AlicantePlaza

Canciones políticas y sociales

Eurovisión, el festival que quiere reivindicar sin política

Es el festival pop de la diversidad, pero prohíbe manifestaciones políticas. Aún así, son varios los países que han intentado reivindicar temas de importancia social durantes sus actuaciones

VALÈNCIA. Salvador Sobral ganó Eurovisión como si no se lo hubiera propuesto. Su jugada fue una puesta en escena intimista que nada tiene que ver con las lluvias de confeti y ventiladores gigantes que caracterizan a la carnaza eurovisiva. El de Portugal, con el pelo recogido en un moño maltrecho y portando un traje al que le sobraban un par de tallas, no necesitó montar una fiesta por todo lo alto en el escenario para encandilar a un público que se rindió ante su majestuosa aportación: una melodía sencilla, preciosa y delicada, compuesta por su hermana Luisa, que se aleja completamente de los cánones barrocos, de la exuberante puesta en escena o de la orgía friki que caracteriza al festival. Ni lentejuelas, ni bailarines que hagan bulto en un descomunal escenario, ni siquiera cantar en inglés. Sobral ha roto esquemas en su actuación, en su estética aparentemente dejada, con una normalidad apabullante (“tengo hambre y sueño” decía poco antes de recoger el premio) y en su humilde discurso ganador tras recoger el micrófono de cristal. “La música no son fuegos artificiales, la música es sentimiento”. Una lección que reivindica su pasión por la música y el rechazo por lo comercial que suele reinar en las composiciones de radiofórmula de Eurovisión.

Los dos minutos que suele poseer el ganador del festival para expresar lo que siente en cada certamen son, desde luego, escuetos, pero algunos son bien aprovechados para hacer hincapié en importantes cuestiones sociales. Salvador Sobral los utilizó para diferenciar la música del espectáculo casposo (sí, en Eurovisión). Aunque si hubiera podido, habría salido al escenario con una sudadera con el mensaje impreso de “SOS Refugees”, la misma que lució en la rueda de prensa posterior a la semifinal pero que la UER (Unión Europea de Radiodifusión), el ente responsable del certamen, le censuró para el momento del festival.

Porque si de algo se enorgullece Eurovisión es de ser una celebración apolítica de la música, una fiesta europea que saca pecho para celebrar la diversidad (como reza su lema de este año) y la unión de unos países tan diferentes entre sí. Al menos sobre el papel. Concebido como una plataforma de unidad entre los distintos estados europeos (y algunos vecinos invitados), siempre ha querido impedir la politización del concurso, lo cual es bastante complicado en una Europa con ciertos conflictos en carne viva. Es por esto que la UER implantó la medida de solo dejar ondear en el estadio las banderas nacionales de los países en competición, de forma que pudiera alejar cualquier tipo de reivindicación territorial y disputas políticas de la gran fiesta de música y fuegos artificiales que debe ser Eurovisión. Un acto de buena fe para intentar evitar toda consigna política, pero que se queda en un intento frustrado.

Reivindicación (casi) apolítica

La total ausencia de política es imposible en el que es el certamen musical del año por excelencia y que cuenta con 40 países involucrados. Solo hace falta remontarse un poco a la antesala de la celebración del festival de este año, celebrado en Kiev, para ver la fragilidad de esta despolitización. Rusia no ha participado en Eurovisión y no ha sido porque a Putin no le haya apetecido visitar el reino del espectáculo y de los colorines. Durante los preparativos, Ucrania le dio un portazo a la representante rusa, Yuliya Samoylova, por incumplir una ley local: entrar en la península de Crimea en 2015 sin pasar por sus controles fronterizos. Un conflicto político que mostró la patita en Eurovisión sin ni siquiera haber empezado. Tensiones parecidas han tenido lugar en las fricciones entre Armenia y Azerbaiyán con la disputa por la región de Nagorno Karabaj, alcanzando el culmen cuando Armenia se retiró de Eurovisión en 2012, siendo Azerbaiyán la anfitriona del festival. En el certamen organizado por España en 1969, después de la victoria de Massiel, fueron varios los países que se rebelaron contra el franquismo.

Recibe toda la actualidad
Alicante Plaza

Recibe toda la actualidad de Alicante Plaza en tu correo