio, de ubicación incógnita, ha venido a ser como esa planta cuya raíz se asienta en los lugares más insospechados.

Pero retrocedamos la bobina. Lebrel  -“se me da fatal todo lo que no sea trastear con las manos”, advierte por si acaso- en lugar de con muñecos comenzó pronto a jugar entre sierras, martillos, clavos… “Mi padre ha tenido siempre un pequeño taller en casa que era para mí un paraíso y al que nunca nos ha puesto ningún impedimento para trastear. Recuerdo largos ratos viéndolo diseñando y fabricando cualquier juego, cabaña o accesorio para casa. Fue muy inspirador para mí”. 

Sin ningún propósito concreto Lebrel investigaba, moldeaba, probaba los materiales. Comenzó a sentirse atraído por buscar formas determinadas, por encontrarles finalidad. “Quizá fabricar mi primera lámpara, una cabaña o una barca fue lo que me hizo ver las miles de posibilidades de mejoras o versiones que se generaban alrededor de cada una de ellas. Empezó a motivarme muchísimo”.

En ese retroceso hasta los primeros años de Lebrel lo vemos en uno de sus retos más potentes diseñando y fabricando (siempre hace hincapié en los dos verbos: diseñar + fabricar) un coche a motor para circular por unas vías muertas. De forma autodidacta, rudimentaria. “Fue muy laborioso pero me produjo una satisfacción personal increíble”.

Un problema con Lebrel. ¿Cuál es su profesión?, ¿hay un nombre para definir su oficio?, ¿es diseñador?, ¿es fontanero o carpintero?, ¿es inventor o un renacentista recubierto de chapa metálica? 

¿Tienes una respuesta?

Desde mis inicios en el mundo laboral, con 18 o 19 años, he puesto mucho empeño en mantener los pies en la tierra. A pesar de tener muchas inquietudes relacionadas con arte y diseño, nunca he podido evitar tener muchas dudas acerca de la manera de vivir de ello así que tracé un plan que consistía en tomar todo aquello como un simple hobby. Me formé de manera autodidacta como fontanero autónomo para asegurar una fuente de ingresos que me permitiera de manera paralela disfrutar de aquella afición sin ningún tipo de presión.

¿Entonces qué es Lebrel?

Es muy difícil encasillar algo cuando no hay ningún tipo de barreras. Quizás al principio, influenciado por estudios de diseño cercanos, quise darle a Lebrel una imagen similar, evitando mostrar todos aquellos proyectos que no estaban directamente relacionados con el diseño de producto pero pronto me di cuenta que un diseñador es una persona creativa las 24 horas del día y que en ellas surgen muchas inquietudes que van más allá de las mesas, lámparas y sillas. Mi idea de Lebrel es la de un gran saco donde meto lo que me da la gana en cada momento. Una interminable lista de ideas que me gustaría desarrollar antes de morir.  

Esas ideas las va relatando en su Instagram e incluyen jardines verticales, espalderas, mesas que se retuercen, puestos asombrosos de trabajo de manicura y pedicura, escritorios portátiles, sillas y lámparas.

Definitivamente no solo objetos. Esas ideas también mutan en manifiestos, en acciones como navegar por un túnel de metro inundado o, albricias, crear el estudio debajo del puente.

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