Como consecuencia de una marcada influencia existencialista, la artista da una gran cabida en su trabajo a la emoción, la identidad y la búsqueda del significado de la vida, trabajando en múltiples ocasiones con su propio cuerpo. Este punto de partida de la propia experiencia obliga a la creadora a fijar una cuidadosa línea que separe el arte y la intimidad, es decir, realizar una distinción entre la parte de la historia personal que va a plasmar en sus piezas y la que va a reservar para su vida privada: "La obra es como una especie de autopsicoanálisis. Creo que todos los artistas ponemos mucho de lo que somos, porque hablando de lo particular llegas a lo general; mucha gente se identifica con algo que pensabas que te estaba pasando solo a ti. Yo intento que mis obras tengan ese equilibrio entre plasmar una situación de forma descarnada y, al mismo tiempo, no revelar demasiado, guardar lo que yo considero de mi intimidad", explica su método.
En contraposición a la crudeza temática, Pastor añade una elevada dosis de humor, así como un toque cutre. "Esto se incluye no preocupándote demasiado por cuál va a ser el resultado desde el punto de vista de la perfección", expresa en pro de una sutil indiferencia. "Yo utilizo mucho una máscara de sonrisa, un objeto que también voy a exponer, y no me interesaba para nada hacerla perfecta; pretendía que quedase cutre, porque si estoy hablando de que no quiero entrar en la rueda de la felicidad, tengo que huir de lo perfecto. No pretendo que mi obra se perciba como algo serio, aunque detrás sí que hay una investigación muy seria. La felicidad también entra por el sentido del humor", apunta.
Es precisamente el humor el criterio en el que se basa para seleccionar las piezas que componen I just want you to be happy, seleccionando las que mayor componente humorístico contienen, como una especie de testeo para comprobar "cómo funciona en nuestro país este tipo de obras. En el mundo del arte en España todavía nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos; sin embargo, en Inglaterra está en su adn el sentido del humor y el quitarle toda esa seriedad", distingue entre los dos países. Una prueba para la cual el espacio de La Peluquería resulta óptimo, por tratarse de "una sala clandestina. Esto pega totalmente con lo que quiero llevar a cabo, porque se queda fuera del distrito comercial, así que puedo tratar el tema de alejarme de 'la felicidad'", resalta lo conveniente de la galería.