Keith Raniere, líder de la secta norteamericana NXIVM, maquillada como una organización para el desarrollo personal, convirtió a decenas de mujeres norteamericanas en esclavas sexuales. HBO GO, con la miniserie documental The Vow, y Starz, con Seduced: inside the NXIVM Cult, muestran cómo era por dentro una entidad que estuvo activa hasta 2017 y que cautivó incluso a algunos multimillonarios y actrices de Hollywood
VALÈNCIA. El pasado 27 de octubre, hace menos de un mes, Keith Raniere, líder de la organización de marketing multinivel y desarrollo personal NXIVM, fue sentenciado a 120 años de cárcel. La trayectoria curricular del cabecilla de esta confusa compañía se asemeja a la del ventrílocuo Jose Luis Moreno. Durante décadas se afirmó que el productor de televisión era médico, pianista profesional, había escrito 26 libros, protagonizado 12 películas, era campeón europeo de patinaje sobre hielo, además de amigo íntimo de la reina Letizia.
El curriculum de Raniere era tan hilarante como el anterior. Según sus seguidores, era matemático, físico, biólogo, también concertista de piano, campeón de judo y poseía el coeficiente intelectual más alto de la historia de la humanidad según el libro Guinness, una fuente de lo más fiable. “Hablaban de él como el hombre más inteligente del mundo”, cuenta en la versión de Starz una de sus antiguas esclavas, India Oxenberg, hija de la popular actriz de Dinastía, Catherine Oxeberg. Resulta curioso fijarse en algunas fotografías de Raniere durante los documentales, tumbado en algún sofá, meditabundo, leyendo obras tan eruditas para la ciencia como el de “cómo ganar a la ruleta rusa y otros problemas”. A ninguno de sus seguidores le dio por escudriñar su biblioteca y hacerse preguntas. Tampoco buscaron en la hemeroteca. Ahora, con internet como herramienta habitual, es fácil encontrar que Raniere había salido en las noticias en los 90 por liderar Consumers’ Buyline, un esquema piramidal que cerró a final de la década, perseguido por las deudas y denuncias.
NXIVM surgió nada más iniciarse el siglo XXI. Recordarán que por entonces los medios nos daban la tabarra con las virtudes del emprendimiento (y continúan haciéndolo). Estaba tan de moda que Raniere se asoció con una enfermera de Nueva York, alumna adelantada en hipnosis, para crear unos cursos llamados ‘Programas para el éxito ejecutivo’ (ESP), que luego se convirtieron en NXIVM. Copiaron las ideas de otros y empezaron a embaucar a miles de personas. Cada seminario costaba 3.000 dólares. “Se suponía que eran cursos de capacitación sobre comunicación y negocios que luego podían aplicarse a lo que quisieras hacer en la vida”, cuenta India Oxenberg, ferviente alumna desde los 19 años. “Yo estaba buscando un propósito en la vida y pensaba que había encontrado una verdadera comunidad”.
Los mensajes iniciales eran bastante happy flower. “Si queremos que el mundo sea menos violento, debemos cambiar nuestros valores y nuestros principios. La gente es devota del materialismo y se aleja de la compasión. Aumenta la cosificación de las personas. Y eso lleva a más violencia, más guerra. No tiene por qué ser así. Estamos comenzando una revolución”, se le escuchaba decir a Raniere en la versión de HBO durante los seminarios con más afluencia.
Poco a poco, el organismo creció en número de seguidores y en fuentes de financiación. Es momento de que sepan que por cada gintonic de Seagram que se han metido entre pecho y espalda en los últimos diez años, con la consiguiente copa de balón, estaban financiando de forma indirecta a esta organización. Raniere enredó a las dos hijas de Edgar Bronfman, presidente de la compañía licorera Seagrams, para unirse al grupo. Claire y Sara Bronfman se volvieron fervientes seguidoras del gurú y gastaron doscientos millones de dólares en litigios contra quien osara poner en duda al líder, además de conseguir, previo pago de un millón de dólares, que el Dalái Lama se sentara un rato con Raniere. El líder espiritual se dejó querer mientras le dijo al séquito de Raniere que “todos tenéis que juzgar a vuestro gurú”. Probablemente si alguien le hubiera escuchado, la secta no habría llegado tan lejos. Sería como decirle a cualquier rockero endomingado que la música que idolatran en realidad la ha escrito Milli Vanilli. Al principio es un shock, pero después ayuda a verse en el espejo.
Las fotos que hicieron durante aquella visita sirvieron de poderosa campaña de publicidad y como forma para ganar legitimidad. A Raniere le encantaba engatusar a personas influyentes. El hijo del expresidente de México, Carlos Salinas, también se unió a la corporación. Abrió, incluso, una sede en su país. Igual que las hermanas Bronfman, era hijo de gente poderosa que se implicaba como forma de liberación del yugo de sus padres. Las familias no salían de su asombro. “Es una secta”, dijo el presidente de Seagram cuando vio que sus hijas perdían el norte. Actrices conocidas, como Allison Mack, que participó en Smallville, o Nicki Clyne, intérprete en Battlestar Galactica, acabaron como esclavas de primera línea. Estas esclavas le trataban como el super-amo, pero además tenían para sí mismas otras tres esclavas (de segunda línea) a las que controlaban todos sus movimientos, incluidas las calorías que ingerían cada día. Eso sí, el súper-amo se beneficiaba sexualmente de todas.
Raniere montó así su propio harén de esclavas sexuales. Primero las hacía ver que, debido a su género, la mujeres eran sumisas de fábrica. “No podéis ser tan buenas como los hombres. ¿Sabéis por qué? Porque no os lo permitimos”, dijo en un curso especializado para ellas. Increíblemente, ninguna cogía la puerta y se marchaba. Después les hacía ver mariposas, hablándolas de amor, pero asociándolo al dolor. “El amor viene del sacrificio y del dolor. Si temes el dolor, temes descubrir tu propio amor”. Por último, les creaba una rutina diaria consistente en un montón de actividades, castigos y humillaciones. “Me hicieron creer que estaba loca”, cuenta otra exalumna.
Poco a poco, Raniere las iba convenciendo de que hacer cosas que no les gustaban, significaba que eran fuertes. Les desdibujaba, incluso, los límites entre violación y relación consentida. “Uno puede violar físicamente. Pero en verdad, el asunto es por qué no te dejas llevar”, les decía. “La persona que es la víctima, que se auto-victimiza, está abusando”.
El hombre más inteligente de la historia de la humanidad soñaba con la fábula de un poderoso rey, que conquistaba una civilización, y usaba la tortura y el miedo para ganarse la obediencia. “Así conseguía convertir a sus seguidores en esclavos. Prácticamente ganado”, relata con una sonrisa de soberbia. Lo del ganado iba en serio, porque llegó incluso a marcarlas en la piel sus iniciales con un punzón ardiente. Lo más fuerte es que no lo hacía él, les ordenaba a sus esclavas que se lo hicieran entre ellas.
El experto en sectas, Steven Hassan, explica en la versión de Starz que “ya no estamos en la era de la información. Vivimos la era de la influencia. Pero hay una gran diferencia entre la influencia ética, donde tienes opciones, libre albedrío, conciencia; y la influencia no ética, basada en el poder y el control”. Gracias a la influencia, Rainere se hizo multimillonario. En 2017 fue detenido por múltiples crímenes y hace un mes por fin fue condenado. Mientras, solo en EEUU el fenómeno de la autoayuda recauda más de 11.000 millones de dólares.