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del derecho y del revés / OPINIÓN

¿Adiós a las mascarillas?

24/04/2022 - 

El uso de la mascarilla ha dejado de ser obligatorio a partir de este fin de semana en España, después de meses y meses de tener que llevarla no solo en interiores, sino incluso al aire libre en determinados momentos. Me acerqué a un centro comercial ayer y vi que, a pesar de la nueva norma, muchas personas de todas las edades continúan utilizándola voluntariamente e, incluso, percibí algunas caras de sorpresa en aquellos que la portaban hacia los que no lo hacíamos. Sorpresa y hasta me atrevería a decir también desaprobación. Parecemos pajarillos asustados a los que les hubieran abierto la puerta de la jaula en la que estuvieran custodiados y no se atrevieran a salir a volar. De hecho, tuve la misma percepción el viernes por la tarde, cuando acudí al concierto de Pascua “La Paz esté con vosotros”, organizado por la Biblioteca de los Libros Felices capitaneada por D. Biblio, el bibliópata, como él mismo se autodenomina Manuel Desantes, en la Iglesia de La Inmaculada del Pla, y ofrecido por la Orquesta de Cámara Virtuós Mediterrani. Estoy de acuerdo con las iniciativas de este tipo, dado que el concierto se presentó en colaboración con Cáritas, en apoyo de su labor de ayuda a los refugiados de Ucrania. Hubo un momento especialmente emotivo durante el concierto, en el que dos violinistas, uno ruso y otro ucraniano, tocaron como solistas un concierto para dos violines, escenificando que no tiene por qué existir enemistad entre dos pueblos, sino que, por el contrario, esta guerra es un tema puramente político ajeno a los ciudadanos de los países implicados en ella. En cuanto a las mascarillas, tampoco hubo unanimidad entre los músicos.

Volviendo a este tema, también es cierto que hay a quien le favorece y caras de algunas personas a las que hemos conocido durante la pandemia que nos van a sorprender ahora, porque nos las imaginábamos de otra manera cuando iban con el dichoso tapabocas puesto. Alguna ventaja tenía el llevarla como, por ejemplo, el poder bostezar cuando el interlocutor nos estaba dando la tabarra sin que se notara excesivamente, o bien no tener que pintarnos los labios para salir de casa. Recuerdo que el verano pasado me la puse después de haberme pintado con una barra labios naranja y, cuando me la quité, parecía que me hubiera untado la cara con sobrasada. En fin, reconozco que no la echaré de menos, aunque es cierto que no nos vamos a poder desprender por completo de ella, al menos por el momento. Aún la hemos de llevar en algunos sitios, como en el transporte público o en las residencias de mayores -no los residentes, porque esa es su casa, sino los trabajadores y quienes los visiten-. Por otra parte, el decreto que modifica la cuestión de la obligatoriedad alude a la necesidad de un “uso responsable” de la misma, concepto inconcreto, y deja en manos de los responsables de riesgos laborales la decisión de qué se ha de hacer en cada trabajo. Menudo lío. Lo cierto es que no sabemos hasta qué punto, después de este tiempo, hemos podido quedar condicionados o no debido al uso prolongado de este elemento. Tampoco sabemos si a partir de ahora, y aunque llegue un momento en que podamos dar la pandemia por definitivamente zanjada y olvidada -lo que todavía queda un poco lejano-, es posible que sigamos dependientes de su uso. Cierto es que resulta lógico el temor a dejar de usarla por parte de algunas personas especialmente vulnerables, como los enfermos y los ancianos y aquellos que tengan el sistema inmunitario debilitado. La verdad es que sigue aumentando en los últimos días la incidencia en mayores de 60 años, sobre todo en los mayores de 80, y han fallecido 183 personas en tres días durante esta semana. Y es que esta errática y desconocida enfermedad, de la que aún conocemos pocos datos, no para de sorprendernos.

No quiero ser agorera, pero no deja de causarme cierta intranquilidad el hecho de que, mientras en España estamos entrando en este alegre momento de destape, en China estén confinados varios millones de personas de diferentes ciudades, ayer mismo una de 9 millones de habitantes. Me queda la duda de si el Gobierno sabe lo que hace cuando ha tomado esta decisión, o bien es una cuestión meramente propagandística y en la que, otra vez, como al inicio de esta gran movida de la covid-19, estamos pensando que lo que pasa en el gigante país asiático no nos afecta. ¿De verdad somos tan mentecatos o inconscientes? ¿Hay alguien que pueda dar una explicación racional y coherente desde el punto de vista científico de por qué este virus parece ir a oleadas, o es que no para de mutar? ¿Existe algún riesgo de que dentro de unos meses tengamos que volver a confinarnos, en vista de la situación en China? Estos nuevos confinamientos, similares a los de 2020, amenazan con turbar el transporte, la logística y la economía mundiales otra vez. Tendremos que ver cómo evoluciona esta cuestión y en qué medida nos afecta. Este virus es un enigma que parece indescifrable y esperemos que se resuelva en algún momento y, sobre todo, que nos deje seguir adelante con nuestras vidas sin volver a ponerlo todo patas arriba, como hace dos años.

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