El actual ministro de Fomento es un hombre hecho a sí mismo, que recuerda los veranos como una época de trabajo y sacrificios para sacar adelante a los suyos. Con los años ha saboreado la playa y el interior de Valencia pero sin dejar de atender sus múltiples obligaciones, no le gusta “perder el tiempo”
—¿Cómo eran los veranos de tu infancia?
—Apenas nos movíamos de la ciudad, estábamos en Valencia y a lo sumo íbamos a la playa de la Malvarrosa o visitábamos a algunos familiares en Madrid. Empecé a trabajar muy joven para contribuir a la economía familiar, formo parte de una generación que nos hacíamos adultos muy tempranamente. Recuerdo con 15 años trabajar en una tienda de souvenirs, estudié COU mientras trabajaba en una gestoría administrativa y de hecho me libré de la mili porque tenía que asumir el sustento familiar y las responsabilidades del hogar.
—Unos veranos particulares, con un gran sacrificio personal pero imagino que cierta satisfacción por tu capacidad para afrontar y asumir responsabilidades.
—Así es, como te digo fui precoz en asumir retos, hice magisterio por las tardes mientras seguía trabajando, pasé de mantener a padres a mantener a hijos e incluso casi a ambos en algún momento. Con 19 años era maestro de EGB. En verano los domingos íbamos a la playa y alguna semana visitábamos familia que teníamos en Madrid y a Salamanca a ver a mi abuela.
—Te casas muy joven, con apenas 20 años y tienes hijos, ¿cómo recuerdas aquellos veranos?
—A partir de los 23 años empezamos a ir a Ciudad Real, fueron unos años en un pequeño pueblo donde tengo el recuerdo de vida ociosa, verbenas populares, recorrer la Siberia extremeña, leer mucho. Los coches de la época que tardabas en llegar ocho horas con esos asientos de espuma, sin aire acondicionado y atravesando todos los pueblos, ni bypass ni circunvalaciones, y al llegar lo primero era acostarte para descansar.
—¿La política la llevas en la sangre desde muy joven?
—Desde bien joven (16 años) militaba en política, estuve del 76 al 81 en el Partido Comunista y luego en el PSOE donde llevo más de 37 años afiliado. Recuerdo que en el año 77 fui a un campamento de la juventud comunista en Navalón, en abril nos habían legalizado y no pudieron prohibírnoslo pero tampoco nos dieron facilidades. Lo primero que hicimos fue izar la bandera, nos dejaron unas instalaciones y sólo podíamos poner la tienda de campaña, la piscina tenía un palmo de agua, no había baños, se notaba la huella del franquismo. Pero la ilusión lo vencía todo.
“No soy prototipo de vacaciones programadas, ni de ir a un sitio fijo de verano, siempre me voy de viaje y de manera muy improvisada. Esos esquemas de vida plácida nunca los he tenido”
—Fuiste precoz y empezaste muy joven en el mundo de la administración pública.
—Cuando entré en la Delegación del Gobierno (entonces gobierno civil) los salarios eran muy bajos y tampoco podíamos permitirnos viajar ni tener una residencia de veraneo, o sea, que pese a trabajar desde bien temprano no podía permitirme una segunda residencia para el verano. Mis hijos se iban al pueblo más tiempo y yo iba cuando tenía vacaciones.
—Imagino que con los años la situación mejoraría y algún viaje realizarías.
—He viajado bastante, sobre todo por trabajo y también por ocio. De los primeros viajes que recuerdo fue en nuestro entorno: Portugal, Suiza, Francia, Marruecos, etc. y por trabajo aunque también por turismo he recorrido Hispanoamérica: República Dominicana, Brasil, Nicaragua, Venezuela o Colombia donde tengo muy buenos amigos.
—Actualmente Ministro de Fomento, este verano complicado, ¿pocas vacaciones?
—Realmente sí, no llevamos ni dos meses en el gobierno y hay que estar al pie de cañón. Tenemos tres consejos de ministros en agosto, además yo aprovecho siempre los agostos para combinar trabajo y ocio. Hay que tener en cuenta que en agosto se celebran todas las fiestas patronales y cuando estás en política hay compromisos que cumplir. Algunos municipios me han pedido ser pregonero de sus fiestas, lo cual es un orgullo.
—¿En los últimos años dónde has ido en verano?
—En la última década hemos establecido nuestra segunda residencia en Mas Camarena donde estoy muy a gusto y siempre acudo a las fiestas de la zona en localidades como Bétera o Burjassot. También vamos Mareny de Barraquetes donde tenemos familia y disfrutamos de una playa maravillosa. A mis hijos les gusta mucho la playa; aunque yo soy más de monte, pero también necesito saber que está el mar cerca, para mi es como tener una ventana.
—¿Tendremos por fin los valencianos el ansiado Corredor Mediterráneo ahora que un valenciano ocupa la cartera de Fomento
—Sí, pero el reto no es sólo ese, el verdadero problema es si tendremos un red transeuropea. Estoy en contacto con el gobierno francés para que colabore en que este Corredor Mediterráneo llegue donde tiene que llegar, tienen que abrir. Estamos trabajando activamente para que las capitales de provincia del mediterráneo (Valencia, Murcia, Almería…) estén unidas por la alta velocidad hasta Algeciras.
—Un valenciano en Madrid, ¿cómo es un verano en la capital? ¿tanto calor como se dice?
—Mi experiencia es que el mes duro es julio, en agosto mejora algo y las noches son algo menos calurosas. Pero si me quedo allí es por trabajo, sino me vengo a Valencia siempre, aquí esta mi casa, mis papeles, mis libros, mis plantas, me encanta el orden. En este mes siempre aprovecho para entre Mas Camarena y Mareny de Barraquetes organizar todas las cosas de mi casa, el propósito de agosto siempre es ordenar, no entiendo lo de holgazanear todo el tiempo, me siento culpable.
—¿Alguna escapada que puedas contar?
—Todas las escapadas son de trabajo, con el ritmo que se lleva trabajando en un ministerio lo que más añoro es poder estar en mi casa tranquilo. Prepararme una comida frugal, leer y ordenar la cabeza que es como tu archivo digital y dejar que lo que has vivido se asiente, que esa agitación repose porque sino no ves las cosas adecuadamente.
—Un recuerdo de verano.
—La luz, cada sitio tiene su luz pero destacaría la de mediodía y la del amanecer. Siempre recordaré de pequeño la quietud del mediodía, ese agosto en la ciudad donde no se oía absolutamente nada.