En 1905, tuvo la primera exposición de sus caricaturas en la Sala Parés de Barcelona y empezó a colaborar en el diario La Tribuna. Ya era habitual en revistas satíricas de la época como Cu-Cut! Contó Antonio Elorza en Luis Baragia: el humor y la política que empezó a dedicarse a las caricaturas con 20 años y con una línea política clara: el rechazo a las políticas o, mejor dicho, no políticas de la Restauración.
Inicialmente, había intentado dedicarse a la pintura, pero la vocación le llevó a la prensa. Aconsejado por el pintor Santiago Rusiñol, cuyo estilo adquirió al principio de su carrera, decidió irse a Madrid a desarrollar su oficio. En un reportaje del Diario de Granada se reprodujo la conversación entre ambos. El pintor recordó que le dijo: “Cuando creyó que era el momento de marcharse me pidió consejo. En principio quería ir a París. Yo le dije: ‘Luis, no vayas a París. Tú eres gitano. ¿Ya lo sabes que eres gitano? En Francia, los gitanos no se dedican a las cosas de tu oficio”.
En Madrid le aguardaba un gran éxito. Caricaturizó a Unamuno, Zuloaga, Pérez de Ayala. Su estilo, de “dibujos peregrinos trazados con disparatadas y extravagantes líneas”, según el propio Ayala, no tenía nada con lo que compararse en aquella época, los albores del siglo XX, que pronto se reveló como una centuria marcada por la violencia. En la Gran Guerra, Gabaria se posicionó simplemente contra el conflicto. Señaló en una misiva en La Tribuna que le repugnaba el crimen lo cometiera un alemán o un francés, aunque con el tiempo pasó a burlarse del nacionalismo alemán y su belicismo.
Lo curioso es que como caricaturista y autor de viñetas de humor gráfico, Gabaria no fue considerado como un autor menor ni perteneciente a la baja cultura por los intelectuales más importantes de la época. En 1923, Azorín y Gómez de la Serna lo compararon con Goya en un banquete homenaje. Su gran genialidad era poder reproducir el rostro de un personaje de forma inequívoca con pocos trazos, a veces solo unas pocas líneas, de forma casi esquemática.