ALICANTE. Ya les he contado varias veces que me fascina el tiempo cronológico de los medios de comunicación. Un puente festivo es una de las mejores maneras de volver sobre este asunto. Para que se hagan una idea. Yo escribo esto cuando en Cocentaina han madrugado con el cambio de hora para prepararse para la Fira de Tots Sants. Ustedes lo leen cuando los responsables de todos los cementerios se han tomado un día de asuntos propios por la sobrecarga de trabajo de ayer. Bueno, en realidad, esto último no está tan claro, porque cuando yo escribo hay un cada vez menor porcentaje de tuiteros criticando Halloween, esa fiesta importada, no como las demás, que en su mayoría tienen origen romano. Supongo que los defensores de las tradiciones habrán aprovechado para visitar a sus parientes difuntos, pero habrá sido ayer, mañana para mí, porque el lunes estábamos frente al ordenador cuatro y el de la guitarra. Quizá es que los dulces propios de estos días son muy difíciles de preparar, lo desconozco. En resumen, calculen lo difícil que es seleccionar una opinión nacida ayer para que la lean ustedes pasado mañana. Y más, en estos tiempos en que la urgencia ha matado a la estrella del periodismo.
Lo bueno de este agujero negro de días y horas es que permite jugar. Lo malo, que la actualidad se ha disfrazado de permanente pesadumbre y han quedado anuladas hasta las reglas del parchís y de la oca. En un puente normal, prepandémico, les recordaría de que hoy hemos caído en la casilla de la victoria de Lula en Brasil y devolvería los dados al cubilete para una nueva tirada. En uno actual, convulso y polarizado, no me atrevo a vaticinar cuántas fichas ha pretendido comerse Bolsonaro. A esto hemos llegado. No se trata solo de que desnortados como Trump alentaran la toma del Capitolio por su incapacidad de asumir la derrota. El problema es que se ha extendido a toda la población. Acabo de ver el vídeo de un conductor que ha arrollado a un grupo de motoristas disfrazados. Y la mosca de detrás de mi oreja me susurra que quizá era un detractor de diversiones profanas. Quizá no, pero últimamente hemos asistido en demasiadas ocasiones a actos en los que la respuesta a algo que no nos gusta conlleva violencia. La otra alternativa es acusar de fascismo a todo aquello que nos molesta. Volvamos al tablero. No sé si pedir que me salga un cinco para caer en la casilla de la relajación de las tensiones o sacar un manual de instrucciones en griego clásico para que volvamos a aprender a discutir.
Aunque junto a la sensación permanente de que todo es susceptible de empeorar, hay otra posibilidad. Otra consecuencia de la deriva que sigue la Humanidad en general y los medios de comunicación en particular. Al precio que va el combustible hoy, no merece la pena sacar a pasear el Delorean de Doc y Marty McFly de la saga de Regreso al futuro para solo dos días de adelanto. Podemos ahorrar costes con la previsibilidad. Hoy se levantarán ustedes con las reacciones a la presentación de los presupuestos del Botànic para 2023. También asistirán al enfrentamiento entre Gobierno y oposición a cuenta de la renovación del CGPJ o de cualquier otro asunto. En alguna parte del mundo, alguien habrá provocado el caos. En algún centro de investigación, alguien habrá descubierto un tratamiento para alguna enfermedad. Dos equipos disputarán un partido de fútbol. Y puede que en el museo Reina Sofía de Madrid, los responsables de seguridad hayan frenado un ataque del activismo climático al Guernica de Picasso. Este bucle nos facilita el trabajo a los columnistas, pero, sinceramente, confío en que su miércoles sea bastante mejor de lo que augura mi lunes.
@Faroimpostor