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Una reconstrucción de las conversaciones ordinarias grabadas en el Apolo 11 que llegó a la Luna

La BBC ha recopilado los cientos de horas grabadas durante la odisea de la primera nave tripulada que pisó la Luna para relatar los aspectos más convencionales de aquel viaje histórico, como los chistes de tetas que contaron cuando los astronautas vieron los cráteres. Un homenaje en el año en que se han cumplido 50 de la hazaña y ante la evidencia de que todavía mucha gente cree que nunca llegaron y todo fue un montaje

19/10/2019 - 

VALÈNCIA. Yo no sé qué habría dicho si llego a la Luna, pero desde luego no hubiese sido una sentencia para la posteridad. Habría hecho la coña nada más poner un pie con que está bien, pero que en España se come mejor o, simplemente, habría hecho algún juramento malsonante con la Virgen, el Misterio o el mismísimo Dios involucrados. Los seres humanos no somos espectaculares y las grandes frases suelen llevar un curro de mucho tiempo a los escritores para que queden redondas.

La BBC, la cadena pública de los amantes del realismo como género por antonomasia en el audiovisual, ha grabado un documental que reúne lo que los astronautas dijeron exactamente durante su viaje. La misión duró ocho días y el productor de 8 Days to the Moon and back, Anthony Philipson ha tenido que escuchar cientos de horas y elegir lo más relevante para hacer un guión.

Son unas cintas que han sido desclasificadas recientemente y comprenden la faceta más íntima de lo que fue esa odisea. Hubo momentos en los que se dedicaron a hacer lo más humano que hay, contar chistes muy subidos de tono. Por ejemplo, empezaron a comparar los cráteres, que era la primera vez en su vida que los veían, con tetas de mujeres.

Hay aspectos sorprendentes como cuando se les rompe el botón de despegue y tienen que arreglarlo a mano de mala manera -con un bolígrafo- o cuando ignoran las indicaciones del ordenador para alunizar. Aunque el gran valor, para Philipson, está en que iban en un cacharro equivalente a un coche con un ordenador que tenía una capacidad menor que la de un teléfono móvil actual y sin embargo con eso les bastó para una hazaña que aún no ha sido repetida.

El documental, recreado con actores, sirve de homenaje a la misión del Apolo 11 que desde este verano hace cincuenta años que consiguiera alunizar. Para Philipson hubo un fenómeno que le motivó por encima de todo a rodarlo: la cantidad de gente que le preguntaba si de verdad se había llegado a la Luna. Todavía hay muchísimas personas que creen en la teoría de la conspiración de que todo fue un montaje.

Una visión muy fácil de desmontar. Si hubiese sido de broma, los soviéticos lo habrían dicho, que tenían tecnología para seguir a los americanos y saber qué estaban haciendo, pero bueno, como diría el castizo: deja a los chavales que camelen. De hecho, en entrevistas el director a alucinado con que haya quien piense que la prueba definitiva de que el alunizaje fue falso sea la película que él ha estrenado este año. Es lo que tiene el pensamiento inductivo.

En el docu, lo que dicen los astronautas nada más llegar a la luna es que "todo es muy bonito", cual turista. Ya antes durante el viaje estaban alucinando con el horizonte en el espacio, es decir, ver al sol asomar detrás de la Tierra. Y en lo cotidiano, pues se les perdían sus objetos personales por tenerlos todo el rato flotando por ahí de mala manera rebotando con todo. Ese detalle habla más de ellos y el espacio que las dichosas vistas por el ventanuco.

La realización con los actores y las imágenes reales de la sala de control y de los informativos está muy lograda. Se centra en los aspectos más ordinarios de estar metido en una cápsula, como comer de lo que es básicamente un tubo de pasta dentífrica. Salen hasta durmiendo y se escucha desde la Tierra cómo prefieren no agobiarles con llamadas y dejar que descansen.

Cuando la Tierra cubría completamente el Sol, informaban de que la noche en el espacio era prácticamente idéntica a la que conocían, rodeados por todas partes de estrellas. En el momento en el que se acercan a la órbita del satélite, con lo que alucinaron fue con los cráteres. Empezaron a ponerle nombre a los más grandes exactamente igual que como hicieron los marineros españoles que llegaron a América.

Cuando tienen que aterrizar, uno lo ve nervioso. Como cuando vuelve a ver goles históricos marcados por su equipo y teme que los fallen. Es realmente fascinante el silencio que se produce en la grabación original cuando lo consiguen. En las imágenes de archivo sale llorando hasta el más pintado cuando se produce ese momento.

Lo que cuesta creer es que un astronauta nada más llegar a la Luma haga como hizo Buzz Aldrin, que se puso a cortar hostias que se había traído de la iglesia de su pueblo para comulgar allí, más cerca de Dios en un sentido estricto. Es lo que menos te esperarías de alguien tan estrechamente relacionado con la ciencia, pero es lo que hay, y ese detalle habla tanto del ser humano como el hecho aquí relatado de que fuera capaz de llegar a la Luna.

Es una verdadera pena que la carrera espacial se viera frenada por su alto coste y, especialmente, porque al desaparecer la competencia de la Guerra Fría ya no tenía sentido sacar la cabeza en este aspecto. En ese sentido, la película de Tom Hanks, Apolo 13 ya ponía de manifiesto que en un par de apolos al gran público le iba a dejar de interesar el espacio e iba a empezar a zapear cada vez que saliesen misiones de la NASA de este tipo..

Los astronautas triunfantes, cuando llegaron, visitaron 24 países. Fueron vistos por cien millones de personas. Sin embargo, ellos mismos eligieron no volver al espacio nunca más. Otra historia aparte sería contar las depresiones que sufrieron. Ahí no entra el trabajo de Philipson, que muy bien podría ser un díptico, porque nunca habrá habido algo que en una semana, todo lo que rodeó este viaje, hable tanto o sirva como reflexión de la condición humana.

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