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Blanca Portillo: "Aún persiste la idea de la mujer como elemento que debe producir bienestar a su alrededor"

  • Foto: SERGIO PARRA.
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VALÈNCIA. Tanto en el monólogo de Colm Tóibin El testamento de María como en la ficción sonora de Carlos Alsina para Onda Cero Madre en BelénBlanca Portillo dotó de sencillez a la icónica figura de la Virgen, mostrándola ante el espectador como una mujer más. Estos días, la actriz madrileña afronta el proceso inverso. Del 10 al 12 de enero defiende en el Teatre Principal  de València el personaje de Mrs. Dalloway, un ama de casa superficial y dependiente. Pero tan solo en apariencia, ya que en su cuarta novela, Virginia Woolf se aplicó en revelar el rico mundo interior de esta mujer que ha dedicado su vida a hacer felices a los demás y ha tomado decisiones sin tener en cuenta sus propios anhelos.

La versión escénica, firmada por Michael De Cock, Anna M. Ricart y Carme Portaceli, sitúa a Clarisa Dalloway en el siglo XXI, donde hace un recorrido de 24 horas en la vida de la protagonista, una persona que Portillo revela como extraordinaria.

- Has declarado que sientes a todos los personajes que has interpretado como sanadores, ¿de qué te ha curado la señora Dalloway?
- Así es, todos te enseñan algo, te hacen mejorar… La señora Dalloway me ayuda a entender el paso del tiempo, a aceptar que la belleza de la vida no reside solo en la juventud, sino en nuestra capacidad para valorar lo que tenemos, a valorar la vida en sí misma en cada momento.

- La novela de Virginia Woolf es una invitación a mirar al interior, ¿te ha animado a hacer una introspección?
- Mi obligación como actriz es mirar hacia adentro. Nuestro trabajo consiste en encontrar en nuestro interior aquellas cosas que nos habitan y que, en algún momento, habremos de poner al servicio de un personaje. Tenemos que entendernos para entender a los demás.

- ¿Quién ha sido Virginia Woolf para Blanca Portillo?
- Una figura emblemática de nuestros tiempo, una mujer que nos puede servir a todos y a todas de espejo.

- Como hermana de siete, ¿cuánto has necesitado Una habitación propia?
- ¡Mucho! Me gusta el silencio y necesito la soledad. Mi espacio, mi conversación permanente conmigo misma. Mi lugar para tomar decisiones sin demasiado ruido alrededor.

Foto: SERGIO PARRA.

- La señora Dalloway dice: «Eres una mujer, tienes que ser generosa y hacerle la vida feliz a los demás». ¿Cuánto resuenan esas palabras todavía en la mujer actual? 
- ¡Me temo que demasiado! Aún persiste la idea de la mujer como elemento que produce (o debe producir) bienestar a su alrededor. El cuidado, la ternura, la paciencia, la abnegación siguen siendo términos asociados a la mujer y eso es difícil de cambiar.

- En el monólogo de Colm Tóibin El testamento de María lograste devolver su condición de mujer sencilla a la Virgen María. ¿Cómo ha sido el proceso inverso al resaltar la riqueza interior de un ama de casa?
- Trato de acercarme a los personajes como a seres humanos, más allá de su género o su estado civil. Aunque, indudablemente sus condicionantes sociales o humanos les marcan. El interior de cualquier ser humano es siempre apasionante y lleno de cosas por descubrir, de contradicciones, de matices… Y Clarisa, a pesar de su aparente sencillez, es un pozo sin fondo.

- Tras el monólogo de Colm Tóibin aseguraste que no te gustaba nada estar sola en un escenario. ¿Por qué?
- Me produce mucho vértigo… Concibo el teatro como un trabajo básicamente grupal. Es el arte más aglutinado, que precisa de un equipo, de un conjunto de personas que naveguen con un mismo rumbo. Al estar sola en el escenario siento un cierto desamparo, aunque detrás de ti siga habiendo un equipo. Enfrentarse al público sola da miedo. Ya lo da cuando hay más gente contigo, así que imagina el que se puede llegar a sentir estando sola. Lo que descubrí es que es el propio espectador quien se convierte en tu compañero de viaje, los ojos en los que mirarte, de quien recibes respuesta, aunque sea su silencio.

- ¿Cambiarias de idea si te volvieran a ofrecer un Orlando?
- No tendría que ver sólo con el texto, sino con el proyecto en sí. No digo que no vuelva a hacer jamás un monólogo, Dependería de qué y quién quiera contar la historia.

- Tras casi cuatro décadas sobre las tablas, ¿qué te hace crecer en esa profesión?
- Lo que me hace seguir es que sigue conmoviéndome, abriéndome los ojos, ayudándome a entender al ser humano… Me sigue haciendo crecer porque me da oportunidades, me abre caminos… Es como la vida misma: siempre te ofrece cosas nuevas si no das nada por hecho, si no sientes que “ya te lo sabes”, mantiene viva en mí la mirada de la niña que llevo dentro, que busca, que se sorprende y que descubre.

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