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Una treintena de valencianos alcanza la cumbre del deporte

| 20/07/2024 | 15 min, 17 seg

VALÈNCIA. Los dos hijos de Néstor Abad nacieron mientras él estaba compitiendo en el extranjero. Liliana Fernández llegará a París después de dos partos. Ángela Martínez se ganó la clasificación para los Juegos en un cerrado sprint después de dos horas sin parar de bracear en aguas abiertas. Pablo Herrera se va a convertir en el primer jugador de vóley-playa del mundo que disputa seis Juegos Olímpicos. Thierry Ndikumwenayo salió de Burundi y se pasó siete años entre Alicante y Castellón hasta que logró la nacionalización…  Nadie dijo que fuera a ser fácil.

Cerca de treinta jóvenes de la Comunitat Valenciana disputarán los Juegos Olímpicos de París entre el 26 de julio y el 11 de agosto. Una treintena de elegidos que han alcanzado su objetivo, una meta que se propone todo aquel que consagra su vida al deporte. Desfilar en la ceremonia inaugural, convivir en la villa olímpica con estrellas mundiales, disputar la competición más elevada de su carrera. La cumbre. 

Nadie en la Comunitat amasa tanta experiencia olímpica como Pablo Herrera, un histórico del deporte español. El castellonense lleva veinte años en la élite. Su primera gran competición fue el Mundial de 2003, en Río de Janeiro, con 21 años. Desde entonces no ha fallado. Hace unos meses, en Tlaxcala (México), disputó su undécimo Campeonato del Mundo, y en unos días se convertirá en el primer jugador de vóley-playa que alcanza sus sextos Juegos Olímpicos. Su debut fue inolvidable, aquella medalla de plata en Atenas 2004 con Javier Bosma de pareja, y ahora, ya con cuarenta y dos años, se mantiene al calor de la llama olímpica.

Nada le detiene. Ni siquiera que su actual compañero, Adrián Gavira, cogiera el dengue meses atrás, un contratiempo que dificultó su clasificación olímpica. Pero, después de Atenas, Pekín, Londres, Río de Janeiro y Tokio, llega París, donde espera ponerle el broche a su impresionante trayectoria deportiva. «Sería un sueño cerrar mi carrera en París», dice el castellonense, quien tiene claro que es «un milagro seguir siendo competitivo a esta edad». Herrera igualará, en el ranking de los españoles con más participaciones olímpicas, a Manel Estiarte, una leyenda del waterpolo, la piragüista Teresa Portela y el jinete Luis Álvarez Cervera, todos ellos con seis ediciones, y solo por detrás del marchador madrileño Chuso García Bragado que, en Tokio 2020, cumplió sus octavos Juegos Olímpicos (le supera, con diez, el exjinete canadiense Ian Millar). Después de París disputará el Campeonato de Europa, el de España y se despedirá en un evento previsto en Castellón.

El sacrificio de ser olímpico

Otra reina de la arena es Liliana Fernández, también una histórica del vóley-playa. Esta alicantina de treinta y siete años va a por sus cuartos Juegos y lo hace después de superar obstáculos, lesiones y dos partos. El premio, una nueva experiencia olímpica en las vistosas canchas que habrá a los pies de la Torre Eiffel —una de las postales de esta edición—. Liliana hizo carrera con Elsa Baquerizo (2007-2021) y la última olimpiada la ha cubierto con una nueva pareja sacada de la terreta: la oriolana Paula Soria.

La jugadora de vóley nació en Alicante, pero creció en Benidorm. Siempre cerca de la playa. Quién sabe si estaba predestinada para este deporte. Su afición empezó como un juego, pero destacó rápidamente y, en 2005, le propusieron irse a Tenerife para prepararse más a conciencia en un centro de tecnificación deportiva. A los dieciocho años dejó su hogar y se fue a Tenerife, una isla situada a tres mil kilómetros de casa. Antes, su madre tuvo que convencer, con mucha mano izquierda, a un padre que no veía nada claro que la niña se fuera tan lejos.

Liliana Fernández decidió hacer un parón en 2017 para ser madre. Después de dar a luz a Saúl, regresó a la arena. Tras los Juegos de Tokio 2020 —celebrados en 2021, sin público, por la pandemia— y un nuevo noveno puesto, la jugadora alicantina quiso aprovechar el inicio de un nuevo ciclo olímpico para repetir con la maternidad. Oliver nació el 31 de mayo de 2022 y, cuarenta días después, Liliana ya estaba en el gimnasio. Tras el verano, mientras los turistas se iban, ella volvió a la playa y retomó su preparación olímpica. No pierde el tiempo esta deportista, que aprovechó los dos embarazos para estudiar una maestría y la tesis doctoral. A su vuelta, tras la retirada de Baquerizo, la mejor jugadora española de la historia, tomó la decisión de aliarse con la también alicantina Paula Soria, con quien ha retomado la senda del éxito.

Otro histórico de nuestro deporte es Néstor Abad, un hombre que tiene tantos músculos como cicatrices. Su camino ha sido una lucha agotadora que no le ha rendido. El alcoyano se fue al Centro de Alto Rendimiento de Madrid con solo trece años y, a partir de ahí, todo fue insistir e insistir para alcanzar la gloria deportiva. Hoy, a sus treinta y un años, es todo un veterano en la gimnasia artística. En los últimos ocho años, entre 2016 y 2024, se ha coronado con tres participaciones olímpicas. Pero esto, escrito así, de carrerilla, omite muchos valles y muchos picos de su recorrido.

Sus dos hijos, tanto el primero como el segundo, nacieron cuando él estaba en una competición internacional. Un golpe de tristeza y un fuerte sentimiento de culpabilidad le echaron un pulso a su compromiso con su profesión y su responsabilidad. O las lesiones, la cruz de todo deportista, que le han llenado el cuerpo de remiendos. Cuando se rompió la rodilla, la cuenta corriente se vació rápidamente porque perdió el dinero de las becas. Pero volvió. Él siempre vuelve. Y en 2016 ya estaba bailando samba en Río de Janeiro, donde cumplió el sueño que empezó delante de una televisión allá por Sídney 2000. Vinieron más obstáculos. Como un desgaste óseo en la clavícula. Caer, levantarse y volver a empezar. 

En 2019 nació su hija. Él estaba haciendo piruetas en el Mundial. Nadie le dijo nada, pero su mujer, Sonia, estuvo a punto de no salir del paritorio. Le informaron a los dos días. Las familias también forman parte del sacrificio olímpico. O todos reman, o no hay manera. Su mujer siempre le ha apoyado y, por eso, Néstor Abad vivió la pandemia como un regalo. Al fin, unos meses para estar con la familia. 

Tokio no fue bien, pero el calendario siempre ofrece una revancha a los deportistas. Si para Tokio había tenido que esperar un año extra, para París, en cambio, solo faltaban tres. Pero, en 2022, volvió a pasarlo mal. Néstor subía unos pocos escalones y el corazón se desbocaba. Una miocarditis. Otro revés. Aunque el diagnóstico, al principio, fue mucho más impreciso. Es ansiedad, le decían. Pero él sabía que la ansiedad no le ponía a 180 pulsaciones por minuto. El alcoyano sentía que se moría.

Este contratiempo también lo superó. En  cuanto los especialistas afinaron con su análisis y le pusieron nombre a su problema, se pudo buscar la solución. Aún había tiempo para salvar los Juegos, sus terceros Juegos, los de París. Néstor viajó con varios compañeros de la selección española a Portugal. Una furgoneta les llevaba a la sede de la competición, cuando reventó una rueda y el vehículo, como si fuera un ejercicio de suelo, acabó haciendo tirabuzones por los aires. El alicantino sangró mucho, pero, milagrosamente, no se hizo nada grave y el conjunto se metió en París tiempo después. Una nueva oportunidad para brillar y tratar de ser finalista con el conjunto español.

El sacrificio de alcanzar la élite

El epicentro de los Juegos Olímpicos estará, como cada cuatro años, en la pista de atletismo del estadio olímpico. Los atletas valencianos llegan a Saint-Denis en un gran momento. Fátima Diame se confirmó en invierno, en el Mundial en pista cubierta de Glasgow (Escocia), donde logró la medalla de bronce, como una de las mejores saltadoras de longitud del mundo. La valenciana, que creció en una escuela de atletismo descubriendo quién había sido una de sus entrenadoras, Niurka Montalvo, toda una campeona del mundo, aprovechó sus primeros Juegos, los de Tokio, donde no le fue bien, para romper con la comodidad del presente para alcanzar el éxito con el sacrificio del futuro. La rotura se cocinó, entre mascarillas, en la villa olímpica nipona. Ana Peleteiro (bronce en aquellos Juegos) le convenció de que necesitaba un cambio de aires porque se había acomodado. La gallega le propuso irse con ella a Guadalajara, donde entrenaba, y entrena, con Iván Pedroso en el mejor grupo de saltadores del mundo. Diame entendió que tenía que romper el cordón umbilical con Rafa Blanquer, su querido entrenador, un segundo padre para ella, y convertirse en una deportista más ambiciosa.

Ese cambio la ha colocado entre las grandes saltadoras del planeta, y en París sabe que no valen medias tintas, que las medallas estarán muy probablemente por encima de los siete metros, la distancia que sí superó Montalvo y que todavía se le resiste a esta atleta de veintisiete años.

Otro que llega en ascensión es Quique Llopis. El valenciano tocó fondo en el invierno de 2023. En la final del Europeo indoor de los sesenta metros vallas iba camino de una medalla cuando tropezó y se precipitó contra el suelo. El atleta de Bellreguard se quedó tendido sobre el tartán, inmóvil, durante unos minutos muy angustiosos. El problema no fue a mayores y, después de un par de días en observación, regresó a casa. Ya en Gandia, donde entrena, Toni Puig se lo llevó a un rincón y le dijo: «Vale, ya ha pasado, pero tenemos que saber por qué ha pasado».

Llopis entendió que la presión podía estar siendo un rival más y sumó a su equipo de trabajo a Davinia Albinyana, una psicóloga deportiva. En 2024 recogió los frutos: cuarto en el Mundial de Glasgow y medalla de plata en el Europeo de Roma. Días después, en el Campeonato de España de La Nucía venció con una marca que le coloca entre los ocho mejores del mundo.

El problema de Thierry Ndikumwenayo no estaba en la cabeza. Su único ‘problema’ era haber nacido en Burundi, uno de los países más pobres de la tierra, donde apenas encontraba apoyo en su incipiente carrera. El fondista descubrió que en Alicante había una organización y un entrenador, Llorenç Solbes, que acogían a atletas de países desfavorecidos.

El salto de un continente a otro mejoró sus posibilidades de entrenar en condiciones, pero la vida aún le reservaba algunas trampas. Con solo dieciocho años, a la vuelta de una competición en Estambul, lo pararon en la aduana del aeropuerto. Su visado solo le permitía entrar una vez en España. Nadie se había leído la letra pequeña y, mientras los técnicos y los compañeros iban embarcando, Ndikumwenayo se quedó solo en la terminal con un móvil que no podía usar y quince euros en el bolsillo. Esa noche, después de tomarse un té con un cruasán, durmió a la intemperie en mitad de la calle. Al día siguiente se subió al primer autobús que vio y no bajó hasta que terminó su trayecto. Con el poco dinero que le quedaba contactó con su entrenador y su representante, que le ayudaron a conseguir una habitación de hotel y le aconsejaron contactar con la embajada. Una semana después logró regresar a España.

En 2020, cuando llegó el confinamiento, se sintió muy solo. Sin poder entrenar y lejos de su familia, sus padres y sus ocho hermanos. Desde su club, el Playas de Castellón, le tendieron un puente para que se mudara a la capital de La Plana, donde encontró una nueva familia entre los entrenadores que le abrieron sus brazos y le ayudaron. El año pasado recibió la nacionalización y este verano, en el Estadio Olímpico de Roma, ganó la medalla de bronce en los 10.000 metros, solo unos días después de haber fallado en la final de los 5.000. En París volverá a correr las dos pruebas.

Diez kilómetros recorre también Ángela Martínez, aunque ella en el agua. La nadadora ilicitana hizo algo parecido a lo de la atleta Fátima Diame y, en 2021, se fue a vivir a Málaga para apurar todas sus opciones de ser olímpica. Su clasificación fue agónica: un sprint en una prueba de largo recorrido. Después de diez kilómetros en aguas abiertas, Ángela sabía que las trece primeras se metían directamente en los Juegos, pero, tras dos horas dando brazadas, se encontró con una contrincante disputándole la decimotercera posición. Las dos nadadoras se exprimieron en los últimos metros y, finalmente, fue la alicantina quien se impuso, por solo tres segundos, a su rival. Estaba en los Juegos de París. Ya con la clasificación cerrada, nadó en aguas del Mar Rojo, en Egipto, y se colgó la medalla de bronce, imponiéndose a algunas de las mejores del mundo. Un espaldarazo para una joven de diecinueve años que puede estar entre las mejores en París 2024.

Historias detrás de cada olímpico

Muchos de estos olímpicos, la mayoría, han contado con el apoyo del Proyecto FER, de la Fundación Trinidad Alfonso de Juan Roig, durante su preparación. Cada olímpico carga con una historia a la espalda. Jorge Ureña logró la clasificación en decatlón a unas horas del cierre del plazo para conseguir las mínimas. Sandra Ygueravide y Vega Gimeno ganaron la final del preolímpico de baloncesto 3x3 con una canasta de espaldas y en el último segundo de su compañera Gracia Alonso de Armiño. Lola Riera, olímpica en Río y Tokio, se había quedado fuera del equipo español de hockey hierba, pero, de repente, cambió el seleccionador y recuperó su protagonismo. Christian Mosquera y Abel Ruiz estarán en la selección de fútbol. El joven central alicantino, con raíces colombianas, se benefició de la escasa inversión en fichajes de su equipo, el Valencia CF. Rubén Baraja tuvo que buscar refuerzos en la cantera y eso aceleró su salto a la Liga. Ruiz, en cambio, recaló muy pronto en La Masia, pero terminó jugando en Portugal, donde ha destacado tanto que ha acabado en el Girona y en la selección olímpica. Los caminos olímpicos son inescrutables.

Alba Bautista, Polina Berezina, Patricia Pérez y Mireia Martínez competirán en un equipo de gimnasia rítmica que luchará por el podio —las dos primeras también en individual—. Gedeón Guardiola, otro histórico, confía en superar un problema físico para estar con la selección de balonmano. El púgil Salvador Quiles sueña con dar la sorpresa en el ring después de unos Juegos de Tokio a los que llegó lesionado. Laura Casabuena, de gimnasia artística, estará ya en París, con dieciocho años, aunque sabe que su fecha ideal debería ser Los Ángeles 2028. Todo lo contrario que Sebastián Mora, de treinta y ocho años, que afronta su tercera experiencia olímpica en dos pruebas. 

Alba Herrero nadará en la piscina olímpica en el relevo de 4x200. Lara González y Paula Arcos, una veterana y una estrella que juega en Noruega, formarán parte de las ‘Guerreras’ del balonmano español. El triatleta Roberto Sánchez Mantecón, un estajanovista, competirá en triatlón. El yudoca alicantino Salva Cases no descarta pelear por las medallas en la categoría de -73kg, después de haber ganado seis medallas durante el ciclo olímpico.

El ciclista Juan Ayuso y la tenista Sara Sorribes tampoco faltarán en el desfile de la ceremonia inaugural. Los atletas Jorge Ureña, Víctor Ruiz y Eusebio Cáceres estuvieron con el alma en vilo para saber si estaban entre los elegidos por el valenciano Pepe Peiró, el seleccionador de atletismo. Y también hay olímpicos de fuera que han logrado su éxito trabajando como un valenciano más en la Comunitat Valenciana. Como el yudoca Tristani Mosakhlishvili, la escaladora Leslie Romero o el especialista en tiro, en la modalidad de foso, Andrés García.  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 117 (julio 2024) de la revista Plaza

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