La I Guerra Mundial supuso la llegada a España de numerosos franceses y la entrada de sus costumbres. Por ejemplo, como ha contado Juan Carlos Usó en sus impagables estudios sobre la historia de la prohibición de las drogas, las prostitutas francesas introdujeron el uso de la cocaína en su negocio en España. Con una diferencia, ellas les daban la cocaína a los clientes para desplumarlos, mientras que las españolas se la metían también y acababan mal. En esta oleada poco estudiada de vecinos del norte, también se nos coló, cuentan las crónicas, un rasgo francés distintivo: el humor negro.
En ese contexto comenzaron a forjarse generaciones de cómicos y humoristas gráficos. La revista Gutiérrrez, editada por Ricardo García López (K-Hito) desde 1927, fue una gran cantera, aunque sus ventas, rondando los 20.000 ejemplares, nunca fueron espectaculares. De su plantilla formaron parte firmas como Xaudaró, Tovar, Penagos, Ribas, Bartolozzi, Baldrich, Karikato, Roberto, Barbero, López Rubio y Tono. La cabecera se publicitaba con el lema: "¡Contra la neurastenia! ¡Contra la hipocondría!, el humor sano y de buen gusto".
Eran los años de la dictadura de Primo de Rivera, una época con una censura férrea. El investigador de la historieta española Antonio Martín ha explicado que eso llevó a las revistas de humor a explorar chistes que daban la espalda a la realidad social del momento por la cuenta que les traía. Era un "humor de cariz intrascendente, rayano en el absurdo". Sin embargo, en este primer periodo, esos chistes cristalizaron en pura vanguardia, humor absurdo, y se han considerado como parte del humor más brillante del siglo XX en España.