la vida a cara o cruz 

Pesadilla vs realidad

14/06/2024 - 

VALÈNCIA. Cuento 1: Me levanto sin ganas, desayuno y me voy a andar. Rutina diaria y cardiológica para reducir diabetes, colesterol y no sé cuántos beneficios más. Nada es tan aburrido como andar sin destino, con el único placer de quemar no sé el qué. Como la hora se hace interminable dedico el paseo a mirar las nubes, a seguir pajaritos, a saludar a los que encuentro de frente, a esquivar ñordos de perro y a pensar en los tremendos acontecimientos que ocurrieron en la cena con amigos de hace un mes. Imagino que mi abogado llamará en cualquier momento.

«Si os fijáis en la oscuridad de la noche madrileña solo hay dos tipos de conductores que respetan el límite de velocidad: los maricas y los que van cargados de droga», dije.

Pummmm, la primera en la frente. Lo que iba a ser una agradable cena de amigos en casa de Verónica, mi pareja, para contar que, aunque todos sabíamos que estaba embarazada de gemelos,  tras semanas de incógnitas y ecografías, ¡¡¡son de diferente sexo!!! Una feliz noticia, que servía como excusa para reunirnos todos una vez más, pero que, gracias a mi habilidad y buen filtro, la convertí en un encuentro de lo más desagradable. Tal vez mi situación laboral no es la que me merezco; que en el mundo de los autónomos no te puedes relajar; o tal vez por el momento polarizado en el que vivimos, o tal vez por que bla bla bla, no me supe callar. No supe estar a la altura y frenar a tiempo. Los que me conocen saben de mi facilidad para crear embrollos y, en esta ocasión tan especial, más un desafortunado cubata, se me disparó la verborrea mental. 

También les conté que yo no me voy de este mundo sin cepillarme a unos cuantos. No con un arma de fuego, no, que un disparo es demasiado rápido e higiénico, no, no, no. Como soy de gustos sencillos, mejor un cuchillo, que es barato, fácil de encontrar y creativo. O mejor todavía, con gasolina. Como buen valenciano seguro hago una buena hoguera, y el olor a barbacoa nos gusta una barbaridad.

La gota que colmó el vaso fue cuando, ya con todos embroncados, planteé que un gobierno con lo que hay que tener debería apostar por una mayor postura social y derechos ciudadanos, como legalizar el matrimonio entre hermanos o entre padres e hijos. ¿Mamá, me puedo casar contigo? O incluso yo con mi mascota, insistiendo en que todo gira en torno al amor, porque cuando el amor es puro, qué importa el parentesco o la especie. Y más mal rollo.

Se fueron, quedé a solas con Verónica. Acababa de discutir con mis amigos y ahora bronca con mi pareja. Lo que iba a ser una velada mágica y de celebración se convirtió en un infierno. Ella también decidió largarse a tomar el aire. Durante el paseo por el barrio se encontró con una manada de taraos que decidieron pasarse con ella. La empujaron, golpearon, manosearon y dejaron tirada. No está claro cómo ocurrió. La pobre se arrastró para pedir ayuda. Humillada y debilitada, perdió el conocimiento cuando cruzaba las vías del tranvía. El tren la cortó por la mitad. Nada se pudo hacer por ninguna de las tres vidas.

Ahora estoy bien jodido y acusado de homicidio involuntario.

Cuento 2: Una hiena se reúne en Jerusalén con una ratoñera sobre la que pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional por crímenes contra la Humanidad.

Los dos cuentos son malos y desagradables, lo sé. Uno es fruto de mi imaginación, un mal sueño. El otro es una pesadilla, pero real. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 116 (junio 2024) de la revista Plaza

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