AlicantePlaza

conversaciones culturplaza

Carla Pereira: "Con animación puedes hacer lo que quieras: eres dios

  • Foto: ESTRELLA JOVER.

VALÈNCIA. En medio de la huerta se erige una nave que, a primera vista, podría ser uno más de los almacenes industriales que plantan cara a las fértiles tierras de Alboraya. Pero no lo es. En su interior, una puede encontrar escenarios a escala, esbozos, pinceles, muñecos, materiales y un sinfín de herramientas. Es el espacio que ocupa Engranaje, un colectivo artístico dedicado a la animación stop motion y donde nos encontramos con Carla Pereira, cofundadora del estudio y animadora con una vasta experiencia en esta profesión.

Natural de Buenos Aires, Pereira cuenta que acabar estableciéndose en València fue fruto de un conjunto de circunstancias. “El primer trabajo que tuve como animadora fue en Clay Kids, con Javier Tostado; por eso me quedé”, apunta. Noruega, Holanda o México son otros lugares que figuran en su currículum. También Londres, donde trabajó codo a codo con Wes Anderson en la película Isla de perros. “Pero siempre acabo volviendo a València”, confiesa con una sonrisa. No duda en señalar como un factor de peso que esta sea la residencia de su compañero Juanfran Jacinto, con quien ha codirigido Metamorfosis, un cortometraje que verá la luz en España en el Festival Internacional de Cine de Gijón el próximo noviembre. 

“Cuando empezamos a escribir la historia, me gustaba esa idea de estar condenado a que todo se tuerza constantemente por un motivo u otro. El intentar hacer las cosas bien, pero que siempre acaben saliendo mal”, cuenta Pereira, que reconoce sentir debilidad por los personajes “rotos”. El cortometraje, que tiene un tono perturbador e inquietante, contrasta con El diario de Bita y Cora, serie de animación infantil coproducida por À Punt en la que habitualmente trabaja la animadora. El stop motion se va desprendiendo de su relación con el público infantil, pero todavía se enfrenta a multitud de retos.

Foto: ESTRELLA JOVER.

“De hecho, estábamos pensando hacer ahora una serie para adultos en stop motion, pero lo hablamos con uno de los productores del cortometraje y nos comentó que no tenía mucha salida. Que fuéramos a llamar a la puerta de Adult Swim en todo caso, que es un canal que sí hace animación para adultos”, señala la animadora, que sortea los obstáculos con buenas dosis de humildad y empeño. “Para hacer Metamorfosis, capitalizamos nuestros sueldos. Al final ganamos un poco, pero durante el rodaje Juanfran y yo estuvimos cobrando 300€ al mes. Teníamos claro que íbamos a ser los más perjudicados a nivel económico, pero estábamos dispuestos a correr ese riesgo”, añade.

El por qué no resulta un misterio: “No he sido tan feliz trabajando en mi vida. Nunca”, señala Carla Pereira mientras se le dibuja una enorme sonrisa en la cara. Por ello, cuando se le pregunta por consejos para dedicarse a una profesión tan vocacional, tiene uno que formula alto y claro: “Hay que olvidarse de la mirada ajena y contar lo que se quiera. No hay que avergonzarse de las propias obsesiones o pensar que no se está a la altura. Se tiene que contar lo que realmente se quiera contar. Se nota mucho cuando un proyecto está hecho con pasión y cuando está impostado”. 

-¿Por qué animación y, en concreto, stop motion?
-Es un tema del que hablé hace poco con mis compañeros. Se suele relacionar la animación con la paciencia, pero creo que es algo que repetimos a fuerza de haberlo oído. Al final llegamos a la conclusión de que, si nos dedicamos al stop motion, es porque tenemos un fetichismo por lo matérico: por lo que se puede tocar. Es de alguna manera lo que nos une. Y lo que también hace que el stop motion se diferencie del 2D o del 3D.

-¿Cómo es dedicarse al stop motion ahora, en un momento donde cada vez hay efectos visuales más espectaculares gracias a las nuevas tecnologías? ¿Cuánto hay de artesanal y digital?
-Tengo una anécdota al respecto. Cuando empezamos a rodar nuestro cortometraje Metamorfosis, vino a hacer de asistente de dirección un chico que conocí en Noruega, cuando trabajé en una película de stop motion allí; un chico metódico, muy cerebral. Durante el proceso del corto, quiso convencerme de hacer una escena que hay de un incendio en 3D, pero yo me negaba en rotundo.

Para intentar convencerme, me contó que había un zoólogo que hizo un experimento en los años 50: fabricó unos objetos que generaban reacciones instintivas muy fuertes en los animales. Creó unos huevos de yesos pintados con colores saturados y los pájaros llegaron a abandonar sus huevos reales para ir a incubar esos huevos de yeso; también me contó el caso de una mariposa que quería aparearse con un cilindro giratorio antes que con las hembras de su propia especie. Con ello básicamente me quería decir que nos atrae lo artificial. Todo eso para intentar usar el 3D en una escena [ríe], pero no coló. 

Sin embargo, a raíz de todo esto, sí me hizo cuestionarme una cosa. Él me dijo: “Imagina un futuro hipotético donde un programa de ordenador consiguiera replicar lo que has hecho físicamente, pero en 3D. Igual, sin diferencias. ¿Preferirías saber que lo que estás viendo se ha hecho físicamente o te valdría 3D?”. Y yo contesté que me gustaría que fuera de verdad. Me di cuenta de que sí era una cuestión fetichista. 

Recibe toda la actualidad
Alicante Plaza

Recibe toda la actualidad de Alicante Plaza en tu correo