La recién aprobada marca Aguacate de la Comunidad Valenciana avala la calidad de esta fruta en el territorio valenciano y muestra que es un cultivo ideal para los agricultores que buscan la rentabilidad de sus campos, en su mayoría dedicados a la naranja. Sin embargo, es un riesgo que hay que pensarse bien
VALÈNCIA. El paisaje agrícola y la paleta de colores de la Comunitat Valenciana está cambiando, y allí donde antes se extendían campos de naranjas o mandarinas y el olor a azahar impregnaba las calles de las localidades vecinas, hoy se alzan fuertes árboles de aguacates. Una transformación del naranja al verde, fruto de los nuevos tiempos y de una oferta y demanda que lleva a los agricultores a replantearse si el cultivo en el que trabajan es igual de rentable a los esfuerzos que invierten. En muchos casos la respuesta es negativa, de ahí que busquen alternativas y decidan apostar por un producto con una demanda en auge: el aguacate. Un paisaje que también muestra un problema latente, el de quienes abandonan los campos debido a los bajos precios en origen o por falta de relevo generacional.
Es la realidad de un terreno agrícola que se transforma y que cada año pierde más hectáreas arables —la Comunitat tiene 179.000 hectáreas abandonadas—, pero en el que todavía hay agricultores que aman su tierra y la trabajan, aunque ello implique renunciar a un cultivo tan tradicional como la naranja o la mandarina y abrazar otros de mayor rentabilidad. Una transformación del campo que se palpa especialmente en municipios donde la huerta sirve de abrigo y la agricultura sigue siendo la base de la economía. Es el caso de Benifairó de les Valls, un pueblo de apenas dos mil habitantes que, tradicionalmente, se ha dedicado al cultivo de cítricos. Una carretera divide sus campos, casi haciendo un reflejo de la situación agraria que vive la Comunitat: a la izquierda crecen los aguacates y a la derecha naranjas, aunque también se ve alguna parcela abandonada. «En 2006, planté las primeras hanegadas de aguacates para ver si me gustaba, y ahora tengo cuarenta —unas 3,3 hectáreas—, terrenos que antes ocupaban los naranjos», comenta Mariano Condomina, uno de los primeros en probar suerte. Lo hizo, como muchos, amparado por el conocimiento de Tomás Faulí, el gran precursor del aguacate en la Comunitat Valenciana.
Una decisión secundada por muchos más agricultores pues, según datos de AVA-Asaja, el cultivo del aguacate cuenta ya con 3.800 hectáreas en la Comunitat Valenciana, mientras que el de cítricos, según los datos de la Encuesta de Superficies y Rendimientos de los Cultivos (Esyrce), descendió en 2023 en 1.737 hectáreas. Entre los motivos que llevan a los agricultores a cambiar las naranjas por aguacates, Celestino Recatalá, presidente de la Asociación de Productores de Aguacate (Asoproa), apunta la competencia desleal de países terceros, las restricciones en el uso de productos fitosanitarios y, sobre todo, la cada vez menor rentabilidad de las naranjas debido a su bajo precio en el mercado. Tanto que, con pesar, Mariano recuerda que hace veinticinco años el precio de la arroba de clemenules era de 700 pesetas —unos 4,30 euros— y el último se lo pagaron a un precio «irrisorio». Precios que, en esta campaña, han aumentado debido a la falta de oferta, pero que siguen siendo bajos para variedades que no son la navel, que este año se ha pagado a 0,35 euros por kilo, superando la media de los últimos dieciséis años, que se encuentra en 0,18 euros por kilo.
Por el contrario, el aguacate tiene mejores perspectivas: un kilo de aguacates ronda los tres euros y su productividad es mayor, pues por hectárea se pueden recoger unos once mil kilos. «El precio del aguacate es más estable, porque la demanda va en aumento», comentan ambos agricultores, aunque hay quienes, como Gil María Campos Alabau, son más cautos: «La demanda es alta, pero el precio en tienda es apreciado como elevado para parte de los consumidores en comparación con otros productos, lo que hace que el mercado esté estable y sea limitado». De hecho, en España se consumen unas 7.500 toneladas y se ha convertido en el tercer país más importador del mundo con cifras que doblan la producción y superan las exportaciones: importó, aproximadamente, 208.600 toneladas y exportó 149.700 toneladas de aguacates.
Así, mientras el negocio de la naranja decrece, el del aguacate y la variedad lamb hass crece, convirtiendo a la Comunitat Valenciana en uno de los principales productores de España —representa el 15% de la superficie española—, aunque muy lejos de Andalucía, que con 18.675 hectáreas es la comunidad líder en este cultivo subtropical. «Nuestra climatología resulta perfecta para su cultivo, sin fuertes oscilaciones térmicas y agua suficiente, de ahí que pueda ser una buena alternativa en zonas citrícolas», comenta Recatalá. Lo hace destacando que zonas como Camp de Morvedre, La Safor, La Ribera, el norte de Castellón y la costa alicantina son más propicias. Ahora bien, ¿existe el riesgo de caer en una sobreproducción? Recatalá ve esa posibilidad poco probable debido, precisamente, a la climatología: «El clima no permite plantar aguacates en todos los sitios donde hoy hay cítricos, sino solo en zonas cálidas donde no hiela».
Bien es cierto que el aguacate tiene sus ventajas, pero todos los agricultores consultados insisten en que «el aguacate no es el maná, sino una opción diferente a los cítricos». Lo hacen conscientes de que puede convertirse en un boom, de ahí que expliquen que cambiar de plantación supone una inversión inicial elevada, ya que el precio del plantón ronda los veinte euros —el del naranjo son unos tres euros— y hasta el cuarto o quinto año no comienza a ser rentable su producción. En cifras, Recatalá la sitúa en doce mil euros por hectárea, pues hay que arrancar el anterior cultivo, reconvertir el terreno, poner riego nuevo… «Se trata de una inversión importante, pues hasta el cuarto o quinto año no se obtiene una cosecha completa para cubrir costes, de ahí que primero se deba analizar la situación, asesorarse y hacer los números para ver si es conveniente o no. Somos empresarios y buscamos sostenibilidad y rentabilidad, y la agricultura verde solo puede funcionar si no hay números rojos», recalca Recatalá.
De hecho, para orientar a los agricultores, el Servicio de Tecnología del Riego del IVIA realizó un mapa para conocer si una zona determinada es apta o no, un recurso «imprescindible» que Gil María Campos Alabau insiste en que se consulte, porque «dependiendo de si el terreno es apto o no para el cultivo del aguacate, la rentabilidad será mayor o menor». De ahí que el agricultor anime a ver el mapa del Grupo Operativo de Aguacate para revisar la idoneidad de los campos para el cultivo del aguacate.
Tras esa primera inversión realizada en el cambio de cultivo —«que es mucha», insisten—, ahí comienzan las ventajas, especialmente porque su coste de producción es menor: «El cultivo de naranjas tiene muchos problemas y su mantenimiento comporta más gastos, como, por ejemplo, los productos fitosanitarios para combatir las plagas, gasto que el aguacate no tiene. Yo, en todos estos años, no he utilizado ningún producto fitosanitario». Además, Mariano explica que, a diferencia del naranjo, no hay que quemar los restos de poda o ramas secas; se dejan en el suelo, se descomponen y es abono para el propio árbol. En cifras, explican que el coste de producción de la naranja por hectárea es de 7.200 euros aproximadamente, mientras que el del aguacate es de 4.000 euros, de ahí que los agricultores apuesten por este nuevo cultivo si sus campos son idóneos. Eso sí, todos comentan que «los robos son muy frecuentes, algo que no ocurría tanto con la naranja».
Mariano habla con pasión del aguacate, caminando por sus tierras y quitando aquellas ramas que están secas debido a la escasez de lluvias —«esto es normal; no significa que el árbol esté enfermo», matiza—. También revisa el tamaño de los aguacates, explicando que, en poco menos de quince días, comenzarán a recogerlos, cuando tengan el índice de grasa adecuado. Coge uno de ellos y comenta que la variedad lamb hass tiene forma de pera y es más largo que la hass. Hay más diferencias, pero esa es la que se percibe a simple vista. Hoy es un experto del aguacate y de la variedad lamb hass, aunque en sus inicios no fue así, pues «los primeros años fueron de aprendizaje, de ir ampliando la superficie cultivada y abrir mercado».
Para Gil María este es su cuarto año, por lo que espera ya lograr esa rentabilidad —«el año pasado pagué costes y este espero pagar deudas»—. Sus cultivos se extienden sobre la ladera de una colina, sobre la que se divisa un valle dominado por el verde de los cultivos y con el mar como horizonte. Es la finca El Sucre, con once hectáreas de cultivos (3,6 hectáreas de mandarinos de la variedad tango y 7,4 hectáreas de aguacates, de hass y lamb hass) protegidos por muros de piedra seca. Una finca que data de los años sesenta y que, en 1986, implantó el sistema por goteo, siendo de las primeras en la Comunitat Valenciana. Un hecho que Gil María destaca y que siempre ha guiado su manera de cultivar para buscar la máxima eficiencia hídrica. Tanto que este ingeniero agrónomo y MIT Sloan Fellow en Innovación y coordinador del Grupo Operativo de Innovación del Aguacate ha hecho diversos estudios sobre cómo realizar un riego más eficiente.
El sistema de regadío es fundamental, pues el aguacate es una planta con fama de consumir mucha agua y podría gastar un porcentaje más que los cítricos, pero menos que muchos otros productos, lo que lo convierte en un cultivo sensible al manejo del riego. De hecho, uno de los problemas de Málaga en esta campaña es la sequía, que ha estropeado a un gran número de plantaciones. Entonces, ¿se está empleando más agua para su cultivo en la Comunitat Valenciana? La respuesta de todos ellos es contundente: «No; requiere la misma agua que los cítricos». En datos, una plantación adulta de aguacates puede llegar a requerir dotaciones de entre 6.000 m3/ha y año, aunque esta cifra podría variar dependiendo de las características de la zona de cultivo, la variedad plantada y el tipo de riego.
Precisamente, Gil María, apoyado en un estudio del IVIA, comenta que aplicar un correcto riego es esencial para evitar realizar un gasto innecesario de agua: «Una forma de reducir los episodios de estrés hídrico es controlar el sistema de riego, lo que hace que se aumente la superficie mojada donde se necesite y la planta crezca mejor». Por tanto, como explica Gil María, se puede cultivar la misma producción con menos agua, pero ello implica una inversión y cambiar el sistema de riego. En su caso, además, ha instalado unas sondas para medir el agua que necesita el plantón y, así, no desperdiciarla.
Bien es cierto que el buen comportamiento sobre el terreno de la variedad lamb hass hace que sea la más extendida en la Comunitat Valenciana —representa el 70%—, pero también su elección se debe a razones estratégicas, pues, al entrar en producción los meses de marzo y de abril —después de la del hass y antes de la llegada de las producciones de países terceros—, permite ocupar un mercado hasta ahora vacío. Un reto para el cual Recatalá comenta que «es fundamental la mejora y profesionalización constante de toda la red y de la industria en general» y más teniendo en cuenta que la competencia se ha duplicado en los últimos meses y ha incorporado nuevos países, como Sudáfrica o Marruecos, que se unen a los principales productores latinoamericanos (Michoacán, Perú, Colombia, Jalisco y Chile) y California.
Precisamente, la competencia a nivel mundial es para Gil María Campos Alabau uno de los principales problemas a los que se enfrenta el sector: «El gran reto es no tener una competencia desleal de estos productos; todos los países deben cumplir con las normas europeas, así como de comercialización, pues se deben mantener los precios para que podamos competir en igualdad de condiciones». No solo eso; insta a un mayor control, pues «están aumentando los productos ecológicos y su control, pero no ocurre lo mismo con el resto de productos, pues no hay un control en puertos y eso lleva a una mayor posibilidad de sufrir plagas». Por tanto, la calidad de los productos sigue siendo el talón de Aquiles de los agricultores: «Debido a las bajas producciones cambiamos de cultivo a otros más productivos, pero seguimos ahogados con la calidad». Asimismo, señala a Marruecos como el principal competidor: «Marruecos es la competencia directa, pues está creciendo mucho y algunos productores se están yendo allí». Una situación que ya vivieron con la naranja, de ahí que exista un cierto temor.
Otro gran reto es lograr que sus producciones se queden en la Comunitat Valenciana, pues, actualmente, viajan hasta Málaga y de allí al mundo. Una situación que los agricultores esperan revertir con la reciente aprobación de la marca de calidad ‘Aguacate de la Comunidad Valenciana’, ya aprobada por la Conselleria de Agricultura y que es fruto del trabajo que desde Asoproa se está haciendo desde 2019. Con ella, la Comunitat se quiere posicionar como un productor de aguacates, fortaleciendo la posición de los productores locales en el mercado y animando a los consumidores a su compra. «No hay un aguacate con menor huella de carbono que el cultivado aquí, pues no requiere cuarenta y cinco días de transporte y todo se realiza artesanalmente», comenta Recatalá animando a consumir Aguacate de la Comunidad Valenciana, que ya es posible encontrarlo en los supermercados. Alabau añade que «gracias a las técnicas de cultivo que aplicamos, el aguacate valenciano es el que menor huella hídrica y de carbono tiene para el mercado europeo».
Pero no basta con estar en los lineales de los supermercados, se requiere una concienciación de la ciudadanía y que esta apueste por los productos de la tierra y que sepa, como en el caso de las naranjas, que hay distintas variedades de aguacates. «Las personas tienen asociado un producto, el hass, porque las grandes cadenas tienden a trabajar con variedades estándard, fácilmente reconocibles por el consumidor. El consumidor debe saber que hay distintas variedades», reivindica Gil María Campos sobre esa necesidad de asociar el aguacate con producto de cercanía y de calidad. Sus palabras son las de unos agricultores que siguen peleando por mantener unas tierras que llevan cultivando desde hace décadas, unas tierras que aman y que no quieren abandonar, pero, para ello, necesitan el apoyo de la ciudadanía y la administración. En otras palabras, necesitan que la sociedad valore el esfuerzo que se está realizando por situar a los aguacates cultivados en la Comunitat en la excelencia.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 113 (marzo 2024) de la revista Plaza