AlicantePlaza

entrevista al arquitecto

Juan Antonio García Solera: La resistencia de la Modernidad alicantina

  • Un instante de la conversación con el arquitecto. FOTO: Rafa Molina

ALICANTE. Vive en el piso octavo y trabaja en el ático de un edificio de once plantas diseñado por él mismo. «Ahora estoy con una vivienda de dos plantas», comenta. Y es que a pesar de la edad, se resiste a dejar de trabajar. «No pongas que tengo 94 años, tenéis que decir que voy para los cien —apunta sonriendo—. Antes me daba vergüenza decir mi edad, pero ahora ya no», confiesa el arquitecto. El pasado mes de noviembre el periodista y escritor Martín Sanz publicaba Testimonio de una época, una biografía de Juan Antonio García Solera que elaboraba después de casi un año de trabajo en el que tres meses fueron de grabaciones con él, hablando de sus más de seis décadas de proyectos. 

En una mesa de reuniones llena de planos empieza a dibujar el mapa de su vida. «Yo soy patrón de yate y me tuve que presentar a una especie de oposición. Tenía que estudiar un montón de libros así que en esta misma mesa me puse a hacer mis apuntes personales», explica mientras pasa las hojas de un libro plagado de dibujos sobre náutica y meteorología. «No sé cuándo pensé en ser arquitecto, pero desde muy joven ya tendía a dibujar casas. En mi familia no había nadie relacionado con el oficio, la verdad. Pero yo tengo una creencia sobre la que tengo que indagar, aunque tampoco tengo tiempo para ello». 

Aun así, cuenta algún detalle. «Mi madre era de Caudete», explica mientras señala una fotografía de las fiestas de Moros y Cristianos del municipio fronterizo. «Allí hizo una iglesia, allá por el siglo XVII, un tío que vino de Ciudad Real para ser el maestro de obras. Era Solera de apellido y yo pienso que por ahí puede haber venido lo mío, pero, aun así yo desde bien pequeño me recuerdo dibujando —añade—. Antes, para ser arquitecto tenías que ingresar en Madrid o en Barcelona. Así que pasé la Guerra Civil aquí y luego me marché a Madrid, porque Alicante en esa época... Bueno, yo solo dibujaba, solo tengo el recuerdo de estudiar el preparatorio. Iba a una academia de dibujo y me presentaba a los exámenes».

«La arquitectura siempre ha sido una de las bellas artes, aunque era una de las últimas: la música es la más difícil porque tiene menos apoyo material y luego viene la pintura, la escultura, etcétera. La arquitectura era una de las últimas bellas artes pero en la escuela de Madrid si tú no sabías dibujar bien, no podías ser arquitecto. Eso era fundamental». A sus espaldas, dos enormes cuadros pintados por él a carboncillo son tan precisos que se confunden con fotografías. «En la carrera nos exigían mucho. Con estos dibujos que nos pedían para ingresar ya aprendías la luz, la sombra y la proporción. Luego proyectábamos por instinto».

Sobre el impacto que ha tenido que desde 1996 haya una Escuela de Arquitectura en Alicante, afirma que era necesario para crear un ambiente profesional. «El problema no es saber dibujar, es sentir la profesión. Lo que pasa es que las escuelas antes exigían más, había que tener vocación. El dibujo ya no tiene el peso que tenía y ahora cualquier tío es un artista —comenta—. Esto ha cambiado, para mejor o para peor, ya no sé. Pero cuando he ido a dar una conferencia, con sus preguntas ya me daba cuenta de quién tenía vocación».

Recibe toda la actualidad
Alicante Plaza

Recibe toda la actualidad de Alicante Plaza en tu correo