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por amor al arte

Bono

  • La actriz Penélope Cruz recibe el premio Donostia, en reconocimiento a su carrera, de manos del cantante irlandés Bono, hoy viernes en el Festival de Cine de San Sebastián. EFE/Juan Herrero

A un servidor, como a todos los escrivivientes, pirotècnics, carmelitas descalzos, banderilleros, policías locales y miembros del gobierno en funciones, incluido Pedro Sánchez, le gustaría ser Carmen Lomana. Que es más divina y potente que la añorada Pitita Riduejo, Doña Concha Piquer y Chavela Vargas echándole los tejos a Isabel Preysler juntas. La señora Lomana, millonaria con posibles y criterio, ha confesado que a ella, en el fondo de su armario, le encanta Íñigo Errejón. A continuación soltó a la audencia: "Me da morbo, porque ya es un tío que ya es mayor pero parece un bebé". De Federico Jímenez Losantos no dijo ni mú. Del cardenal Cañizares menos. Que en plena batalla del forn de barraca y subida general de impuestos y en un santiamén convenció a Joan Ribó de no cobrarle impuestos por las consagradísimas inmatriculaciones. Los caminos de nuestro señor son inescrutables. En tus manos encomiendo mí espíritu. 

El líder de Más País quiere sumar. A lo mejor divide o resta. Pero eso se lo dejamos a los periodistas que lo saben todo. A los polítólogos y a los economistas de moda que siempre aciertan el pasado. Volvemos a estar en esta eterna campaña inaugurada por el elefante, Corinna Zu Sayn Wittgenstein y la renuncia del "estoy bárbaro" a lo Juan Carlos I. Puede que el impeachment no prospere. Pero la sancta presentación del niño Errejón ha trastocado para siempre jamás la política española.

El terremoto, muy a pesar de Ximo Puig, ya ha llegado al Botànic. Y el latido de las réplicas se sienten en la epidermis municipal de la nostra terra. Todo paralizado. Esperemos a ver lo que sale y ya volveremos a barajar. La verdad es que uno ya no sabe si alistarse tipo Elvis voluntario a la guerra portuaria, ponerse a lo Marilyn Monroe Chanel nº5 para dormir, ir al trabajo o para bajar la basura en la oscuridad como Joan Baldoví. El placer culpable de la duda. Aquí abajo en un movimiento transuniversal, la juventud está en otra guerra: la salvación del planeta. Como escribe mi amigo, el mejor de mi generación, algo así como nuestro Óscar Wilde casolà, Paco López Barrio: "Desde que hablamos de Greta no hablamos de Rosalía".

Lo sé, no hay color entre Nancy Pelosi y Mónica Oltra. Pero las dos poseen el arte, ese porte aristocrático de saber perder ganando siempre. Como los Franco o Boris Jhonson. Iniciativa ya es un jarrón chino. Los jóvenes esenios del Bloc acaban de colocar a la vice en su peana. Lo que es y lo que ellos quieren que sea: la mareta de tots els valencians. Pero sólo eso. El que suscribe piensa no perderse ninguna ofrena hasta el día de su muerte. Amén. Ser de izquierdas en el mundo es divertídisimo. Serlo en España, brutal. En lo País Valencià, alucinante. Pero también hay problemas en el ala la derecha de la casa blanca. Aquí se oye el grito del tigre albino John Bercow.

Carlos Mazón es un cohete. Cierra de un portazo la época César Sánchez y Pepe Císcar. Y lanza puentes a XP. Sabe que está de paso hacia el límite de lo desconocido. El poder, la bendición y la interlocución menestral la tiene Adrián Ballester. El PP alicantino está por hacer. Por tierrra, mar y aire contra los mosquitos. Fiebre por el quiosco de El Postiguet. Y el debut de Amaia. La Maluesfera de desangra. Toni Cantó, un actor que no conoce la tierra que pisa -la Cayetana Álvarez que se cree en Catalunya- se ha tragado en su vientre de alquiler a Isabel Bonig. En la sesión de control de Les Corts se autoconsagra como el líder de Vox del País Valencià. Escarabajos, abejas, libélulas. Mari Carmen Sánchez, el paraíso de Ciudadanos, se tiene en muy, muchísima alta estima. Se escapa una vaca sin nombre y después de recorrer Les Valls es encontrada rumiando feliz pasmada ante un dron policial. Carlos González hizo de doble de Felipe VI en la visita a Carrús de Letizia Ortiz. La Reina repitió vestido de su viaje a Zimbabue. Pronto se espera, en un nuevo giro -zapatos con tacón kitten- dramático, una visita real al corazón de la Vega Baja. Los cerdos vietnamitas se comen a los animales muertos.

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