VALÈNCIA. A veces, en las condiciones menos propicias surgen obras que, de alguna manera, responden a la pulsión de su tiempo. Películas que sacan la rabia del momento y que se atreven a tocar las teclas adecuadas a través de un impulso casi desesperado. Malcolm & Marie es hija de la pandemia. Surgió de ella y, en consecuencia, de todas esas frustraciones que nos han atenazado durante el periodo de encierro. La asfixia, la necesidad de gritar y exorcizar los fantasmas y también de reflexionar sobre nuestras propias vidas y su rumbo, de lo que queremos y de lo que no.
Pero también es una invitación, por parte de su director, Sam Levinson, de volver a la esencia del relato, sin artificios: dos actores entregados a la causa, la palabra como dardo y una puesta en escena orgánica y visceral. Como John Cassavetes, exacto, o como las grandes adaptaciones teatrales en versión desnuda, dolorosa y de energía eléctrica de alto voltaje (en la cabeza, desde ¿Quién ama a Virginia Wolf? a Mirando hacia atrás con ira).
Como no podía ser de otra manera, la disección de las miserias de la pareja se encuentra en el centro de la función. Una relación en apariencia perfecta comienza a resquebrajarse cuando desaparecen las máscaras y se gritan las verdades. Entonces la pantalla se convierte en un cuadrilátero en el que los puñetazos verbales se cruzan en ambas direcciones, donde se va a hacer daño y cada uno recibe sus golpes bajos. Y en este caso, no hay ganador.
Él, Malcolm (John David Washington) es un cineasta que acaba de estrenar su primera película. Ella, Marie (Zendaya) es su pareja. Ambos regresan de la noche de estreno. Él está entusiasmado por la acogida, ella parece ausente mientras le prepara unos macarrones con queso. La eufórica y la egolatría masculina frente a la herida de una mujer que se ha sentido ninguneada. Poco a poco iremos sabiendo más acerca de ellos, de su relación, de su pasado, de los rencores que han ido acumulando, todo orquestado a través de una serie de actos dispuestos a modo de catarsis progresiva en los que se las batallas orales van profundizando en las heridas.
¿De qué hablan Malcolm y Marie? De todo, quizás, de demasiado. Parece que tengan que tocarse todos los temas, aunque extrañamente, se encuentran justificados. No hay impostura a la hora de hablar de cuestiones raciales (porque ambos son negros), ni de buena parte de la hipocresía que se genera a su alrededor, tampoco de las relaciones tóxicas, de la lucha de sexos y del clasismo.
Pero por encima de todo, Malcolm & Marie trata de la incomunicación. Entre la pareja protagonista, sí, pero también entre el cine actual y el espectador. ¿Dónde están las emociones verdaderas?, se preguntan en la propia película. ¿Dónde está la creatividad y qué papel ocupa la industria y el mercado audiovisual? ¿Hasta qué punto nos encontramos adormecidos y necesitamos que nos saquen de nuestra zona de confort para descolocarnos un poco? ¿Estamos condicionados por la agenda política de las obras artísticas?
Puede que Malcolm & Marie no alcance plenamente sus objetivos, en ocasiones puede resultar un tanto avasalladora. Pero al menos lo intenta. Tiene un poso de osadía muy reivindicable, quizás porque no solo los personajes reciben mandobles, también el propio espectador y todos los implicados en la industria del espectáculo. También los críticos. Lejos de encajar mal sus puñaladas, en el fondo debería obligarnos a repensar nuestro papel, dejar los clichés a un lado, las frases hechas y plantear nuevas perspectivas a partir de las películas.
Pero también se habla de algo mucho más importante, de la honestidad. Y eso es algo que nos afecta a todos en un mundo en el que solo parecen importar las apariencias, el triunfo, los likes. ¿Y qué hay fuera de ese espacio intangible que no es más que una burbuja sobredimensionada? Soledad, incomprensión, desengaño.
Sam Levinson ha intentado con cada una de sus obras romper estereotipos a través de una sensibilidad profundamente millennial. Es un director comprometido con los cambios que se producen a su alrededor y ha intentado plasmarlos, tanto en lo que se refiere a la integración tecnológica en nuestras vidas como en la reivindicación de los colectivos oprimidos, como se ha podido comprobar en sus anteriores trabajos, en especial la película Nación salvaje (2018) y la serie de HBO Euphoria.
En realidad, en ambos trabajos también subyace la necesidad de repensar las fórmulas, de darles la vuelta, de cuestionarlas. Es un director inquieto y satírico con la realidad que nos rodea. Pero dentro de toda la parafernalia, lo que gana es el fondo. Y eso también le ocurre a Malcolm & Marie, aunque en versión más adulta y de naturaleza casi metacinamatográfica.
Hay speechs realmente prodigiosos y reveladores, composiciones de planos sofisticadas, está rodada en un blanco y negro virtuoso (obra de Marcel Rév), la utilización de las canciones de forma narrativa resulta realmente brillante, pero una lágrima de Zendaya en el baño, en silencio, basta con desarmar cualquier dispositivo para alcanzar ese poso de verdad que en el fondo tanto busca. En su fuerza y su fragilidad se encuentra la esencia de la película. También en la capacidad de Levinson para adentrarse en la intimidad de la pareja, en su forma de adentrarnos en un espacio de manera fluida y seductora para hablar del amor y el dolor, de la mentira y la experiencia sincera.