Cuando te pica el bolsillo

10/10/2019 - 

José Sepulcre empieza a notar qué significa ser máximo accionista de una empresa como el Elche CF, en la que cada cajón que se abre es un pago que afrontar. La sensación no debe de ser nueva porque, según el abogado ilicitano, siempre ha cuidado, como un padre atiende a sus hijos, mediante aportaciones económicas que sólo él sabrá a cuánto han ascendido. El problema ha llegado cuando las pagas de final de mes se han convertido en un pozo sin fondo en donde el dinero se pierde en bucle y lo que es peor, tienen que salir de tu bolsillo. 

El máximo accionista está comprobando en sus propias carnes que disparar con pólvora ajena siempre es más fácil y agradecido que cuando el dinero lo tienes que poner de tu cartera. No hace mucho, el Elche sorprendía por ser una empresa en la que sus trabajadores se contaban por decenas y el jamón del bueno y el 'champagne' francés se cortaba con cuchillo de oro y se servía a borbotones entre carcajadas. Qué tiempos aquellos, sobre todo cuando el que pagaba era el Elche y moscas y moscones se acercaban a la sombra 'primerdivisionista' y derrochadora de la que hacía gala el club ilicitano.

Eran años en los que los juguetes de los pasados y futuros directivos se pagaban en el Martínez Valero. Momentos en los que el capricho de tener una sección de fútbol sala con la que ir a pasar la tarde con los amiguetes en el palco tenía como única preocupación que los asientos del Esperanza Lag estuvieran limpios para la ocasión. Aquello sí que era vivir. A las casitas se jugaba con dinero… con el dinero del Elche, claro. Tan acostumbrados a vivir en la nube que cuando te bajan de ella dices que no conoces a este el Elche. Es lo que tiene tener un equipo de fútbol sala que no sabe gestionarse y financiarse, pero que no tiene la culpa de no hacerlo si no le han enseñado a cumplir con algo tan necesario como egoísta. 

El que paga manda, totalmente de acuerdo, tanto como el que manda tiene que pagar. Una construcción semántica que se ha convertido en una jaula de oro para un accionista mayoritario que ha remado hasta la orilla y que no está dispuesto a morir en ella porque su único objetivo e revender lo comprado. Es vergonzoso tener que recurrir a tres despedidos; bueno, a tres más uno porque en el pack, y nunca mejor dicho, hay que incluir a la hija del ex presidente que él mismo colocó en el cargo y que con su despedida, según él mediante dimisión pero yo me reafirmo en el despido, ha tenido que hacer las maletas. 

El problema de este Elche no es tener que hacer recortes, que de por sí ya es un problema. El problema es que lo que unos lo llaman rentabilizar y optimizar para estabilizar, y otros lo califican de guerra que está, por ahora perdida, pero aún se puede ganar. El Elche les importa un pimiento por no decir una mierda. Lo único que le mueve es que el pastel no se caiga al suelo y se llene de hormigas. ¿Soluciona la salida de tres empleados la situación económica del club? No. ¿Es parte de un plan de reajuste con el que se equilibre de nuevo la balanza? El tiempo dirá. Pero no dejemos que las ramas impidan ver el bosque. ¿Por qué Sepulcre ha pasado de contratar directores deportivos con caché de Primera División, duplicar salarios a entrenadores o fijar el límite salarial en cifras imposibles de alcanzar; a tener que cortar cabezas, corregir el gasto de la luz y el agua, o tener que rebuscar compradores a la antigua usanza, como si de la búsqueda del préstamo fantasma se tratara? 

Lo anormal en el Elche es que lo normal sea normal. Que algo tan sencillo como velar por los intereses generales, en pro de la entidad y no en beneficio de tener la parcelita barrida para cuando los turistas lleguen a verla por si pican y la compran, sea el modo de funcionar en el Martínez Valero. Cómo va a cambiar el Elche, por mucho Nico Rodríguez o Patricia Rodríguez que llegue con aires e intenciones renovadas, si el que sigue tomando las decisiones, y firmando los finiquitos de despido es el que llevó a la entidad franjiverde a vivir el capítulo más negro de su casi, y toco madera cruzando los dedos para llegar a ella, centenaria historia. Será que nos quejamos por vicio, sí, será eso, pero el bolsillo pica más cuando el dinero lo tienes que poner tú y no el Elche.

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