A estas alturas seguro que saben anécdotas como que de joven fue la musa del humor, habrán vuelto a ver el corte del ‘caloret’ y habrán presenciado entre atónitos y avergonzados la bajeza moral y la maldad de algunos representantes públicos en lo que el editorial de un diario denominó “ni un minuto de humanidad”. La muerte de quien fue durante 24 años la alcaldesa de Valencia, debería abrir una reflexión sobre el comportamiento de políticos y periodistas, o si prefieren, partidos políticos y medios de comunicación. Quizá se deba incluir, entre estos últimos a las redes sociales, pero la presión cuantitativa no debería prevalecer sobre la cualitativa, es decir, debería respetarse y considerarse antes el editorial de un periódico que la “opinión” que se sitúa durante unos minutos en el trending topic de Twitter. En todo caso digo que debería abrir una reflexión, pero no soy optimista en este aspecto. La sociedad donde el espectáculo prima y la audiencia manda lleva 17 ediciones de Gran Hermano.
En este caso, como suele ocurrir siempre que se produce una muerte –suceso dramático en la neolengua– se suele decir aquello de que no hay que opinar en caliente [tras los atentados terroristas se solía decir “no hay que legislar en caliente”]. Y así todos nos sentimos la mar de sensatos, ecuánimes y ponderados. Pero sólo los muertos están fríos, los humanos a los que nos sigue corriendo sangre por el cuerpo tenemos una temperatura y no debemos renunciar a expresar con educación y algo de sentido común nuestras opiniones, si nos dejan y si nos dejamos, porque junto a la precariedad laboral, también se impone la autocensura para mantener el puesto de trabajo o la butaca de diputado. En la sociedad de los derechos y las garantías se impone a menudo la tibieza, la cobardía y la equidistancia. Qué triste.
En la mañana del pasado día 23 de noviembre y cuando la noticia del fallecimiento de Rita Barberá llegaba a todos los teléfonos móviles, una diputada autonómica del PPCV con cara desencajada me dijo: “hay mucha gente enfadada en el partido por como se han portado con Rita”. Nada sorprendente, pero sí algo que la verdad oficial ha evitado siquiera reconocer estos días, pese a las sinceras y directas declaraciones de José Mª Corbín, cuñado de Barberá quien dijo en la radio: “ha muerto de pena y en esa pena la fundamental aportación la han tenido los suyos”, en clara alusión a los compañeros del PP. Muchos echaran en falta un ejercicio de autocrítica y de reconocimiento del gran complejo que arrastra la derecha política haciendo un seguidismo, casi infantil, de los postulados de la izquierda. Y ésta a su vez de la extrema izquierda, generando un perverso bucle.