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El Ser Humano: pop que deslumbra desde los márgenes

Gonzalo Fuster inaugura 2021 con diez canciones. El músico, cuya trayectoria comenzó en la década de los noventa con grupos como Los Tranquilos, Los Vértigos, Ontario y Trinidad, ha afianzado en solitario un estilo personal, cálido y con un punto excéntrico, que se sale del redil

11/02/2021 - 

VALÈNCIA. Hay dos canciones del nuevo disco de El Ser Humano en las que su autor, Gonzalo Fuster, resume de forma muy clara su propia historia de encuentros y desencuentros con la música. La resume, pero también la resuelve. En Etcétera y en Adivinanza, Gonzalo se describe a sí mismo desde la distancia, con el alivio y el sano desapego del ego que a algunos les regala la edad. Deja entrever al músico adolescente que quería ser como Neil Young y se estudiaba frente al espejo; al artista perseverante e ingenuo que vivía bajo el prisma de un éxito que nunca llegaba. Hasta que se cansa al comprobar lo difícil que resulta salir del círculo de artistas “especiales”, pero minoritarios. Y de cómo pasan los años y regresa; se busca a sí mismo en otros registros y finalmente encuentra un espacio donde ser feliz liberado de expectativas. Ese espacio es el de un pop cálido y peculiar, que se sitúa fuera del redil de los gustos imperantes en el mercado. Gran Camino, Gonzalo Fuster y El Ser Humano son los tres nombres con los que ha dado rienda suelta a esta faceta en solitario.

Adivinanza es quizás una canción demasiado confesional, pero tenía que ser así -nos dice Gonzalo-. Mi evolución como músico no ha consistido en negarme sino en superarme. Etcétera describe mi vida tal cual es. Es la canción más completa y compleja de esta colección, me costó mucho sacarla, pero la disfruté como ninguna otra. De la idea original me cautivó que fuera un tiempo singular, un 5/4 y que las rimas fueran esdrújulas, lo que me hizo esforzarme mucho en la letra. De forma simultánea a la composición de esta canción descubrí a Kanye West, y algo introduje en ella (las baterías programadas y la textura de los sintetizadores en grave). Uno de los ganchos de la canción es la presencia de Patricia Roca en los coros, que entran por sorpresa y los doblamos unas 10 veces para tener ese efecto soul de los 70, que daba un contrapunto muy interesante con la base sintética más actual”.

Dos discos en menos de un año

Gonzalo Fuster recibe la llamada en la calle. Cuenta que acaba de salir de clase de piano. Hace dos años, su mujer le regaló varios meses de lecciones particulares para animarlo a aprender por fin a escribir e interpretar partituras. “Es el sueño de toda mi vida. Poder tocar piezas clásicas. No sé como he esperado toda la vida a aprender teoría”. Haciendo probaturas con sus nuevos conocimientos al piano, surgieron una serie de composiciones que en principio no tenían más ambición que su consumo personal. Sin embargo, de manera natural acabaron formando parte de Almacenero Marx (Discos Belamarh, 2020), un disco íntimo y experimental cuya base son sonidos de la vida cotidiana de su casa (ruidos de objetos, maullidos de su gato, diálogos “robados” a su mujer y sus dos hijos) capturados, editados y mezclados después con distintos extractos musicales. Un experimento que podría haberse quedado en una mera excentricidad, y sin embargo sí funciona a nivel musical. “La idea de hacer algo así me vino de golpe cuando escuché el disco Neighborhoods de Ernest Hood, que utilizaba grabaciones de campo musicadas. Fue una revelación”, apunta.

“Durante semanas, escondí por mi casa micrófonos y una grabadora portátil. Grababa horas y horas, y luego me dedicaba por las noches a hacer un escáner rápido. Recopilaba lo que más me interesaba y creaba capas de música sobre ello. Es un disco con mucha improvisación y, aunque está claro que no es un trabajo del que puedas tener expectativas comerciales, creo que es mi mejor disco hasta la fecha (¡y eso que a lo tonto llevo ya trece o catorce!). Creo que es el más sincero, a pesar de que es el único en el que no canto y apenas digo nada”.

Ahora, menos de un año después, Fuster publica Las 10 nuevas canciones de El Ser Humano publicadas en 2021 (Discos Belamarh), título que prescinde de toda coartada metafórica para darnos en su lugar una preciosa colección de canciones sencillas, pero con ángulos extraños, interpretadas con voz clara y fraseos elásticos. Gonzalo Fuster es, como lo es Luis Prado o Alberto Montero, un autor de pop con un talento muy particular.

La mención a Montero no es casual. La amistad personal que les une ha cristalizado en un nuevo proyecto musical que verá la luz en los próximos meses. Se llama Algo -contracción de Alberto y Gonzalo- y ya tiene en su haber ocho canciones. “Alberto es un superdotado –afirma con seguridad-. Tiene una inteligencia melódica increíble. Hace una sola toma y la clava en intensidad, en la técnica vocal e instrumental, en la emoción”.

Foto: JUAN TEROL

Los “venazos” de Gonzalo

Además de músico y aficionado a la antropología, la filosofía y las matemáticas, Gonzalo Fuster es un coleccionista de discos y melómano dado a las obsesiones. Él las llama “venazos”. “No sé por qué me pasa, pero cuando un artista o un grupo me gustan mucho, me puedo pasar un año o dos escuchando exclusivamente eso. Literalmente, no escucho nada más. Es como si nada más pudiese satisfacerme. Entro a vivir en el mundo de ese artista. No buscando un conocimiento enciclopédico de su carrera, sino otra cosa que no sé explicar. Es una especie de TOC muy bestia”. ¿Qué artistas han despertado esas “neuras”? “Pasé dos años escuchando solo a Frank Zappa. Tres años a Beach Boys. Dos años a Mina. También me ha ocurrido con Scott Walker y más recientemente con Serge Gainsbourg. Ya ves, soy un clásico”.

Efectivamente, vemos el rastro del cantautor francés en Palabaras, una de las canciones de este nuevo disco. “Esta canción está claramente marcada por el espíritu de Gainsbourg, hasta el punto en que llegué a pedirle a mi mujer que hablara susurrando, tipo Jane Birkin. Es sencilla, pero me parece muy efectiva con lo que quiero comunicar, que es, principalmente, que es mejor no comunicar tanto porque nos condiciona a la hora de actuar. No es que yo sea un anacoreta, pero me gusta mucho el silencio y en la mayoría de los casos prefiero no dar opiniones precipitadas y gratuitas con tal de mantener una conversación. ¿Te has fijado que cuando algo se verbaliza se hace un poco realidad? ¿Y si verbalizas algo sin que esté totalmente meditado, no te condiciona de una forma u otra? De esto va”.

El álbum recoge también algunas ideas antiguas, que proceden de la época en la que Gonzalo tocaba con el grupo Trinidad. Como Aire, una canción inacabada que tenía en el cajón. “Cuando escuché OD’d in Denver, la versión de Hank Williams Jr que acaban de publicar Bonnie Prince Billy y Bill Callahan, me apareció inmediatamente mi esbozo. Ese tratamiento del bajo, con un phaser o un flanger me enamoró y me esforcé por buscar algo similar, porque le iba como un guante de seda forjado en hierro. Tal y como fui grabando y metiendo capas en la parte final, vi claramente que debía ser la última del disco. Bonnie Prince Billy me tiene enamorado; da igual lo que saque”.

“Descubro muchas veces, cuando escucho el disco ya grabado, reminiscencias de artistas que me han marcado mucho. Yo lo llamo homenajes subconscientes. Cuando estás metido hasta las cejas en la grabación de tu música, hay muchas cosas que no ves. Cuando ya lo terminas y sales de esa burbuja, es cuando te das cuenta y dices: ¡Vaya, esto me recuerda a The Feelies!”, explica. “Por ejemplo, Lunática, que es probablemente mi canción preferida del disco, tiene inflexiones que me evocan al primer disco de Pink Floyd, y de ahí fue de donde tiré a la hora de la instrumentación. Algo espacial, sutil pero desconcertante. Recuerdo el momento que surgió la parte final, eso de 'no es más que una roca', ese cambio de acordes me volvió loco varios días, no podía parar de tocarla y cantarla. Del mismo modo, el inicio de Hombre parecía una canción del Taquicardia de Vainica Doble, con un sintetizador haciendo los graves y unos pianos. Recuerdo cuando decidí meter un bajo eléctrico y la guitarra española en vez de los sintetizadores. La canción tomó otro cariz totalmente distinto y más orgánico”, apunta.

Culturplaza pide por último a Gonzalo su perspectiva sobre la escena de pop española del momento, la de las generaciones más jóvenes, pero reconoce que no se siente capacitado para contestar. “Creo que no tengo suficiente criterio para opinar porque, como ya te he contado, escucho música por “venazos”, y normalmente son clásicos. En general, me siento al margen de la industria y de los gustos de la gente. No soy Frank Zappa ni Captain Beefheart, desde luego, pero soy consciente de que hago un tipo de pop bastante personal. No me adscribo a nada en particular e incluso me he esforzado por tirar siempre al lado contrario”.

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