VALÈNCIA. Javier J. Hedrosa quiere invitar a los espectadores a un juego de palabras donde los conceptos se trastocan y los objetos se resignifican. El efecto lúdico ya asoma en el mismo título de la pieza, Nus-altres possibles, un calambur en valenciano que puede traducirse como nosotros o como otros nudos. En palabras del propio director, la pieza es una propuesta de danza contemporánea en torno a la identidad, “donde se descompone la categoría de género binario y se deshace la relación habitual entre el intérprete y el espectador”.
Para conseguir este propósito, los intérpretes llevan a cabo en cada función una improvisación en directo con materiales físicos y lenguaje escrito donde hacen partícipe al público, con lo que se logra romper la cuarta pared y darle un papel activo a la audiencia, que construye y participa desde su butaca.
Los cinco bailarines empiezan desde el suelo y, con sus movimientos, van diseñando el espacio. Las acciones se van subrayando con la aparición de carteles donde se leen palabras polisémicas. El léxico escogido se va asociando a objetos que también pueden servir para diferentes usos. Los materiales son de tipo industrial: hay listados de madera aglomerada, grandes tubos de cartón y espuma amarilla. “Son elementos reconocibles, pero que están en proceso. La tabla puede ser para construir un mueble, pero también para quemarla en una Falla. Podemos partir, por ejemplo, de las palabras incendio y destornillador y acabar evocando a Chavela Vargas tendiendo la ropa”, ofrece como ejemplos Hedrosa.
La única excepción a esta indeterminación de los objetos empleados en la obra es un atril al que, sin embargo, se le dan usos insospechados para volver a descolocar a la audiencia. En la obra se suceden los binomios: acción y palabra, sujeto-objeto, lenguaje abstracto y concreto, espacio en blanco y después, en negro. Hay emoción, adversidad sin llegar a la tragedia, ironía y humor. “Nus-altres posibles funciona como un dispositivo escénico donde jugamos a desviar el sentido de lo que se performa. De este juego participa el público en tanto en cuanto las palabras y las acciones están a la vista, disparando su imaginación”, avanza el creador del montaje.
Es un juego de atar cabos que tiene que ver con la alteridad, porque al incorporar el lenguaje escrito a una acción con unos materiales aparece un tercer significado. De la suma de palabra, movimiento y objeto surgen lecturas y relecturas. “Vamos de cuestiones más simples a significados más complejos, dejamos libertad al espectador para evocar, pero también dirigimos su mirada”, expone el coreógrafo.
El resultado es, en palabras de sus propios artífices, “un viaje desde el yo, compartido con el tú, llegando a nosotros. Es un rompecabezas que parte del lenguaje, lo que difumina y expande nuestro imaginario colectivo alrededor del cuerpo, la imagen, la materialidad y el sonido, para producir desviaciones y resignificaciones alrededor de la identidad. Es un juego de nudos que se trasladan desde el vacío al lleno, desde la nada hasta el todo. Cuando se estira uno de los cabos del nudo aparece un nuevo nodo de significación, que hace emerger esas otras posibilidades".
En último termino, tras dejar los materiales a merced de la interpretación de las personas, se les da su propia voz. El objeto emerge por sí solo, como una sutil metáfora de la identidad de género. “El objeto funciona como sujeto. No es que se humanice, pero tiene su propia manera de ser o estar y, de alguna manera, también performa, está en escena y construye lenguaje”, explica Hedrosa, quien destaca el empleo de referencias del mainstream y la cultura pop y kitsch.
Patchwork escénico
Si en su anterior pieza, (Bis), Hedrosa ligaba el documental Canciones para después de una guerra, de Basilio Martín Patino, al éxito de masas de Los del Río Macarena, en esta ocasión, en el espacio sonoro diseñado por Martí Guillem la música de ballet clásico convive con el pasodoble, y Así Habló Zaratustra, de Richard Strauss, con el himno de libertad de Queen,
I Want to Break Free. “No ha sido una selección gratuita, sino que responde a la estructura de collage de la propuesta. La pieza llega un momento en que se encierra y todo cobra sentido”, asegura.
Este ensamblaje de componentes es el resultado de un proceso de investigación donde ha participado un equipo multidisciplinar, que firma el espectáculo con Hedrosa. Nus-altres possibles, que inaugura el ciclo de artes escénicas LGTBI programado este mes en Carme Teatre, ha sido desarrollado en seis semanas exprés a través de un laboratorio en el que participaron el resto de sus autores, Julia Irango, María Tamarit, Cristina Martí, Eva Rausell y Martí Guillem. “Ha sido un trabajo muy horizontal, con un equipo de personas que vienen de la danza y las artes escénicas y la mirada externa de Laura Pastor, que trabaja en la pedagogía y la mediación”, explica Hedrosa.
El proceso se asienta en las prácticas sensibles acuñadas por el teórico argentino Silvio Lang, para el que la obra es secundaria a la actividad artística, que pasa por inventar a partir “de modos de uso y protocolos de experimentación del espacio, del tiempo, de los órganos corporales, del movimiento y de la percepción”. Según aprecia Hedrosa, este trabajo conjunto se ha caracterizado por una escucha “de una calidad increíble”, donde todos los participantes disponían de espacio para proponer. La conclusión de haber compuesto un collage se basa en la sensación de que la obra no es el producto de superposiciones, sino de una selección de materiales emergidos de esta puesta en común.
Hedrosa lamenta haber tenido que pulir la propuesta a contrarreloj, “sin disponer del tiempo suficiente que merece una creación escénica”, pero agradece los sistemas y métodos de investigación que ha descubierto durante su creación, y que anticipa volverá a aplicar en futuros proyectos.