VALÈNCIA. Loreto Sánchez es periodista cultural, es decir, una mujer acostumbrada a trabajar con el material más sensible que existe: el arte. En su primer libro titulado 'Te quiero viva, burra' (editado en Círculo de Tiza -se publicará a mediados de enero pero ya puede adquirirse en compra online-) glosa la vida de casi una treintena de mujeres a las que una desearía parecerse en algún momento de su vida. Todas tienen en común el ansia de libertad y una actitud inconformista ante una vida que absorbieron a fuego lento o vertiginosamente. Lee Miller, Alfonsina Storni, María Teresa Total, Gerda Taro, Chavela Vargas, Amy Winehouse... Los perfiles que Loreto ha pergeñado -con detalle y mimo en una escritura asombrosa- son más bien huellas de un legado universal e intemporal.
-¿Qué tienen en común estas 27 mujeres de las que escribes?
-Estas 27 mujeres son muy distintas entre ellas. Hay escritoras, actrices, científicas, exploradoras… pero todas vivieron saltándose las reglas de lo establecido en su época, de lo socialmente aceptable. Tenían la necesidad de escribir, viajar o actuar como les diese la gana y eso, siendo mujer, era casi delictivo. Fueron mujeres valientes y en muchos casos, esa fuerza y ese ímpetu las llevaron a situaciones extremas, a ser tomadas por locas, putas… a veces, las llevó a cierta marginación.
-Hay una tendencia muy notable en la actualidad de poner de relieve la vida y obra de mujeres que permanecieron oscurecidas durante mucho tiempo. ¿Cuál crees que es el motivo?
-Escucho muy a menudo que esta moda de hablar de mujeres resulta ya pesada, pero lo que resulta pesadísimo es haberlas dejado de lado. Nos han contado la literatura, el arte, el cine (menos las musas) siempre en masculino, con alguna excepción, como para cubrir el cupo. Pero es que ellas estaban ahí, en todo. Mira la Generación del 27, que hasta hace nada solo la estudiábamos a través de sus integrantes hombres, o el boom latinoamericano. Y dejemos a un lado la literatura. La ciencia, por ejemplo. Me duele sobre todo la historia de Rosalind Franklin, la mujer que descubrió la estructura del ADN y que jamás vio un reconocimiento por aquello, se lo llevaron sus compañeros. Tenemos la obligación de saldar esa deuda con ellas y con nosotros. Es positivo para todos. Debemos conocer la historia completa y para ello debemos conocer el trabajo y el papel de las mujeres que la integraron.
-El género del perfil es, probablemente, uno de los más complicados. Ahí tenemos grandes periodistas coetáneas a ti como Leila Guerriero, Silvia Cruz Lapeña o Antonio Lucas. ¿Qué tiene de especial este género a medio camino entre lo literario y lo periodístico?
-El perfil te permite contar vidas dándole importancia a lo tú consideras más relevante y eliminar ciertas aspectos menos llamativos. Eres capaz de expresar sentimientos, dudas, miedos… algo que un texto biográfico al uso no te permite. Narras sus vidas como si las estuviesen viendo en una película y tiene una mirada muy subjetiva. Cuando lees un perfil es como si un amigo te estuviese describiendo a alguien que no conoces, te cuenta los porqués, no sólo los cómos y los cuándos. Guerriero, Cruz Lapeña y Lucas son impecables cuando lo hacen, yo he intentado no cagarla demasiado.
-¿De dónde viene la frase del título? Creo que es el resumen de una relación muy particular entre dos gigantes como Cortázar y Pizarnik, ¿no?
-‘Te quiero viva, burra’ es una parte de una carta que Julio Cortázar le envía a la poeta Alejandra Pizarnik después de que ella le confesase que quería suicidarse. La leí hace muchos años y siempre me ha parecido preciosa. Una mujer que no se encuentra en el mundo, con un talento desbordante, decide rendirse. Se ve sola, incomprendida, fea, loca… y le confiesa a su gran amigo Cortázar que ya no puede más, que no le ve sentido. Es la manera que Cortázar tiene de verla la razón por la que escogí esta frase. Él la mira y ve a una mujer fuerte, llena de genialidad, una gran poeta, una buena persona y con ese burra refleja el error de Pizarnik al mirarse como se miraba. Al final, es una súplica y la he tomado prestada para englobarlas a todas, porque las queremos aquí, vivas en la memoria, diciéndoles a todas estas ‘burras’ que fueron más importantes, mejores, de lo que se pensaron.
-El libro se divide en tres grandes bloques: Delirantes, Invisibles y Vigas. ¿A qué criterios responde cada uno de estos bloques?
-Muchas podrían estar en dos bloques o incluso en los tres. Delirantes son todas aquellas que acabaron enloqueciendo o que tenían problemas mentales diagnosticados. Aquí están la Plath, Storni, Pizarnik… muchas poetas. Invisibles son las que se nos olvidaron por el camino. Las menos conocidas, como Eberhardt, Lamar... Y Vigas son todas aquellas que dieron un paso atrás para sostener el talento de sus parejas. Mujeres increíbles a las que la sociedad les hizo pensar que era mejor empujar a los hombres que tenían al lado que continuar con su carrera. Aquí están Mahony, Lee Krasner, aquí hay mujeres increíbles.
-Hay muchos nombres conocidos aquí a los que volveremos pero quería hablar de algunas de esas mujeres de las que, particularmente, no tenía ni idea de su existencia. ¿Quién fue, por ejemplo, Marion Mahony?
-Mahony es una pasada. Fue una arquitecta brillante, sus dibujos eran impresionantes. A ella la conocí por mi hermano, que es arquitecto, y me habló de su trabajo. La idea de que la naturaleza, el entorno, no se viese dañado por las construcciones sino casi beneficiado, que se incluyese dentro de los proyectos como un elemento tan importante como el edificio. Después de que me contase como era como arquitecta y la importancia que tuvo me puse a leer sobre ella y me di cuenta de que aunque trabajó toda su vida, cuando se casó y montó un estudio con su marido le dio a él más notoriedad. Él era el arquitecto y ella la que posaba junto a él en las fotos, aunque el trabajo era de ambos. No le importó, pensó que sus ideas encabezadas por un hombre llegarían más lejos.
-¿E Isabelle Eberhardt?
-Eberhardt es una de las mujeres de este libro que más me gusta. Ella y la historia de su familia, de una madre que huye con sus hijos y con su amante. Que concibe a Isabelle de esa relación extramatrimonial y que hace pasar a su amante por un cura que guía a su familia para que la sociedad la acepte a ella y a sus hijos. Luego Isabelle, que acude a África como si el corazón le perteneciese a ese continente. Que se viste de hombre para poder viajar sin peligro, que escribe sobre lo que ve, lo que escucha y lo que le impacta. Fue una mujer que decidió vivir, a finales del siglo XIX, totalmente liberada de las convecciones sociales y solo haciendo caso a lo que le pedía el cuerpo. Es alucinante.
-Parece que una mujer te llevara a otra. ¿Cómo ha sido el proceso de descubrimiento y selección de los 27 perfiles?
-Así es. Empecé escribiendo perfiles de mujeres que me parecían interesantes cuando entre a trabajar en El Independiente, hace ya más de tres años. Me di cuenta que historias que muchas veces damos por hecho que se conocen son bastantes desconocidas para el público general y que interesaban bastante. Me ponía a investigar sobre la vida de una y rápidamente aparecían nombres nuevos. No sólo es que una escritora te lleve a otra, una actriz te lleva a una científica, una cantante a una activista… los nexos son increíbles. Luego cuando me llamó Eva Serrano, editora de Círculo de Tiza, y me pidió este libro me pase un montón de días buscando historias nuevas y no fue fácil elegir solo a 27. No están todas las que deberían pero todas las que están se lo merecen.
-En el lado contrario tenemos a mujeres tan conocidísimas e icónicas como Amy Winehouse. ¿Qué va a descubrir el lector de ella en este nuevo perfil?
-A Amy Winehouse, como a muchas otras, las seguimos mirando desde un punto paternalista. Creo que en el libro se puede ver que no era solo una niña con talento sino todas sus esquinas. Tenía miedos, tenía fuerza, era ella y los demás orbitaban a su alrededor. Nadie la protegió y pocos consiguieron guiar sus actos y seguimos teniendo la imagen de que fue una marioneta manejada por los demás. Aquí no intento decir que estas mujeres eran maravillosas, muchas no lo eran. Intento contarlas tal cual, como fueron, como pensaban, que hicieron, intento narrarlas como sujetos activos de su historia, como protagonistas de sus vidas. Winehouse fue una cantante y compositora brillante, también una tipa enganchada al alcohol y las drogas que iba de la depresión a la euforia con bastante facilidad. Aquí aparece todo.
-Por último, si tuvieras que elegir a una de estas mujeres para cenar con ella y charlar durante toda una noche, ¿a quién elegirías y por qué?
-Las juntamos a todas, ¿no? Y nos quedamos escuchando y mirando.