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LA LIBRERÍA

La biografía no autorizada de Mark Zuckerberg más controvertida se ha escrito en València

  • Foto de perfil de Mark Zuckerberg en Facebook

La sonrisa recuerda a la de esos inquietantes muñecos de ventrílocuo que clavan sus ojos en la nada con una sonrisa de madera rígida y aséptica, uno de esos muñecos en cuyo interior se mueve un brazo como una lombriz en la oscuridad de la tierra, como un platelminto en el interior de un órgano. Ha acudido al Congreso a aclarar ciertas cuestiones sobre las actividades de su empresa: los datos de ochenta y siete millones de usuarios se han visto comprometidos al ser extraídos de la red por medio de un ingenioso método, vendidos a una empresa de análisis y desarrollo de campañas y posteriormente empleados para manipular online a los votantes de las elecciones presidenciales estadounidenses de dos mil dieciséis, que han llevado a la Casa Blanca a un hombre con la cara pintada de naranja al que según parece nadie esperaba por allí, pero que con todo y con eso ha sabido embolsarse casi sesenta y tres millones de papeletas. El mundo mira al muñeco de ventrílocuo, pero él no mira al mundo. Estar allí le resulta desagradable, al gran gurú de la exposición pública no le resulta cómodo exponerse públicamente; si lo hace es por la misma razón por la que expone a los demás: por dinero. Su compañía ha perdido miles de millones en bolsa en solo veinticuatro horas y solo su intervención puede devolver la confianza al parqué. Ha ensayado mucho para revestir su rostro inexpresivo de algo parecido a la humanidad sin éxito, y la clave está en sus ojos. Cuando sonríe solo fuerza los músculos que tiran de las comisuras de los labios, pero sus ojos se mantienen estáticos como los de un escualo. El resultado es la mueca que le supondríamos a una máquina pesadillesca.

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