VALÈNCIA. En 2003 apareció Second Life, la que iba a ser la red social definitiva. En realidad, lo era. Todo lo que tienen las que hay disponibles actualmente, incluida la moneda virtual, estaba ahí. El problema fue tal vez que era demasiado perfecta para un mundo, el de las app, que funciona mejor cuanto más fácil y simplificado es. Las últimas noticias que llegaron sobre Second Life hablaban de que con el auge de la realidad virtual la red social planeaba un regreso triunfal. Por lo pronto, a cualquier mortal que le preguntes por este proyecto te dirá que recuerda que Gaspar Llamazares dio un mitin en una de sus islas y que hubo denuncias de violación digital entre usuarios. Política y sexo, como toda la vida de dios, no supimos reflejar nada mejor.
Pero si hablamos de cómic, hay que dar gracias a la existencia de Second Life por el tebeo que se sacó de la manga al respecto Peter Bagge, Other Lives. Una tragicomedia que explotaba debilidades humanas y patetismo de la vida contemporánea. Y ahoram en otro registro, tenemos, publicado en la editorial belga Le Lombard y disponible en inglés en formato digital Alt Life. Una novela gráfica del guionista Thomas Cadène, nombrado este verano editor de la revista francesa de cómics TOPO, y el dibujante Joseph Falzon.
Mucho se habla de que los cómics deberían tener más presencia en la educación. Este es un buen ejemplo. Su argumento da para un buen debate filosófico sobre el sentido de la vida en un entorno digital como en el que cada vez estamos más inversos. En teoría, habitamos un medio que permite el avestrucismo, sumergirte en tu propia burbuja, como en ninguna época. También se busca el placer instantáneo, todo está al alcance de un click, en casa el robot pronto hará las tareas de viva voz y hasta en el sexo ha aumentado la posibilidad de tener relaciones de forma exponencial.