La Comisión Europea ha mejorado notablemente su política de comunicación. En España deberíamos imitarlo
El nuevo curso comenzó en la Unión Europea con el discurso del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, sobre el Estado de la Unión, seguido del correspondiente debate parlamentario. Han pasado varias semanas desde entonces pero creo que conviene revisarlo porque sirvió, por un lado, para lanzar una serie de propuestas que permite realizar reformas sin modificar el actual tratado en vigor, el Tratado de Lisboa y, segundo, porque todas estas reformas están cuidadosamente incorporadas en un calendario más amplio sobre el futuro de la UE, con un horizonte puesto en el año 2025.
Recordemos que la actual estrategia de la Unión Europea se inició la primavera pasada como respuesta al Brexit, que anunció oficialmente Theresa May en marzo de este año, aunque el referéndum se realizara en junio de 2016. Desde septiembre de ese mismo año, en la reunión de Bratislava y ya sin el Reino Unido, se realiza una declaración por parte de los 27, junto con el Presidente del Consejo, Donald Tusk y el de la Comisión, Juncker, sobre la necesidad de continuar juntos y relanzar la integración europea. En el “Estado de la Unión” de 2016 la Comisión Europea plantea ya una agenda y un calendario, que comenzaría con la presentación del Libro Blanco sobre el futuro de la UE (con 5 escenarios potenciales) y abierto al debate no sólo en las instituciones europeas sino también en la sociedad y en los parlamentos nacionales. Junto con ese documento aparecieron otros que abordaban la Europa social, la defensa, la Unión Económica y Monetaria, la respuesta a la globalización y las finanzas de la UE.
Son varios los aspectos que cabría destacar respecto al debate y las propuestas realizadas. En primer lugar, el propio hecho en sí de que la comparecencia anual del Presidente de la Comisión ante el Parlamento Europeo se denomine Debate sobre el Estado de la Unión. A pesar de que Juncker no es un líder carismático, al menos la actual Comisión ha mejorado notablemente en términos de comunicación. Utilizar dicha denominación para el debate es, a la vez, simbólico y práctico. En Estados Unidos fue George Washington, en 1790, quien institucionalizaría este acto. Adoptar la misma denominación es un guiño a los federalistas europeos o, al menos, una indicación de hacia dónde se quiere avanzar. También es práctico porque se aprovecha la comparecencia para presentar información muy detallada de la situación de la UE en el momento del discurso, así como del grado de cumplimiento de los objetivos fijados a principio de la legislatura. El denominado en español Folleto del Estado de la Unión recoge toda la información relevante: el discurso, las propuestas, el estado de cumplimiento de los objetivos, datos económicos de la UE, e incluso información sobre los sondeos del Eurobarómetro.
Por tanto, existiría una rendición de cuentas que es de agradecer independientemente de todo lo demás. Se acusa, con frecuencia, de falta de legitimidad democrática a las instituciones europeas y al proceso de integración europeo, en general. Aunque no sea cierto, puesto que el Parlamento Europeo tiene cada vez más competencias de mayor calado y realiza, como los parlamentos nacionales, labores de control sobre el ejecutivo comunitario, la percepción de los ciudadanos es de lejanía. Y esta lejanía fue utilizada por los partidarios del Brexit en Gran Bretaña (e incluso por los que no eran partidarios) para acusar a la “burocracia” comunitaria de todos los males que aquejaban a los británicos. No son los únicos, puesto que todo nivel de gobierno busca otro (superior o inferior) que sirva como chivo expiatorio de los fracasos propios. Durante el mandato del actual Colegio de Comisarios éstos se han multiplicado por toda la geografía comunitaria en una campaña de información y “diálogo ciudadano” como nunca antes se había conocido. Los comisarios europeos han comparecido también ante los diversos parlamentos nacionales, en un esfuerzo por vincular las instituciones europeas con las de cada uno de los estados miembros. Tengo dudas sobre su efectividad final, pero hay que reconocer que lo están intentado.
A pesar de la elevada dosis de propaganda política que conlleva, no es menos destacable el interesante repaso que en el antes mencionado Folleto sobre el Estado de la Unión se hace de las propuestas formuladas por Juncker en su discurso de investidura y su grado actual de cumplimiento.
Por último, el discurso también contiene un calendario con dos dimensiones separadas: uno detallado de acciones y propuestas a poco más de un año con el horizonte de las próximas elecciones al Parlamento Europeo de la primavera de 2019, siguiendo el escenario 1 del Libro Blanco (“seguir como hasta ahora”) y la Agenda de Bratislava; un segundo grupo de propuestas se sitúa en el año 2025, con iniciativas más ambiciosas y que combinarían escenarios 3, 4 y 5 del Libro Blanco, “haciendo uso pleno (en palabras textuales) del potencial sin explotar del Tratado de Lisboa”. Lo que más me gusta es que no son meras palabras al aire: en otro documento de tan sólo 7 páginas se acompañan extractos del discurso con los correspondientes artículos del Tratado y las modificaciones a realizar. La mayor parte de ellas supone eliminar el voto por unanimidad en diversas cuestiones, con el objetivo de avanzar en la integración y superar algunos obstáculos que hacen la acción de la UE menos efectiva. Los ámbitos son Mercado Único (energía, política social, fiscalidad), y política exterior. También se encomendaría a la Fiscalía Europea la lucha contra el terrorismo, o se avanzaría en la plena realización de Schengen, el refuerzo de la Unión Monetaria (con presupuesto propio, un Fondo Monetario Europeo) y muchas cuestiones más.
No quiero pecar de ingenua. No estoy diciendo que todo lo anterior vaya a prosperar o que el funcionamiento de la UE y, más en concreto, la Comisión Europea, sea un ejemplo de transparencia y eficacia. Sin embargo, no puedo evitar compararlo con a lo que nos tienen acostumbrados nuestros gobernantes. Me gustan las listas de objetivos y la rendición de cuentas, puesto que proporcionan una relativa seguridad. Permite pensar que aquéllos que han recibido el mandato de los ciudadanos saben a dónde quieren ir y están desbrozando el camino. El “campo a través” y la aventura eran para la época de los descubrimientos. En la era de la comunicación y las redes sociales, bastaría una web con objetivos, logros y previsiones. El día que conozca cuál es la ruta a ese enlace dormiré más tranquila.